Todo empezó con una disputa por beber alcohol. La tensión de una guerra, soldados que no hablaban el mismo idioma y alguno que otro borracho: el cóctel perfecto para que se diera una de las situaciones más disparatadas de la historia militar.
En el contexto de la guerra entre el Imperio austríaco y el otomano a finales del siglo XVIII hubo una jornada en la que una serie de errores y malentendidos provocó que el ejército austríaco iniciara una batalla contra sí mismo.
Borrachos y balas
En 1787 se iniciaron las hostilidades entre el Imperio ruso y el Imperio otomano por el control de Europa oriental y Asia occidental. Como aliados de los rusos, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, José II, tuvo que marchar a la guerra. Al frente del ejército austríaco, salió al paso de los turcos para hacerles frente.
El 17 de septiembre de 1788, un ejército de cien mil hombres llegó a las inmediaciones de la ciudad de Karánsebes, en la actual Rumanía. Las tropas estaban formadas por soldados de diferentes regiones bajo poder imperial. A los austríacos se sumaban italianos, serbios, croatas, rumanos, lombardos y eslovacos. Esta circunstancia generó uno de los primeros problemas que llevaría al desastre: la mayoría no entendía el alemán, idioma oficial del imperio y con el que se daba las órdenes en el ejército.
Aquella jornada, la vanguardia del ejército llegó al río Timis y una patrulla de húsares, la caballería ligera húngara, fue enviada a cruzar el puente para explorar el terreno y localizar al enemigo. Sin embargo, la avanzadilla no vio ningún otomano, por lo que debía esperar a la llegada del resto del ejército. Allí entraron en contacto con algunos lugareños, un grupo de gitanos a quienes compraron un barril de aguardiente para que la espera se hiciera más amena empinando el codo. Tras ellos llegó una tropa de infantería que, al ver la bebida, también quisieron unirse a la fiesta, pero los húsares se negaron a compartir el alcohol.
La situación se fue poniendo tensa hasta extremos peligrosos. Finalmente, la infantería decidió dar un escarmiento a la arrogante caballería: realizaron varios disparos al aire y empezaron a gritar “¡turcos, turcos!” con la intención de asustar a los húsares y quedarse con el barril. La idea desató una bochornosa batalla entre soldados del mismo ejército.
Del pánico al autoataque
Los húsares huyeron en desbandada. Alguno que otro, con el valor que da unas copas de más, tomó las armas. El pánico regó a todos los presentes y la confusión, para la que no ayudaban los gritos en tantos idiomas diferentes, desató el caos. Algunos soldados de la propia infantería corrieron tras la caballería pensando que iban a refugiarse. Los mandos del ejército, al ver lo que estaba sucediendo, empezaron a gritar “¡Halt, halt!” (¡alto, alto!), lo que muchos entendieron como “¡Alá, Alá!”, el grito de los otomanos haciendo referencia a su dios.
Mientras, el ruido de gritos y disparos llegaba al resto del ejército que aún estaba por alcanzar la plaza de Karánsebes, lo cual les hizo creer que sus compañeros habían entrado en batalla contra los otomanos. Se unieron a la disputa disparando contra su propio ejército.Los caballos del campamento huyeron asustados por el revuelo, generando un ruido que se interpretó como una carga de caballería, lo cual fue contestado con más cañonazos insistentes de la infantería.
Las fuentes más comedidas hablan de 1000 muertos, las más exageradas incrementan la cifra hasta los 10 000. Cualquiera de las opciones se salda con un desastre militar en el que se mataron entre soldados del mismo ejército, sin que ningún otomano pusiera un pie en el territorio. De esta manera, podemos considerar la batalla de Karánsebes como la más absurda de la historia.
Referencias:
- Durschmied, E. 2006. El factor clave: cómo el azar y la estupidez han cambiado la historia. Salvat.
- Romero García, E. y Romero Catlán, I. 2017. Breve historia del Imperio otomano. Nowtilus.
FRAN NAVARRO MUY INTERESANTE