Cultura Ciudadana
Por Antonio Piñón Aldana
El comportamiento de una persona en lo individual definitivamente incide en realidades colectivas, pues a fin de cuentas un grupo, sociedad o comunidad de cualquier tipo no es más que un conjunto de individuos. Por tan simple pero contundente premisa es que resulta de gran relevancia el estudio de la conducta individual en la dinámica de una nación; como se comporta el ciudadano en su faceta de funcionario público, político o gobernante y como se comporta en su rol dentro de la sociedad, en ámbitos personales, familiares o vecinales; cuestiones determinantes para entender el desarrollo o subdesarrollo de un país.
Si acogemos las definiciones tradicionales de la más elemental Teoría del Estado, de autores como Heller, Jellinek, Webber o Rousseau, donde se define al mismo como la conjunción de territorio, población y gobierno, podemos advertir que dos de los tres elementos referidos se determinan por individuos, personas; razón por la cual insistimos en la capital importancia de la conducta personal en la marcha de un Estado, específicamente el que nos ocupa, del Estado Mexicano. Por ello es imperativo estudiar las reglas, sobre las que una persona determina su actuar o que es lo que motiva la acción a una persona. El economista estadounidense Douglass North recibió el premio Nobel en 1993 principalmente por desarrollar estas ideas, al explicar su hipótesis de porqué las sociedades se desarrollan a ritmos tan distintos. Principalmente en su obra “Estructura y cambio en la historia económica”, afirma que los cambios institucionales son más relevantes que los tecnológicos para el desarrollo económico de una sociedad; si los grupos que ocupan posiciones sociales dominantes detectan que las instituciones no responden a intereses colectivos, fuerzan los cambios. Es la actividad de la sociedad determinante en la realidad económica y política de las naciones.
En este sentido, ¿qué tipo de normas regulan el comportamiento de una persona? En su “Guía práctica de cultura ciudadana”, Antanas Mockus afirma que existen reglas informales que son un complemento inevitable de las reglas formales (legales). Las informales pueden clasificarse en dos grandes áreas: las morales y las culturales. Las primeras expresan básicamente principios interiorizados que cada persona aplica “desde adentro” y que le provocan culpa en caso de violarlos o satisfacción moral en caso de respetarlos. Por otro lado en las normas sociales, hablando de la regulación cultural, la desobediencia a las mismas lleva a la posibilidad de sanciones sociales que puede manifestarse desde que alguien frunce el ceño en señal de desaprobación o censura hasta ser excluído de un grupo, que generalmente inducen sentimientos de vergüenza; mientras que la adecuada conformidad con dichas normas es premiada con reconocimiento o inclusión. La armonía entre ley (reglas formales), moral y cultura permite mayor acuerdo social y su debida cohesión, permitiendo la existencia de la llamada “acción colectiva”, para obtener bienes en beneficio de todos. De aquí radica buena parte de la carga en una exitosa realidad de los paises. Procurar pues una adecuada cultura ciudadana en la sociedad es de capital importancia para nuestro México, modificando el comportamiento humano ya sea por medio de políticas públicas (a iniciativa del Gobierno) o proyectos de la sociedad civil (iniciativa del gobernado), para obtención de bienes colectivos que repercutan positivamente en la vida económica, política y social de la comunidad.
Aquí en Chihuahua se necesitan programas de educación cultural que promuevan precisamente la cultura ciudadana, en varios rubros de nuestra dinámica social. Por poner sólo un ejemplo, la cultura vial en la ciudad es negativa, pues diario nos enfrentamos a situaciones que ponen en peligro nuestra seguridad, patrimonio o tranquilidad al momento de salir a la calle y conducir un vehículo. Numerosos accidentes, mal uso de las vialidades, desobediencia a los señalamientos de tránsito, malos hábitos al estacionarse, descortesía y ofensas son entre otras cosas situaciones recurrentes en la cotidianeidad chihuahuense al paso de sus vialidades; conducir en Chihuahua capital sin duda es una experiencia desagradable, en más de un sentido. En este sentido, el papel del Gobierno local ha sido limitado en tratar esta problemática, pues endurecer las penas y costo de las multas así como incrementar la presencia de elementos de vialidad en las calles son medidas que no han sido suficientes. Por el contrario, ha crecido la corrupción entre los agentes de tránsito y ciudadanos, por un lado; por otro lado, los altos costos de las infracciones y la aplicación de las normas con criterio bajo y equivocado provocan en el ideario colectivo la idea de que las patrullas de vialidad tienen la encomienda de ir a la “caza” del ciudadano, con fines recaudatorios (y tal vez haya algo de verdad en ello); no hay prevención, sólo castigo y por tanto, no hay educación. Es necesario acostumbrar al ciudadano a respetar las normas culturales o sociales y no nada más las legales, como comentábamos en párrafos precedentes y esto se logra únicamente con técnicas de reeducación y no con la dureza en la ejecución de sanciones.
La problemática vial en Chihuahua es un excelente ejemplo de la necesidad urgente de modificar conductas: por un lado, la manera en que Gobierno asume este tema con las decisiones públicas al respecto y por otro lado, la cultura ciudadana frente al volante. En ambos lados de la moneda, es menester cambiar enfoques y perspectivas y esto se logra sólo con programas especializados al respecto. Si no modificamos nuestra conducta no podremos ver soluciones reales y de fondo. El manejo de la cultura ciudadana, principalmente a iniciativa de los gobiernos, es ya una necesidad inmediata que no debe postergarse. En México debemos modificar hábitos, erradicar vicios y adquirir mejores costumbres; a nivel clase política y a nivel sociedad, nos urge hacer las cosas de diferente manera y romper de este modo ese famoso “sistema” que parece ser el principal culpable del estancamiento nacional que desesperanza y en ocasiones derrota. Si hay solución: es la educación. Y no sólo existe la educación desde el punto de vista académico. Reeducar nuestras costumbres y la cultura ciudadana debe ser ya prioridad en nuestra realidad.