
Dos generaciones de “hijos de la tumba”
Por Jorge Villalobos
Repitiendo algo que sabe todo rocanrolero que se precia de serlo: Black Sabbath es la banda más maldita y oscura que ha habido sobre la faz de la Tierra. Precisamente Earth (Tierra) fue el nombre con el que originalmente se formó el grupo en 1968 en Birmingham, Inglaterra.
Los músicos fundadores de esta leyenda del rock pesado son el guitarrista Tony Iommi, el bajista Terry ‘Geezer’ Butler, el baterista Bill Ward y el gritante Ozzy Osbourne. Cuentan las crónicas que el motivo original del cuarteto para iniciarse en las faenas del rocanrrol fue la necesidad de ser ‘alguien’, de poder salir del pobre y maloliente Birmingham, donde no existían oportunidades de superación para los jóvenes. Ejemplo de esto son los empleos a los que se dedicó en su juventud temprana Ozzy Osbourne, que afirma haber sido mensajero, carnicero y sepulturero. Aún más, en su último día de trabajo en una fábrica de acero, Tony Iommi perdió las yemas de los dedos cordial y anular de su mano derecha al sufrir un accidente con una cortadora de metal; el colmo del asunto es que el guitarrista es zurdo, usa prótesis en las puntas de sus dedos para pulsar las cuerdas.
Con esos antecedentes, no es nada extraño que su música posea una cualidad oscura, lóbrega y deprimente, a pesar de tener pinceladas de jazz, está más influenciada por el blues. Limitado para tocar ritmos rápidos en su guitarra, Iommi comenzó a producir progresiones musicales lentas en tonos graves, pero su inventiva se disparó y se convirtió en el amo del rock pesado, sus riffs son los más recordados y reconocidos del género.
Asiduos a las películas de terror, el cuarteto adoptó su nombre del de la versión modificada para el mercado anglosajón del filme italiano de Mario Brava ‘I tre volti della paura’ (“Las tres caras del miedo”, 1963), protagonizado por Boris Karloff. Consideraron que ‘Black Sabbath’ (literalmente “sabbat negro”, “sabbat de las brujas”, término equivalente en idioma español a “aquelarre”) era un buen nombre para la banda, en consonancia con el estilo macabro y ominoso de su música. Jugaron con elementos de terror y alusiones al diablo en algunas de las letras de las canciones de su álbum debut, y el juego les costó caro: sin que ellos lo autorizaran, los diseñadores de la compañía de discos Vertigo “interpretaron” el mensaje y pusieron en el pliego interior el dibujo de una cruz invertida, y la banda se vio irremediablemente asociada con el ocultismo y con toda cosa mala sobrenatural.
Ellos mismos se sorprendieron al comprobar que en realidad existen personas que practican el ocultismo. El anecdotario refiere que grupos de personas con capuchas formaban círculos y hacían cánticos frente a las puertas de las habitaciones de hotel en que se hospedaban durante las giras, incluso una secta de magia negra les propuso tocar durante un aquelarre de verdad en los megalitos de Stonehenge, y al negarse a hacerlo los amenazaron con ponerles una maldición. El padre de Ozzy Osbourne, que trabajaba en una factoría de metal, les obsequió grandes cruces metálicas para que las usaran colgadas al cuello para alejar la maldición. Esas cruces se convirtieron en parte de su vestuario para aparecer en público.
Hay también leyendas ridículas inventadas por detractores medio-informados, como aquella de que cuando Jimmy Page adquirió Boleskin House (la casa campestre que había pertenecido a Aleister Crowley y que se dice que tenía un túnel subterráneo que se conectaba con el cementerio del pueblo de Foyers) se reunían ahí los miembros de Led Zeppelin, Black Sabbath y AC/DC a celebrar ‘covens’ (u orgías satánicas o aquelarres); decían que los únicos que se mantenían al margen y no adoraban al Chamuco eran Bon Scott (vocalista de AC/DC) y John Bonham (baterista del Zeppelin), por lo que a ellos (por rajones) fue a quienes tocó abandonar este mundo en el año de 1980 (¿Patrañas? ¿Coincidencias? ¿Maldiciones? ¿La pura verdad? ¡Puras charras!).
Sin embargo, nada de eso mermó el impacto de Black Sabbath en el gusto del público masivo, que generalmente se deja llevar por la emotividad que le produce la música y no pone atención a las letras de las canciones (tema de debate a eludir en este momento). Al contrario, esa imagen siniestra contribuyó en cierto grado a atraer a los admiradores y degustadores del rock pesado. Si la imagen del Sabbath fue siniestra, la Dama Suerte fue diestra con ellos: una vez que el público conoció su música, nadie se mantuvo al margen. En la actualidad están considerados como los padres del heavy metal, la banda más influyente del género y particularmente de algunas variaciones bautizadas con nombres harto significativos como Downer metal (depresivo), Stoner metal (alusivo al consumo de Cannabis) o Doom metal (condenado, predestinado).
El éxito del Sabbath se mantuvo constante durante los años setentas, pero los excesos propios del mundillo del rock and roll de esos tiempos trajeron conflictos personales entre sus miembros. Al final de la década Ozzy Osbourne abandonó a la banda e inició una fructífera carrera liderando una nueva banda con su nombre por delante, y Black Sabbath tomó un segundo aire al reclutar como cantante a Ronnie James Dio, recién desempacado de Rainbow (vea Esqueletos en el Closet: “El Mago y el esclavo, la torre y la estrella”, http://www.laparadoja.com.mx/2021/05/esqueletos-en-el-closet-38). Ambas bandas rivales protagonizaron el advenimiento de la época más importante del heavy metal durante el inicio de los años ochentas. Luego Dio abandonó a la banda e inició una fructífera carrera liderando una nueva banda con su nombre por delante. Luego volvió Dio, y se volvió a ir. La historia intermedia de Black Sabbath involucra a muchos músicos destacados: Ian Gillan, Rob Halford, Rick Wakeman, Bob Daisley, Glenn Hughes, Cozy Powell y otros. Luego Sharon Osbourne —esposa y manager de Ozzy— les arrebató legalmente el derecho a usar el nombre de Black Sabbath. Dio volvió a volver para trabajar con la banda presentándose con el nombre Heaven And Hell. Luego Dio se volvió a ir. Luego volvió Ozzy, y se volvió a ir, para luego volver a volver. En resumen, la historia del Sabbath es un volver y volver ad nauseam.
Pero volviendo a las épocas en que Black Sabbath se estableció: habiéndose dado a conocer con esa onda del terror y el ocultismo, a mitad de la llamarada Geezer Butler, el compositor principal, intentó reivindicar a la banda y escribió canciones con temáticas diversas, más mundanas y tangibles. “Sweet Leaf” y “Snowblind” no les ayudaron mucho en eso: la primera (“Dulce hoja”) es una declaración de amor a Mary Wana y la otra es una apología al polvo blanco derivado de la hoja de coca —proclamas hippies, se pudiera decir—. En cambio, el texto de “After Forever” expone como errónea la idea del ateísmo e invita explícitamente a reflexionar acerca de la conexión del ser humano con un Ser Supremo (“¿Será que temes a lo que pudieran decir tus amigos si supieran que crees en Dios todopoderoso?/Deberían darse cuenta antes de criticar que Dios es la única forma de amar”).
Algunos de los temas que abordó Geezer Butler en sus canciones para Black Sabbath en los setentas —escritos en un contexto socio-político-cultural distinto pero similar al actual— esporádicamente adquieren nueva vigencia.
En ese periodo de principios de los años setentas la guerra atómica era una amenaza mundial real, y otras de las proclamas hippies de Black Sabbath, “War Pigs” y “Electric Funeral”, eran rabiosas protestas contra la clase política, el conflicto armado en Vietnam, la Guerra Fría y las ojivas nucleares. Si bien en estos tiempos la amenaza nuclear parecía cosa del pasado, durante el año 2021 la prensa estadounidense se ha dado un festín reportando los esfuerzos del líder del ejército norteamericano, Mark Milley, por evitar un conflicto armado con China propiciado por el hoy expresidente Donald Trump, quien llegó a alardear públicamente de tener el control del ‘botón rojo’ nuclear.
“Into the Void” es una alucinada canción de ciencia ficción en cuya narrativa la Tierra se ha convertido en un lugar inhabitable invadido de polución y odio, y plantea un viaje al espacio exterior para encontrar un lugar más adecuado para la vida humana. Y pudiera parecer profecía-ficción, pero antes de su muerte en el año 2018 el físico teórico Stephen Hawking advertía sobre la necesidad de desarrollar la ingeniería aeroespacial a contrarreloj para estar en posibilidades de establecer colonias humanas en otros planetas, ante el riesgo real de que el planeta Tierra se vuelva inhabitable para los seres humanos durante el transcurso del siglo XXI.
Ya con esta me despido: “Children of the Grave” (“Hijos de la tumba”) es otra canción que continúa la temática antibélica antes mencionada, añadiéndole la noción pacifista de la desobediencia civil, y a su brutal manera invita a la reflexión y a la toma de conciencia colectiva.
Si extrapolamos la noción de la guerra por la del calentamiento global y las legítimas protestas alrededor del orbe ante el cambio climático, tendremos un texto tan actual que parecerá mentira que haya sido escrito hace justamente 50 años. “Hijos de la tumba” puede parecer un epíteto insultante, exagerado, lapidario, pero me parece acertado tratándose de sacudir conciencias.
Es cierto, han avenido circunstancias urgentes que exigen atención inmediata con el surgimiento del virus SARS-CoV-2, pero la espada de Damocles del deterioro ambiental sigue pendiendo sobre nuestras cabezas y, justificándonos en la necesidad de la higiene, no hemos atenuado nuestro uso de accesorios de plástico y utensilios desechables. Etcétera.
La joven activista medioambiental sueca Greta Thunberg ha adquirido una gran notoriedad en ese contexto, y no es para menos, porque ha tenido el valor de exigir ante la comunidad internacional acciones expeditas para mitigar el cambio climático, ha expuesto a los líderes mundiales como demagogos que fingen escuchar las demandas de la juventud, y ha suscitado el debate y la reflexión ante su reclamo por las condiciones adversas que enfrenta su generación, el mundo que está heredando, justamente por la falta de conciencia imputable a las generaciones precedentes.
Se considera que en el lapso de 50 años se dan dos generaciones. Malena Ernman, madre de Greta Thunberg, nació en 1970. Greta nació en el año 2003 y pertenece a la segunda generación desde que Black Sabbath lanzó “Children of the Grave”. Greta se rehúsa a ser una “Hija de la tumba”. ¿Qué hay de usted, estimada lectora, estimado lector, siente formar parte de los “Hijos de la tumba”, o posee una envidiable tranquilidad de conciencia?
“Hijos de la tumba”
Revolución en sus mentes —los niños comienzan a marchar
Contra el mundo en el que tienen que vivir.
¡Oh!, el odio está en sus corazones.
Están cansados de que los empujen y les digan qué hacer.
Lucharán contra el mundo hasta que hayan ganado y el amor llegue fluyendo.
Los niños del mañana viven en las lágrimas que caen hoy
¿Traerá paz de alguna manera el amanecer de mañana?
¿Debe el mundo vivir a la sombra del miedo atómico?
¿Pueden ganar la lucha por la paz o desaparecerán?
Así que ustedes, hijos del mundo, escuchen lo que digo
Si quieren un mejor lugar para vivir difundan las palabras hoy
Muéstrenle al mundo que el amor sigue vivo, deben ser valientes
O ustedes, hijos de hoy, son hijos de la tumba.
* [3 oct. 2021]. Dirija sus comentarios, sugerencias, dudas o desavenencias acerca de “Esqueletos en el Closet” al correo electrónico villalobos7@gmail.com.