EL HILO DE ARIADNA

El maltrato a la ciencia mexicana

Heriberto Ramírez

 

Bajo la bandera del combate a la corrupción en todas las facetas de la vida nacional hace meses se emprendió una acometida en contra de una parte de la comunidad científica mexicana, que, sin embargo, por la forma como fue emprendida tuvo resonancias nocivas para el resto de la comunidad investigadora.

Un fiscal tal si fuera un perro de presa con una ferocidad indecible se empeñó en perseguir a miembros de la comunidad científica, acusándolos de malos manejos, de beber vino y de viajar a congresos, sin una debida comprobación de gastos. Ya se ha dicho en otros espacios, es probable que así haya sido, y existan esas anomalías existan, pero a su vez existen medios y mecanismos administrativos para sancionar a los responsables, en lugar de ese linchamiento público por el aparato aplastante del Estado al que fueron sometidos los supuestos responsables.

La evolución y desarrollo histórico de la ciencia en México de manera general se fue visibilizando con los libros de Eli de Gortari La ciencia en la historia de México y la Historia de la ciencia en México, en cuatro tomos, de Elías Trabulse, para muchos de nosotros, antes de esos libros la ciencia y la inteligencia mexicana parecían algo inasible, casi inexistente. Gracias a estas documentaciones y otras, se ha puesto de manifiesto el sinuoso curso de la formación de una conciencia científica en nuestro país, avanzando penosamente a trancas y barrancas, enfrentando, como es el caso, al omnímodo poder político.

En el pináculo del poder ondea otra bandera, la austeridad republicana, si se confronta a los suntuosos excesos del pasado parece ser una buena causa, sin embargo, parece ser entendida, más que una sobriedad o una sensatez en el gasto público, en el no gastar, no invertir, recortando toda clase de presupuesto, menos a las obras propuestas por el ejecutivo federal. Lo comentaba certeramente hace un par de días el joven filósofo mexicano Efraín Gayosso, en el marco de la celebración del Día mundial de la filosofía, “la virtud de la austeridad republicana se ha traducido más en una tacañería y en el no saber cómo gastar”. Además, anotaba, si se quiere en verdad lograr una transformación o una transición, la educación superior y la ciencia deberían ser áreas prioritarias de la inversión pública.

De manera inevitable esto invita a reflexionar sobre la autonomía de la ciencia y su relación con el Estado, hay quienes han abogado, Paul Feyerabend, por una separación; otros, Philip Kitcher o Harry Collins, entre ellos, promulgan la necesidad de revisar la susodicha autonomía de la comunidad científica para que rinda cuentas a la sociedad del porqué se investigan ciertos temas o problemas y otros no, y cuáles son los beneficios para la sociedad que la financia. Como sea, es una reflexión pertinente y, por supuesto, admite y necesita también una participación ciudadana.

La política científica de la 4T parece haber equivocado los caminos para lograr prometida transformación. En nuestro país ha prevalecido una ceguera política en relación con la ciencia y la tecnología, se les ve como un accesorio casi innecesario. La inversión en términos del PIB, que era del .4 %, un tanto distante de otros países del área Brasil (1.1%) Chile (.7 %), o Argentina (.5%), es a todas luces insuficiente, incluso, en lugar de aumentar va disminuyendo.

Es factible que en medio de un entorno político plagados de irregularidades para algunos científicos haya resultado difícil sustraerse o salir incólumes de ciertas malas prácticas administrativas, de lo cual tampoco se sigue sea una conducta generalizada hacia el resto de la comunidad científica, caracterizada por la búsqueda de la verdad y la puesta del conocimiento al servicio de la sociedad. Para ellos, como para todo que incumpla las normas de su comunidad, caben la reprobación y las sanciones pertinentes.

Por otro lado, también se percibe un tufillo nefasto a venganza de un fiscal extralimitado, en reacción a los cuestionamientos sobre su impostura como investigador y miembro del Sistema Nacional de Investigación. Avalado por un presidente de la República poco sensible a la importancia de la ciencia y la tecnología para alcanzar la transformación que él mismo propugna. Algo nos debe quedar claro a todos: sin apoyo a la educación superior y a la investigación científica y tecnológica nunca tenderemos cambios sustantivos.

Por ahora, la comunidad científica en México debe afrontar el desdén de quien debería abrigarla y brindarle el calor que tanta falta le hace.

Mostrar más
Botón volver arriba