
Movilidad social: Este mundo donde la cuna es destino
TOÑO PIÑON
Existen mecanismos e indicadores para medir las posibilidades que tiene un individuo de cierta clase socio económica de ascender a la siguiente, o dicho de forma más coloquial, de morir económicamente mejor de cómo nació; en este siglo actual, a partir del año 2000, estas posibilidades se han reducido dramáticamente y según mediciones, la idea de que un pobre deje de ser pobre o que alguien de clase media llegue a ser rico, por vías legales y solo con su esfuerzo, resulta un auténtico “sueño guajiro”. Al estudio de todo esto se le denomina “movilidad social”.
La movilidad social se refiere al movimiento de las personas de un nivel socioeconómico a otro. Se dice que una persona tiene movilidad cuando cambia su situación socioeconómica en relación a la del hogar en que nació. El Informe de Movilidad Social en México 2019 realizado por el “Centro de Estudios Espinosa Yglesias” (https://ceey.org.mx/wp-content/uploads/2019/05/Informe-Movilidad-Social-en-M%C3%A9xico-2019..pdf) nos presenta datos que indican que México es un país con muy baja movilidad social. Entre ellos, que 49 de cada 100 mexicanos que provienen del nivel socioeconómico más bajo permanece exactamente donde mismo en la siguiente generación. Esto quiere decir que el nivel socioeconómico del hogar en que nacen es determinante en el nivel de bienestar que alcanzan en su vida, por lo que en nuestro país, para un porcentaje muy elevado de la población la cuna se ha convertido en destino. Si comparamos a México con otros países, particularmente con aquellos donde existen altos niveles de bienestar como Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca, las diferencias son considerables. En estos países, el número de personas que se encuentran en el nivel socioeconómico más bajo y que permanecen ahí durante toda su vida es prácticamente la mitad que en el nuestro. Asimismo, mientras en México solamente 4 de cada 100 personas que parten del nivel más bajo logran progresar y escalar al nivel más alto de la estructura socioeconómica, en dichos países escandinavos el número es tres veces mayor. Para resumir en breves puntos lo que dicho informe nos arroja, observemos lo siguiente:
- 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares más pobres se quedan ahí toda su vida. De los 51 restantes que ascienden aunque sea un poco, 25 no logran superar la línea de pobreza.
- Lo anterior significa que 74 mexicanos que nacen en esta situación, no consiguen superar la pobreza a lo largo de su vida.
- Por el contrario, 57 de cada 100 personas que nacen en los hogares más privilegiados, se mantienen ahí el resto de su vida.
- Al menos el 48% de la desigualdad en los logros de la población mexicana se debe a que las oportunidades entre las personas no son las mismas.
- A nivel regional también hay diferencias marcadas: 67 de cada 100 que nacen en pobreza en el sur, permanecen en ese nivel; en cambio, en el norte y norte-occidente, esta cifra baja a 25 de cada 100.
- En el sur del país, al menos 45% de la desigualdad económica es producto de la desigualdad de oportunidades. En las regiones norte y norte-occidente esta proporción es alrededor del 30%.
- En cuanto a movilidad social por género, 75 de cada 100 mujeres que nacen en pobreza no logran superarla. Este número se reduce a 71 de cada 100 para el caso de los hombres.
- Entre quienes nacen en hogares del grupo de riqueza más alto, 50 mujeres, en comparación con 57 hombres, se mantienen ahí el resto de su vida.
Por otro lado, el estudio señala que también el color de piel es determinante para la movilidad social. En México, los ciudadanos con un tono de piel más oscuro experimentan menor movilidad ascendente y mayor movilidad descendente respecto a quienes tienen un tono más claro.
El informe hace también una serie de recomendaciones de política pública para ampliar e igualar las oportunidades de los mexicanos, entre las que se encuentran la mejora de la calidad del aprendizaje en las escuelas, un mercado laboral más estable y formalizado, protección social y un sistema nacional de salud universales.
Y estos desalentadores números que nos indican a grandes rasgos que el 74% de los mexicanos no podrán escalar de clase social, encuentran todavía un número más contundente para Estados Unidos y el propio México: independientemente de que puedas mejorar aunque sea un poco tu estatus social, a partir del siglo XXI tenemos solo un 8% de probabilidad de ser de clase alta o rico, si naciste en clase media. Thomas Piketty, en su libro “El capital en el siglo XXI” desarrolla ampliamente la premisa de como la realidad económica en el mundo permite que el rico se haga cada vez más rico y mientras que quien no lo sea (pobre o clase mediero) no logre nunca llegar a serlo. De hecho, demuestra que el dinero pasivo de los ricos (lo ya acumulado) crece a una velocidad mayor que la misma economía, por lo que generar riqueza es casi exclusivo de quien ya la tiene. Esto cobra sentido cuando observamos la cantidad enorme de casos de emprendedores que no superan su primer año o que difícilmente llegan al quinto, pues las condiciones económicas impiden que quien no inicie un proyecto con solvencia y no tenga un “colchón” o “red de protección” para tolerar las vicisitudes que se presentan al iniciar una empresa, termine por tronar más temprano que tarde.
Quienes no dimensionan todo esto y defienden la “meritocracia”, es decir, la teoría de que todo depende de uno mismo y que simplemente hay que “echarle ganas”, generalmente caen en 2 falacias argumentativas: 1. Poner el ejemplo de alguien que de la nada se hizo millonario (“garbanzo de libra”); y 2. Recordar cómo le hicieron en otros tiempos los padres, los abuelos o uno mismo, dependiendo de la edad. Lo cierto es que la realidad de las décadas pasadas es muy distinta a la situación económica actual, pues para nuestros padres con mucho esfuerzo y una carrera profesional era suficiente para lograr estar mejor que nuestros abuelos, ya que la “vara” que había que superar estaba muy baja. Por tal motivo hoy escuchamos frases como “los viejos de antes si eran chingones”; “mi abuelo a mi edad ya tenía 8 hijos, dos casas y un terreno”; también recuerdo un meme circulando por redes sociales que dice “Somos la generación que ya no alcanzó terrenos baratos”; ¡y todo esto es verdad! Pero no por voluntad de las personas o porque nuestros jóvenes sean menos valiosos sino por las condiciones socio económicas globales, que permitían a partir de 1940 tener un progreso importante con respecto a sus generaciones anteriores y fue justamente en ese momento donde nació el famoso “Sueño Americano”, donde personas trabajadoras, con esfuerzo, podían conseguir lo que se proponían y escalar todos los peldaños que la vida les alcanzara para morir mucho mejor de como nacieron. Este “American Dream” empezó a desaparecer en los 80’s y terminamos por llegar a una época de pocas esperanzas en el año 2000, cuando vemos que la desigualdad ha crecido desmedidamente pues mientras los millonarios se hacían billonarios y los billonarios actualmente son trillonarios, la base de la pirámide no podrá en su mayoría acceder a mejores condiciones que como nació.
Estos estudios y muchos otros han demostrado fehacientemente que es falsa la premisa de “el pobre es pobre porque quiere” y otras frases como “los pobres son huevones, por eso no progresan”, “ignorantes, deberían ponerse a estudiar para salir adelante” y linduras por el estilo. Lo cierto es que la forma de pensar, de actuar y por tanto de enfrentar la vida de un individuo está marcada por su realidad, el contexto en que nació y se formó (Materialismo Histórico Marxista) por lo que juzgar a la ligera no solo es injusto sino que abona a la difícil situación, por no enfocarnos en los problemas reales. Un buen inicio sería dejar de criticar a los subalternos y dejar de aplaudir a los trillonarios (como ejemplo casos como Bezos y Musk entre otros) que han amasado sus grandes y ofensivas fortunas a partir de perpetuar y acrecentar la desigualdad social, de la explotación de los mas desfavorecidos y de aniquilar los recursos naturales. Las aseveraciones tipo “Bien por ellos, supieron hacer lana”, “Cada quien sabe que hacer con su dinero”, “Que envidiosa la gente que no puede ver a personas exitosas que amasaron justamente su fortuna” y otras más, son parte del problema. El 10% del GDP mundial (PIB) está parado en bancos y paraísos fiscales mientras la mayor parte de los seres humanos padecen alguna o varias carencias; ¡el 10% de la riqueza total del planeta tierra se está pudriendo en un banco mientras 2.8 millones de niños mueren de hambre al año! Debemos dejar de normalizar esto y obvio de aplaudirlo. No se trata de aborrecer a los ricos, es legítimo aspirar a serlo, pero de ser rico a ser trillonario hay una enorme, abismal diferencia, que para que una persona logre ser esto último se tienen que morir muchos seres vivos. Es urgente cambiar las estructuras globales de como vivimos actualmente en el mundo, empezando por democratizar las fuentes de riqueza, respeto máximo al medio ambiente y mejorar las condiciones de los subalternos o desfavorecidos (esto no solo por el bien de ellos sino de toooodos). La especie humana está en el momento histórico donde los grandes cambios no son opcionales.