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Un gran salto: El Telégrafo en el país…y en esta capital
Por Mario Alfredo González Rojas

El 5 de noviembre de 1851 fue inaugurada por el presidente de la República, Mariano Arista, la primera línea telegráfica de México, siendo Juan de la Granja, el gerente general. Sin duda, fue un acontecimiento de gran significado para la historia del país.
Sabemos que desde tiempos viejos, ya en la Nueva España había cartas que “recorrían lo que se podía recorrer”, con diferentes modalidades de servicio, pero el telégrafo vino a revolucionar la comunicación en México, gracias a la clave Morse. Aconteció que por decreto del rey Felipe II, del 31 de mayo de 1579, se decidió nombrar a Martín de Olivares, Correo Mayor, correspondiendo al virrey Martín Enríquez de Almanza darle posesión del encargo el 27 de agosto de 1580. Hay que destacar, que el servicio lo prestaba una empresa privada, y fue hasta el 1 de julio de 1766, cuando el correo pasó a ser controlado por el virreinato.
Sin embargo, aún no había aparecido la primera estampilla postal; esta fue puesta en circulación el 1 de agosto de 1856, después de que el 21 de febrero del mismo año, el presidente Ignacio Comonfort publicara el decreto que promulgó la creación de los sellos de correo. A propósito, la estampilla contenía la efigie del padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla.
Cuántas noticias buenas y cuántas malas, aprovecharon las “alas” del telégrafo, para llegar a sus destinatarios. Por cierto, el primer mensaje que se envió por este conducto, fue de Nopalucan, Puebla, a la Ciudad de México, y decía: «pasó correspondencia extraordinaria del paquete inglés…».
De cuántos sucesos extraordinarios, se podía dar cuenta por medio de este sistema de comunicación. La velocidad de la comunicación se ponía de manifiesto, despertando una gran admiración entre la gente, ya que abundaban los territorios que carecían de caminos adecuados, para lograr establecer contacto en situaciones muy diversas.
Sobre telegramas históricos, se recuerdan aquellos cinco memorables que enviara Ignacio Zaragoza a Benito Juárez, con motivo de la invasión francesa del 5 de mayo de 1862. El día 4, fue el primero, y avisaba que el enemigo estaba acampado a tres cuartos de la garita de Puebla; el segundo, el día 5, hablaba del inicio del combate; el tercero, fue sobre el inicio de la retirada del invasor, ante un fuerte aguacero, luego de haberle lanzado una gran cantidad de granadas; el cuarto, decía: las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria. Y en el quinto, Zaragoza manifestaba, en el júbilo más grande y contagioso: ¡Estoy muy contento con mis generales y soldados!
Vale la pena recordar, ya en épocas muy posteriores aquel famoso telegrama que circuló durante la Primera Guerra Mundial, que pudo haber traído consecuencias muy graves para nuestro país. Se cuenta, que en enero de 1917, en pleno apogeo de la Primera Guerra Mundial, se interceptó por ingleses un mensaje telegráfico enviado por Alemania al presidente Venustiano Carranza; dicho texto estaba en una clave medio rara, que con muchos trabajos logró descifrarse. Era el famoso telegrama Zimmermann, en que se pedía al gobierno que invadiera a Estados Unidos, invitando además para tal maniobra a Japón, con el ofrecimiento de que al terminar la guerra, Alemania ayudaría con armamento a nuestro país a recuperar el territorio perdido con los norteamericanos el siglo anterior.
Y ya que estamos recordando el inicio de importantes servicios de comunicación, quiero desviarme a nuestro estado, concretamente a la ciudad de Chihuahua, para hablar del surgimiento de la primera línea del telégrafo. Fue el 2 de marzo de 1876, cuando se enviaron los primeros telegramas, según información que se difundió en una gacetilla, como lo cuenta Alfonso Escárcega, en su libro «Gajos de historia chihuahuense». Circularon en la ocasión, varios mensajes, ante el regocijo y la sorpresa de mucha gente de la capital del estado. Para entonces, la población de esta ciudad era de unos 12 mil habitantes, y en la entidad había según los censos de la época, 180 mil 758.
Las oficinas del telégrafo se ubicaban en el centro de la ciudad. Estos son algunos de los mensajes, los que están redactados en un estilo, para nuestros tiempos, vamos a decir, un tanto cursi, dicho sin afán de ofender. Era el estilo de la época, y claro, así no lo parecían indudablemente a los remitentes y destinatarios. Entérese usted: «Sr. Salvador Garza: en alas de los vientos, compadre, lo saludo y ante tan grande prodigio, mi numen queda mudo. Concepción V. de Maceyra”.
Otro: “Sr. Gobernador, ¡Paso al progreso! La corriente eléctrica está en mi casa y ella lleva a usted un apretón de manos. ¡Viva México! J F. Maceyra”. Y qué decir del mensaje de doña Concepción V. de Maceyra a doña Refugio Pareja de Jáquez: «Si tú te extasías dando tus melodiosas notas al viento, yo me siento sublime mandándote este saludo en alas del relámpago».
Ah, pero no podía faltar la actuación de la clase política, enviando el gobernador, que era Antonio Ochoa, su telegrama de agradecimiento a Maceyra, cosa que ocasionó la feroz crítica de la oposición, la que lo tachó de protagónico, a lo que respondió el Semanario Oficial, con el artículo «Nimiedades». Este decía que sólo fue un pasatiempo del gobernador, y no por dar una prueba de estilo.
El mensaje del jefe del Ejecutivo, enviado con el estilo “romántico” de aquella generación, al siguiente día, había sido: “Recibí su afectuoso saludo conducido por la primera corriente eléctrica construida en el estado, juntamente con la ilustrada apreciación de usted…”.

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