Una de las frases más emblemáticas de Maryse Condé refleja su identidad y su perspectiva sobre la vida: «Para mí, la belleza sigue siendo la única respuesta, incluso fluctuante, a las preguntas de la existencia. Ella es mi única búsqueda». Esta frase destaca su búsqueda continua de belleza y significado a lo largo de su vida y obra.
La escritora guadalapeña Maryse Condé, favorita en numerosas quinielas de los últimos años al Premio Nobel de Literatura, murió a los 90 años, según confirmó su familia.
La partida de Maryse Condé marca el cierre de un capítulo significativo en la literatura caribeña y mundial, dejando tras de sí un legado indiscutible que resonará en las generaciones futuras. Nacida en Guadalupe, Condé trascendió las fronteras de su isla natal para convertirse en una voz pionera en la discusión de temas cruciales como la identidad, la colonización y la diáspora africana. Su obra abarca un amplio espectro que incluye novelas históricas épicas, muchas de ellas ambientadas en África, y aborda con profundidad las secuelas de la esclavitud y el colonialismo en el Caribe.
Condé comenzó a escribir desde muy joven, publicando su primera novela a los 11 años. Su carrera la llevó a vivir y enseñar en varios países de África, tales como Guinea, Ghana, y Senegal, durante los años políticamente turbulentos entre 1960 y 1968, antes de establecerse finalmente en Francia. Este período en África no solo influyó profundamente en su escritura sino que también enriqueció su visión del mundo, permitiéndole entablar un diálogo profundo y complejo con estas sociedades a través de sus obras.
El reconocimiento de Condé a nivel internacional es indiscutible, destacándose especialmente al ser galardonada con el Premio Nobel de Literatura alternativo en 2018, un reconocimiento a su monumental contribución a la literatura y su habilidad para capturar la esencia de la experiencia humana a través de la lente de sus raíces caribeñas y africanas. Este premio vino a consolidar su estatus como una de las grandes damas de la literatura francófona, un título que ella misma parecía haber predicho cuando, en su juventud, rechazó la noción de que «la gente como nosotros no escribe», afirmando en su lugar el poder y la capacidad de su comunidad para contar sus propias historias.
Condé también se distinguió por su franqueza y su disposición a abordar temas difíciles con humor y profundidad, rasgos que caracterizan tanto su vida personal como su obra. A través de sus escritos, ofreció una ventana a la complejidad de la vida en las Antillas y África, siempre enfocándose en la autenticidad de la experiencia sobre la simplicidad de las narrativas predominantes. Su obra «Corazón que ríe, corazón que llora», por ejemplo, ofrece un retrato íntimo de su infancia y juventud en Guadalupe, revelando los desafíos y contradicciones de crecer en una familia burguesa de las Antillas francesas.
Una vida entregada a la pasión de escribir como grito de auxilio
Condé obtuvo en el año 2018 el conocido como Premio Nobel de Literatura alternativo en reconocimiento a su prolífica obra narrativa. Nacida en 1937 en Pointe-à-Pitre (isla de Guadalupe), Condé cuenta con una treintena de novelas publicadas que tienen como temas África, la esclavitud, el colonialismo y post-colonialismo.
En el año de su reconocimiento por la Nueva Academia, se destacaron obras como ‘Ségou’ (1984-1985), ‘Traversée de la mangrove’ (‘Travesía del manglar’, 1989) o ‘Desirada’ (2000). También publicó obras de teatro y ensayos.
La autora también ha tenido vínculos con España, donde fue reconocida en el año 2022 al ser investida doctora honoris causa por la Universidad de Murcia (UMU). Entonces, la laudatio corrió a cargo de los investigadores Antonia Pagán e Isaac David Cremades, quienes glosaron la figura de la escritora.
Condé se mudó a París con 16 años para estudiar en la Sorbona. Trabajó después en África durante más de una década, y vivió en Estados Unidos donde enseñó en las universidades de Berkeley, Harvard y Columbia. Actualmente vivía en el sur de Francia.
Condé empezó a cultivar su faceta de escritora durante su etapa universitaria, publicando obras de teatro sobre las realidades antillanas y novelas inspiradas en su experiencia en los países africanos independientes, explicaron los encargados de su laudatio en España.
Precursora en los temas relacionados con la condición de la mujer y con la oralidad como rasgo de identidad de los pueblos postcoloniales, Maryse Condé ha consagrado su creación literaria, así como su trayectoria intelectual, «a una cierta revisión de la Historia».
«No solo al dar voz a los sectores más marginales de las sociedades criollas y africanas, sino también al poner en valor su diversidad como principal rasgo distintivo», todo ello reflejado en más de 60 publicaciones literarias, entre novelas, relatos cortos, cuentos y obras de teatro, así como en numerosos trabajos de investigación, ensayos y antologías de gran relevancia literaria y crítica.
«En mi obra se advierte la presencia de otra lengua además del francés, la criolla, que se forjó en las plantaciones de caña de azúcar en Guadalupe, de donde provengo. Siendo niña, mis padres, víctimas de la propaganda colonial, me prohibieron hablarla con el pretexto de que eso dañaría mi buena elocución en francés», recordaba en el acto de investidura la autora antillana.
Condé fue pionera de la escritura femenina y de la oralidad en el universo insular de las Antillas. En su imaginario femenino, el desarraigo y la búsqueda de la identidad adquieren gran relevancia en la encrucijada de diversas etnias en la que se desenvuelven sus personajes, explicaban Pagán y Cremades.
«Subrayo otra anécdota que he oído en repetidas ocasiones durante toda mi infancia. Cuando mi madre entraba con mi padre en un restaurante de los Campos Elíseos de cocina reputada y buscaba una mesa, los clientes descontentos se quejaban en voz alta: ‘¡Parece que ya no estamos en nuestro país, los vemos por todas partes!’. ‘Sí, replicó mi madre con arrogancia, van incluso a la universidad'», concluía su intervención Condé en la Universidad de Murcia.
EUROPA PRESS