LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

¿Con qué armas regresar a la batalla educativa en junio?

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Decía un comentarista esta semana, que a la hora de regresar a clases, con todos los riesgos que esto implica porque la pandemia no se ha domado completamente, el maestro no les va a decir a sus alumnos: a ver abran su libro de matemáticas en la página 27. Claro que no lo va a señalar así, porque no sabe si sus estudiantes ya leyeron bien hasta la 26, si ya leyeron bien y lo comprendieron bien.

El regreso precipitado que se hará en junio, válgame la comparación, será algo así como cuando los texanos sorprendieron dormidos -tal vez no todos lo estaban- a los soldados comandados por Antonio López de Santa Anna, en San Jacinto, unas llanuras cerca de La Porte, Texas, el 21 de abril de 1836. Les sonaron duro y bonito a los mexicanos, quienes desorientados por la repentina situación, equivocaban sus arremetidas contra el enemigo, lo que dio pie para la pérdida de Texas; incluso, a esa batalla se le conoce también, como de “la Siesta”. Y Houston se lució como el comandante héroe del combate.

La realidad es que los alumnos de todos los niveles irán muy “desencanchados” a retomar las acciones por la educación, y qué se le puede hacer, no hay de otra. Además estarán inmersos en las inadecuadas condiciones, en lo general, de las aulas, baños, canchas, bebederos, etc. Es la realidad, no hay que adornar las cosas. Lo que será fundamental indudablemente, es que hay que hacer una evaluación a conciencia de los escolapios, para poder dar el siguiente paso. Ahora ya se le llama a esta generación, como la de los niños de la pandemia, y en ese sentido tendrán que recibir una educación muy especial los estudiantes de los diversos niveles, sobre todo los de los inferiores.

Cuando José Vasconcelos se echó a cuestas la tarea de planear una reforma educativa, no lo hizo pensando a ver si era aceptable lo que se propuso. Se acababa de pasar por un movimiento social muy conflictivo, el cual se prolongó por los grandes errores de Francisco I. Madero, al no dar cumplimiento a las promesas que hizo a los mexicanos, para que lo apoyaran en su lucha contra la dictadura. Por principio de cuentas, al firmarse los Tratados de Ciudad Juárez, el 21 de mayo de 1911, se acordó dejar como presidente provisional a Francisco León de la Barra, quien era el secretario de Relaciones Exteriores del derrotado Porfirio Díaz. Esto era, según se acordó, mientras se convocaba a elecciones por la Presidencia de la República. Se supone que Madero y sus más allegados, no habían leído El Príncipe, de Maquiavelo (1469 – Florencia, Italia – 1527), en el que se aconsejaba no compartir el poder de ninguna manera con el gobierno que había sido derrocado. Los errores maderistas costaron mucha sangre a México.

Retomando el meollo, al terminar sustancialmente la Revolución, se tenía que pensar en una reforma educativa que contemplara forjar otro modelo de mexicano. Una persona pacífica, sin resentimientos, tolerante, con altos valores cívicos, un buen ciudadano, en pocas palabras. Y desde esa perspectiva, Vasconcelos fraguó su reforma, que fue la primera en la historia de la educación y la considerada como más oportuna y adecuada; como lo que necesitaba realmente el país, para su desarrollo.

En este sentido, volver a clases implica reconocer las consecuencias que dejó la pandemia de la Covid-19. Regresarán a las aulas niños y jóvenes que perdieron a familiares, que sufrieron grandes carencias económicas por este motivo, así como por la falta de empleo de los proveedores de la casa. Muchos hogares quedaron sin sustento, lo que impidió también la asistencia en línea a clases, de millares de alumnos, que tuvieron que solventar las necesidades más apremiantes para sobrevivir. Los maestros y las autoridades educativas deben partir de esta realidad, para continuar brindando el hecho educativo. El alumno siempre se ha tenido que adaptar a la escuela, pero ahora hay que tomar en cuenta que dadas las circunstancias, la escuela se tiene que adaptar también a él.

Dijo el llamado Maestro de América, que se tenía que reconocer lo mexicano, que se podría formar un esquema de educación, sin necesidad de copiar los modelos extranjeros, tanto en organización escolar, contenidos y métodos educativos. De 1921 a 1924 caminó el secretario de la SEP, con esta primera y gran reforma educativa del siglo XX en México. Con la reforma, se sumó una enorme cruzada de alfabetización, estimulada por la amarga situación de que más del 80 por ciento de la población en edad de leer y escribir no sabía hacerlo.

El regreso a clases que parece inmediato, ya en junio, a tres semanas de culminar el semestre o el año, no es garantía de que se va a reponer el tiempo perdido. Primero hay que evaluar el grado de aprendizaje que llevan los alumnos, que será muy disparejo por razones obvias, “y en esas” estarán los maestros cuando suene la campana del final del año o del semestre. ¿Y qué calificación pondrá el docente, se atreverá en la inmensa mayoría de los casos a reprobar al pupilo? ¿O dará por bueno el grado de conocimiento? Y sí es así, hay que imaginar cómo irá el muchacho al siguiente curso.

En muchos de los casos llevarán unas inmensas “lagunotas”, que impedirán comprender los temas subsiguientes. La enseñanza es gradual y no se puede saltar un escalón el educando, para subir a otro porque queda trastabillando. La ética del maestro incluye, “no el pasar por pasar” al alumno a otro grado, porque le hace un daño en su formación. Sería tanto como traficar con boletas de calificaciones. Algunos dirán, si se pueden comprar certificados y títulos, qué tanto es tantito, con una simple boleta.

Definitivamente, entrarán muy desnutridos educativamente hablando, los alumnos a la escuela el mes de junio, desprevenidos, así como decía que agarraron a los soldados de Santa Anna en la Batalla de San Jacinto o “de la Siesta”.

Mostrar más
Botón volver arriba