
No se nos olvide que hay una Academia Mexicana de la Lengua, la que fija las normas para el buen decir
Por Mario Alfredo González Rojas
Hablar bien un idioma es imprescindible, para comunicarnos de la mejor manera con los demás. El 11 de septiembre de 1875 se inauguró en México la Academia Mexicana de la Lengua, lo que significó un gran acontecimiento en la vida nacional. Crear una institución de esta naturaleza, se había constituido en una de las preocupaciones de los grupos de intelectuales de la época, inquietud que era también compartida por el propio presidente de la República, Sebastián Lerdo de Tejada. La república restaurada, luego del episodio de la Intervención Francesa, abría amplios horizontes de superación cultural y educativa que había que encauzar sin dilaciones, y en ese concepto, la atención a las reglas del idioma se convirtió en un objetivo insoslayable.
El 30 de noviembre de 1865, se había cerrado la Universidad Pontificia de México, por órdenes del emperador Maximiliano. Al triunfo de la República, Juárez estableció la educación primaria gratuita y obligatoria, también con el carácter de laica. Desde principios del siglo XIX, hubo en México intenciones de contar con una institución que dictara reglas para el español. En 1713 se había creado en Madrid, España, la Real Academia Española, la RAE, por iniciativa de don Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, y en 1714, se aprobó por Real Cédula del Rey Felipe V.
Se cuenta que en 1770, se empezó a dar una relación de la RAE con México, debido a que había un mexicano, de Tlaxcala, Manuel de Lardizábal, que llegó a ocupar el sillón C en dicha institución. Lardizábal, que era jurista y filólogo, llegó a ser en la RAE, su secretario perpetuo. En tal evento, se consideraba la necesidad de establecer en nuestro país una academia de la lengua, para que se redactara un diccionario de voces hispanomexicanas, así como una gramática de las lenguas habladas en México. Y era imprescindible poner orden, corrigiendo también el uso anárquico de la ortografía, por ejemplo.
En 1835 nació la Academia de la Lengua, ratificada por decreto presidencial en 1854; y en 1865, surgieron las secciones dedicadas a la filología y la literatura de la Academia Imperial, apareciendo luego la Academia Nacional de la Ciencia y Literatura, en 1870. Hasta que en 1875, surge la Academia Mexicana de la Lengua. Su director fue José María Bassoco, siendo presidente de la República, Sebastián Lerdo de Tejada.
La de México fue la cuarta academia fundada en el mundo de habla hispana; después de la RAE, se creó la de Colombia y poco después la de Ecuador. Había despertado el deseo legítimo de perfeccionar el idioma por medio de estas instituciones, que van recogiendo con el tiempo las palabras más en uso en distintas regiones, para someter a consideración de sus integrantes, la posibilidad de ampliar el vocabulario de los distintos países de habla española.
Actualmente hay 24 academias, las que integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, la ASALE. Como es sabido, surgió en México en el gobierno de Miguel Alemán Valdez, la iniciativa del primer congreso de habla española, en 1950, para establecer academias en aquellos países de lengua española, en donde no existían. En este antecedente, se efectuó el congreso en 1951.
En Zacatecas tuvo lugar, durante los días del 7 al 11 de abril de 1997, el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, el que fue organizado por la Secretaría de Educación Pública y el Instituto Cervantes; el presidente de la República era Ernesto Zedillo. La inauguración corrió a cargo del presidente y de los Reyes de España. El lema del congreso fue “La lengua y los medios de comunicación”.
A lo largo de la historia de las reuniones de las academias, ha prevalecido el objetivo de fijar claramente las reglas a que debe sujetarse la expresión del español. No siempre se alcanzan consensos de manera fácil, ya que cada academia expone sus razones a fin de hacer prevalecer las reglas, como fue el caso por ejemplo de la reunión de la ASALE en 2010, en que se discutió muy ampliamente el uso del acento diacrítico o tilde diacrítica a la palabra solo. Se discutió sobre este acento, cuando es adjetivo o adverbio. Finalmente se optó por desaparecer la tilde a dicha palabra, basándose en que de acuerdo al contexto, se entenderá sí es adverbio o adjetivo. En la academia mexicana prevaleció la idea, de acentuar la palabra cuando es adverbio, es decir “sólo”, y no hacerlo cuando es adjetivo: “solo”. Se respetó tal determinación de la representación mexicana, en el acuerdo de que cada academia estime lo conveniente.
El actual director de la Academia Mexicana de la Lengua, para el periodo de 2019 a 2023, es el escritor Gonzalo Celorio. Es importante, NO OLVIDAR NUNCA, que hay una academia de la lengua, la que fija reglas, aunque haya quien las omite a su antojo, llevado por las modas y los afanes políticos.