VIAJE EN CARRETERA

Historias paralelas 

Por: Violeta Rivera Ayala

 

Tras décadas de investigación psicológica, sabemos que los seres humanos solemos tener un sesgo negativo muy fuerte. Si nos pasa algo malo, tenemos la tendencia de dejar que eso ocupe un lugar central en nuestra mente y en nuestros sentimientos, mucho más que si nos pasa algo bueno.

  • Emily Esfahani. 

 

Hola, qué tal, bienvenidos a este siguiente #ViajeEnCarretera, hoy platicaremos acerca de la actitud que tomamos ante las circunstancias de la vida. No se trata de un manual de autoayuda o una clase de superación personal barata, sino simplemente de compartirles dos historias sui géneris reales y a mi parecer complejas que me tocó conocer de primera mano, cuyos resultados fueron extraordinariamente diferentes.

 Los protagonistas son dos amigos míos, mexicanos, de diferentes estados de la república, sin conocerse entre sí ni saber de la existencia del otro, coetáneos, y que pasaron por la misma situación: 

Eran hijos únicos, a los 14 años sus papás se divorcian y a ambos los dejan solos, pues sus padres comienzan a hacer otra familia. Tanto mamá como papá se vuelven a casar y las respectivas parejas no querían al chaval en casa, y aceptan darles la bendición, heredándoles a esa edad una propiedad de tres recámaras, con relativa buena ubicación.

Sus padres tienen más hijos, o sea, se enteran que ya cuentan con varios medios hermanos, a quienes no conocen sino hasta años después, ya que la convivencia se diluye bastante. Ellos deben proveerse de recursos para pagar los servicios de la casa, comida, educación, salud… En fin, encargarse ya de sí mismos.

¿Qué pasó a continuación? Vamos a nombrarlos sujeto A y B para hablar brevemente de la película de cada uno.

Amigo A ve la oportunidad de que su casa sea el centro de fiestas. Se convierte en el club de Tobi de grafiteros, lo que lo vuelve muy popular. Come gracias a sus cuates que lo invitan con frecuencia a sus hogares. Al paso del tiempo se cansa de los excesivos desmanes y decide capitalizar su don, firmando contratos con empresas y partidos políticos para que eso que tanto ama hacer, se transforme en arte urbano rentable. Habilita una habitación para recibir artistas foráneos, otra para estudio y la tercera es su recámara. Les pagan por pintar muros, su vivienda sigue siendo un lugar de reuniones pero ya como punto de referencia para el Street Art a nivel mundial. Vive tranquilo, hace tiempo me quedé en que llevaba más de 600 murales en su haber. Recientemente se comprometió con su chica con quien lleva varios años de noviazgo y reanudó la relación con su padre y trabajan juntos en algunos proyectos. 

Mi amigo A me contó su historia, como algo de lo que se sentía muy orgulloso y coincido en que es de admirar la carrera que ha logrado, su madurez y visión .

Amigo B estudio muchísimo, sin ser el típico nerd tenía las mejores notas y una mente brillante. Contaba con bastante cultura general, enterado de todos los temas en materias de historia, música, humanidades, cultura, política, futbol, videojuegos… Ocupó un puesto importante en el ramo de su especialización y a pesar de la constante de recibir faltas administrativas por vestir inadecuadamente, de acuerdo a los protocolos y  normas que exigía la empresa, no lo despedían porque simplemente era el mejor y más comprometido, a la hora que fuera, estaba disponible.

Siempre se caracterizó por ser un “niño grandote”, muy cariñoso, perspicaz, hablaba con acento “chiquión”  y contaba muchos chistes, era alguien con la capacidad para reírse de sí mismo debido a su abultada panza, sintiéndose, -decía-, la personificación de Homero Simpson. Vestía playeras de súper héroes y short de cargo, además de presumir de no usar ropa interior.

Su casa era un depósito de basura, acumulaba cosas que ya impedían el paso, al grado de que despejó un caminito de la puerta a su cama. Los trastes y comida anidaban ecosistemas y la yerba había crecido tanto que parecía un lote abandonado. 

Era un ser querido por unos e incomprendido por otros, alguien que sabía reírse con gusto a carcajadas, a veces imprudente y que nos dejó con su ejemplo una lección a todos los que tuvimos la oportunidad de conocerlo. Me contó su historia un par de años antes de morir, con una tristeza que no había advertido en sus facetas histriónicas, permitiéndome entrever incomprensión, soledad, dolor y abandono.

Los ruidos de la mente humana pueden ser muy peligrosos: Cuando no entiendes algo, le temes; y el miedo se transforma en odio; y lo que odias, genera ira. – Jon Sistiaga.

Gracias.

Mostrar más
Botón volver arriba