Que no te ahogue el orgullo
El orgullo mantiene en completo alejamiento de quien eres.
Contrario a lo percibido, hay verdadera inseguridad y pobre autoestima.
Todo lo expresado, resultará exagerado y distante del real sentido de sí.
Eres alguien interiormente que ofrece desacertada valoración del concepto de persona.
El orgullo no permite que fluya el amor y alcance a manifestarse en medio de los sentimientos.
De ahí resulta que el orgulloso sea individualista, desconfiado, arrogante e irreflexivo.
Es difícil darse cuenta a sí mismo de la forma de proceder.
Sólo consigue cambiar, cuando pondera el examen de introspección y permite realizar íntima autocrítica en pleno silencio.
Quien es orgulloso, anda distante de Dios y nunca lo considera centro de vida.
El orgulloso llega a apropiarse de la vida de manera enfermiza.
Como vemos, anda desconectado de lo que provee sostenibilidad y está abrumado de temores que hacen sentir totalmente desprotegido.
La vida se torna distorsionada por la inseguridad y la cadena de debilidades que son determinantes al momento de gestionar control.
Desprenderse del orgullo, alentará a reacciones honestas consigo mismo y ante los demás.
No habrá razones para sentirse equivocado e impedir que crezca la confianza y disminuya el valor de quien eres.
El orgullo destruye al extremo de cuestionar amistades sinceras, sencillamente, por las confusiones importantes desatendidas, en lo concebido interiormente.
Liberar el orgullo, es empezar a disfrutar la capacidad de poder establecer satisfactoriamente y dimensionar, correctamente, el enfoque de sí mismo y de Dios.
El orgullo representa adicción en quien lo padece y sufre consecuencias negativas por falta de decisión voluntaria a sanar.
¿Eres de los que viven ahogados en el orgullo?