La cifra

Accord
Por Jesús Chávez Marín

Al Messenger llegó este mensaje:
Soy July Arrieta. Una amiga que es escritora me dijo que usted se dedica a la edición. Acabo de terminar una novela y me gustaría que me ayudara.
Puse una respuesta de rutina:
Estoy a sus órdenes, mándeme por favor su texto en archivo de Word o en PDF.
A los cinco minutos otro texto de ella:
Está bien, pero me gustaría conocerlo en persona, ¿qué le parece si nos vemos mañana a las cinco en el Néctar Café?
Acepté, luego de solicitar que me depositara quinientos pesos por la entrevista.
Con todo gusto ―escribió―, deme los datos de su tarjeta.
Al día siguiente llegué puntual; en una mesa vi a una mujer muy guapa que leía una novela de Milan Kundera; era ella, me acerqué sin dudarlo.
―Buenas tardes, maestro ―me dijo con afecto discreto.
―Buenas tardes, señorita, me da gusto conocerla. Pero no me maestree, los editores no somos maestros de nada, solo cuidadores de textos ajenos. Mejor dígame “Chávez”. O “Chuy”, como prefiera.
En fin, mi perorata sirvió para entrar en confianza con quien quizá me confiaría su novela, ese tipo de textos que suelen revelar más la intimidad de alguien que una biografía explícita.
La joven escritora era muy agradable y concentrada, una mística de la literatura. En su novela se cuenta la historia de una mujer que decidió darle con toda calma la vuelta al mundo en su automóvil Accord. Había heredado de su abuelo paterno una gran fortuna y, al terminar la licenciatura en Historia del Arte, decidió que su vida sería la de una viajera, una nómada acaudalada.
En esa primera reunión en el Café recibí el original terminado: un cartapacio que contenía setecientas cuartillas.
July Arrieta y yo hemos trabajado juntos durante seis meses y ya casi terminamos la edición. Ya tenemos listo su texto para mandarlo a un concurso o para buscar editorial. Quedaron 480 cuartillas de su excelente escritura.

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