Beirut. Hezbollah confirmó ayer que su líder, Sayed Hassan Nasrallah, murió en el potente bombardeo israelí de antier cerca de Beirut, lo que marca un significativo recrudecimiento del conflicto regional y aumenta los temores de una guerra a gran escala en Medio Oriente.
El ejército israelí anunció que está en alerta máxima, al confirmar el deceso, cuyo ataque destruyó seis bloques de departamentos, mató al menos a 11 personas y lesionó a más de 100, indicaron funcionarios de Salud.
Bajo el mando de Nasrallah, clérigo chiíta, incendiario orador y astuto estratega, Hezbollah encabezó la guerra de desgaste que puso fin a 18 años de ocupación israelí del sur de Líbano, en el año 2000, y continuó su lucha hasta llevar a Israel a un punto muerto, antes de combatir en Siria en apoyo al presidente Bashar al Assad.
Pese al poder que ejercía desde 1992 en el grupo armado libanés, debido a los ataques de su grupo contra el norte de Israel desde el año pasado –que han desplazado a unas 60 mil personas– vivía escondido la mayor parte del tiempo por temor a ser asesinado.
Ali Karki, comandante del frente sur de Hezbollah, está entre varias de las figuras de alto nivel que también perecieron en el ataque de antier, precisaron fuentes militares israelíes, al igual que Abbas Nilforushan, prominente general en la guardia paramilitar de Irán, según informes de medios estatales de la república islámica.
La muerte de Nasrallah provocó llantos y aclamaciones de miles de personas en los barrios de Líbano e incrementó la tensión en Beirut, principalmente en los centros que acogen a refugiados chiítas. En contraste, hubo celebraciones en Israel y en las zonas de Siria que no están bajo control del presidente Al Assad.
No creemos que lo hayan matado, exclamó llorando una mujer vestida de negro a la televisora Al Manar, en Bekaa, en el oeste del Líbano. No lo creemos. Dejamos nuestras casas y vinimos aquí por él y por la resistencia.
Equilibrio del poder
En sus primeras declaraciones públicas, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, describió la eliminación del líder miliciano como una condición esencial para alcanzar los objetivos que nos hemos fijado, y un paso necesario para cambiar el equilibrio de poder en la región en los próximos años. En un comunicado resaltó: No era un terrorista más. Era el terrorista número uno.
Señaló que el asesinato de Nasrallah ayudaría a que los israelíes desplazados regresaran a sus hogares en el norte y presionaría a Hamas con el propósito de liberar a los rehenes israelíes que están cautivos en la franja de Gaza. No obstante, ante la amenaza de represalias, destacó que los próximos días traerían desafíos significativos, y advirtió a Irán que no intente atacar a Israel.
-La Jornada