EL CASCABEL

La intelectualidad y su compromiso
Por Marco Antonio Gutiérrez Mendoza

Estimado lector, le saludo afectuosamente y le agradezco la atención a esta nueva entrega. En esta ocasión me gustaría tocar un tema que en ocasiones no se discute mucho en la opinión pública pero que tiene una repercusión mayúscula en la vida de todos y todas, me refiero al papel de todos aquellos personajes que ya sea por su trayectoria, formación o postura, tienen una influencia en lo social por su producción intelectual. Se trata de los y las intelectuales que toda sociedad tiene, pueden ser arquitectos, políticos, periodistas, artistas, historiadores o literatos, que discuten desde una visión preparada con datos de lo que ocurre en el devenir diario. Todos estos personajes con el producto de sus obras influyen en gran medida en lo que piensa el grueso del cuerpo social.

Me gustaría, en particular, centrarme en las y los escritores que desde la sociología, la historia, la antropología, la política o la literatura exponen sus visiones de lo que es para ellos un fenómeno social. Ya sea en el formato tradicional de libro, o podcast más recientemente, los literatos y escritores en general retratan la realidad, algunas veces desde la realidad pero la mayoría de las veces desde la ficción. Usan sus libros para opinar de la política, enaltecer o sepultar a personajes del presente o del pasado, es decir, sus obras son armas ideológicas que luego son consumidas, algunas veces más eficientes que otras para el resto de las personas.

Estos personajes han tenido una participación importantísima en la vida de nuestras regiones, del país y del mundo. En el papel, un intelectual debe formar un perfil ético y crítico con su entorno y sólo a partir de ahí escribir y opinar sobre un tema, más lo que es una realidad es que muchos de ellos lo hacen cobijados por el poder o intereses particulares muy claros. Es en este punto en el que yo le invito a la reflexión del tema ¿cuál es el papel del intelectual en nuestra sociedad?, ¿cuál es su compromiso social?.

Definitivamente ha habido personajes que han cambiado los esquemas con su producción, por poner un ejemplo que Francisco I. Madero escribiera “La Sucesión Presidencial”, fue un antes y después para la vida democrática de nuestro país, o que Francisco Almada o José Fuentes Mares se interesaran en documentar y exponer la historia de Chihuahua tenía una finalidad muy definida que sirvió como referente para dar el rostro a la sociedad chihuahuense.

Sin caer en los lugares comunes si estas y otras obras fueron buenas o malas, la realidad es que la producción intelectual hoy, como en el pasado, puede atravesar un proceso intenso de crítica y ver si responde a las necesidades sociales. Desafortunadamente veo que la industria editorial desde siempre en muchos casos se dedica a sacar libros que tienen objetivos muy cortos y que funcionan como palestra para las ambiciones personales o del poder. Todas estas obras se alejan de una finalidad de beneficio colectivo o de conocimiento académico de un tema, sirven para la misma reproducción de esta clase intelectual que gozan en la mayoría de los casos de lugares en instituciones publicas y privadas, y que desde ahí sólo siguen reproduciendo discursos sobre una misma postura sin aportar nada nuevo a la sociedad.

Lo ideal, de acuerdo a mi criterio, es que la producción intelectual debe engrosar las visiones críticas, cuestionar la realidad y romper esquemas. De poco sirve llenar bibliotecas y bancos de datos con libros a gran formato de temas que poco abonan a las realidades globales, nacionales o locales, repito, sólo sirve para que los que lo hacen continúen con un estatus de privilegio como grandes maestros.

Sin embargo, las condiciones sociales a nivel global exigen a intelectuales diferentes, disruptivos y que dejen descansar un poco a los clásicos en el panteón de las glorias pasadas. Hoy la academia y concretamente la literatura necesita a escritores diferentes, que se relacionen con los entornos sociales y que no escriban desde los lugares frescos y cómodos hablando de lo más particular y humano.

Para lograr esto se debe arriesgar, se debe salir de zonas de confort, de cambiar la figura del intelectual pagado, o con ganas de serlo, a un intelectual que no busque la foto sino el cambio de paradigmas desde su creación.

Concluyo argumentando que México necesita salir de épocas tan obscuras cuando en los noventa del siglo pasado el poder pagaba con puestos y becas al intelectual para crear crítica domada; se debe replantear la creación literaria y cuestionar su consumo y finalidad, partiendo de la base que el libro (o su símil digital contemporáneo) tiene por fin el comunicar, cambiar esquemas, cambiar al mundo.

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