MUERTE SÚBITA

El deporte no siempre es justo, pero siempre es apasionante
Por Alejandro Aguirre Terrazas

Hay días que comienzan con un silbatazo invisible. Uno que no se escucha, pero que despierta la memoria, la emoción y el hambre de contar. Hoy es uno de esos días. Gracias a Dios, primero, por permitirme una vez más posar mis dedos sobre el teclado, como si fuera una vieja cámara fotográfica que vuelve a disparar tras una larga pausa. Porque cada tecla que oprimo es también una manera de volver a mirar, de narrar, de revivir.

No llego solo. Vengo de una historia marcada por la imagen y por el tiempo. Vengo de una casa donde la fotografía no era un oficio, sino una forma de mirar la vida. Mi padre, Gerardo “El Chato” Aguirre, fue un gran historiador gráfico, un incansable artista de la lente, cuya mirada capturó el alma de los paisajes y la política de nuestro Chihuahua.

Su obra “Anhelos de Libertad” es mucho más que una colección fotográfica: es una herida abierta y poética donde los reos, en su cautiverio, revelan algo más que una condena… revelan humanidad. Además, muchas de sus fotografías aún cuelgan en oficinas gubernamentales, como esa emblemática imagen de una mujer Rarámuri, erguida con dignidad frente al cauce helado del río, bajo la intensa nevada en la cascada El Salto Grande de Guachochi. Esa imagen no sólo capturó un momento: capturó una identidad.

Hoy, esa herencia me acompaña. Vuelvo -esta vez no únicamente como fotoperiodista que congela el instante sino como cronista que le pone palabras al vértigo, al júbilo, al drama y al silencio que habita después del gol, del punto, del grito o de la caída, A veces toca celebrar, otras veces denunciar. Pero incluso en la crítica, busca el equilibrio y la profundidad. El deporte no siempre es justo, pero siempre es apasionante.

Gracias también al periodista y amigo Joss Domínguez, y al equipo de La Paradoja, por abrirme las puertas de este medio donde las historias no se esconden detrás de titulares fríos, sino que respiran con alma, con mirada crítica y con corazón.

Así, hoy nace “Muerte súbita”, no como una despedida, sino como un nuevo comienzo. Porque en el deporte -y en la vida- hay finales que no terminan, que se transforman en relatos, en cicatrices, en aprendizajes. Y yo estoy aquí para contarlos.

Porque en cada imagen hubo siempre una historia… ahora, esas historias también tendrán voz. Y si de historias hablamos, ¿cómo olvidar aquella tarde electrizante en Berlín, en el Campeonato Mundial de Atletismo de 2009?

El estadio respiraba tensión, las gradas temblaban, y el mundo se detuvo por apenas 19.19 segundos. Usain Bolt, el rayo humano, despegó como si la pista le quedara corta, y voló hasta cruzar la meta. No solo conquistó el oro para Jamaica; rompió su propio récord mundial de los 200 metros planos. Alcanzó los 41 km/h como quien no tiene límites, como quien nació para hacer historia.

Yo estaba ahí. Con mi cámara en alto y el corazón acelerado. Ese disparo de obturador no fue uno más: fue una detonación al alma de la velocidad, al instante irrepetible que mezcla gloria, asombro y eternidad. La imagen que capturé se publicó en medios locales y nacionales. No por mí, sino por él, por lo que representó ese momento para el deporte, y también -en lo íntimo- para este fotoperiodista chihuahuense que entendió que no hay lente que alcance lo que se mueve con el alma.

Amigos, en esta ocasión es todo. Porque una fotografía no se toma en el momento… se trae en la mente, y se cristaliza en la realidad.

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