EL HILO DE ARIADNA

Rodrigo González: una rememoración

Heriberto Ramírez

 

En cierta época de nuestras vidas, para algunos, explorar el cuadrante radiofónico era una forma de asomarse a través de la señal a horizontes remotos. Sobre todo por las noches cuando las ondas hertzianas suelen ser más nítidas era una forma de mitigar el tedio. Hacer girar la perilla de un lado para otro hasta encontrar algo interesante. Fue en una de esas noches, a principios de los 80, en que teniendo como apoyo uno de aquellos pequeños aparatos que servían tanto como reloj despertador, televisor y radio, llamó mi atención la voz y la tesitura de un cantante por su parecido con un compañero que solía animar nuestras tertulias en la vida universitaria, Gabriel Ortiz.

Aparte de las similitudes en la voz, también lo era su acompañamiento, armónica y guitarra, como en los viejos tiempos de Bob Dylan. Tardé muy poco en darme cuenta que se trataba de Rodrigo González, según la información del locutor. Estaba captando la señal de una radiodifusora que hasta entonces desconocía, se trataba de XEEP, Radio Educación, perteneciente a la Secretaría de Educación Pública. A partir de entonces seguí sintonizándola y enganchado a la propuesta musical del Rodrigo. 

En uno de esos afortunados viajes al, entonces, Distrito Federal, pensé que en la librería Gandhi podía hacerme con su Hurbano historias (1984). El empleado de la librería me dijo que solo podía conseguir su casete con el mismísimo Rodrigo y podría ser en el mercado del Chopo al cual solía acudir en sábado. Así me quedé con las ganas, pues eso lo dejaba fuera de mi alcance. Me contentaba con escucharlo esporádicamente por el radio.

Cuando ocurrió el temblor del 19 de septiembre de 1985 me enteré que entre las víctimas se encontraba el buen Rodrigo. Lo sentí como una gran pérdida, me dolió, pues ya para entonces él representaba un icono, o la cara más visible del movimiento rupestre en México. Había llegado de Tampico, tocando en los camiones urbanos y en cualquier espacio posible se fue haciendo de un nombre. Armado, como él decía, tan solo de su cogote y su guitarra de palo.

En la misma Radio Educación a días del fatídico suceso se realizó un homenaje con la participación de su padre. En el cual a pesar de lo triste del acontecimiento se mantuvo el humor característico de Rodrigo. Recuerdo la frase de que “murió por una sobredosis de cemento”. En alusión a que pereció aplastado por el edificio Juárez y a la vez en analogía a los músicos famosos fallecidos por su abuso a las drogas.

Al poco tiempo aparecieron publicados varios de sus discos, con el sello discográfico de Discos Pentagrama, dirigidos por el argentino mexicano Modesto López:  Hurbanistorias, El profeta del nopal, Aventuras en el defe,  y No estoy loco. Salvo la primera grabación se trataba de grabaciones testimoniales recogidas de manera informal en distintas presentaciones en vivo, como la que tuvo en la Casa del Artesano en Aguascalientes, y otras en diferentes espacios.

A partir de entonces dio inicio la construcción del mito, nacía Rockdrigo, como ahora se le conoce. Así han aparecido una buena cantidad de libros, tributos, documentales e historias de vida que han contribuido a inmortalizar su obra y su figura. Su proclive inclinación a cantarle a la ciudad de México con un estilo cargado de humor, a veces negro, lo hacen uno de los cronistas sonoros más importantes en la historia musical de México, al lado de Chava Flores. Y sigue siendo la figura más emblemática del rock rupestre, que diera inicio al lado de  Roberto GonzálezJaime LópezCecilia ToussaintEblén MacariRafael CatanaMario Mota y Fausto Arrellín, Guillermo BriseñoAlejandro Lora y Roberto Ponce.

Con todo y eso, tanto la música de Rockdrigo y los rupestres ha estado ausente de la radiodifusión comercial. Sigue confinado al mundo de la contracultura, lo cual para el movimiento quizá resulte más afortunado, sin embargo, también da cuenta del conservadurismo cultural prevaleciente en los medios de comunicación en materia musical, salvo las honrosas excepciones de algunas estaciones culturales. Pues se destinan horas interminables a la programación de música en inglés, dejando de lado nuestras propias expresiones, apagando voces creativas, lúcidas y críticas; lo cual parce nunca terminará.

 

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