EL ORÁCULO DE APOLO

 

El mito de la identidad cultural

Por Enrique Pallares

 

El problema de la identidad cultural es un tema que se ha discutido ampliamente en las ciencias sociales, especialmente en la antropología, pero que hoy en día ha entrado a formar parte del discurso político. Se ha convertido en un punto de interés en la política de muchas naciones como consecuencia del acelerado flujo y reflujo de intercambios culturales.

La principal preocupación de algunos gobiernos y grupos sociales, consiste en que las sociedades a las que pertenecen, se vean invadidos por rasgos culturales ajenos que vendrían a distorsionar lo que les es propio, lo que les pertenece, bajo el supuesto de que lo que viene de afuera es nocivo para el buen funcionamiento de sus sociedades.

En este tenor, se busca, en el peor de los casos, afanosamente la identidad cultural como algo que hay que encontrar o recuperar, y en el mejor, como algo que hay que retener y defender. Veámoslo en detalle.

Con esta idea, empecemos: La historia de la humanidad es la narración de cómo las cosas humanas van siendo a lo largo del tiempo. Y, a lo largo del tiempo, las cosas van variando en todos los campos en que hay historia. De la misma manera que hay una historia geológica del planeta, o una historia biológica que nos dice cómo han ido variando los organismos, lo mismo pasa con la historia cultural.

La historia cultural nos narra cómo ha ido variando la cultura, cómo se han ido creando nuevos rasgos culturales y cómo han ido desapareciendo viejos rasgos. Pero también esta narración nos informa de cómo la frecuencia relativa de la distribución de los rasgos culturales ha ido cambiando en el mundo.

Ahora, por ejemplo, no se come de la misma manera que hace x número de años, no existen las mismas costumbres familiares de hace algunos años, y tampoco hay las mismas ideas de hace algunas décadas.

Los rasgos culturales son esencialmente dinámicos. Podemos tomar una instantánea y decir que “en ese momento las cosas son así”, pero también podemos tratar de predecir qué camino puede llevar la evolución cultural.

Durante largo tiempo en la historia de la humanidad, las comunidades habían estado aisladas y por tanto la gente tenía su propia cultura, su mundo era un mundo más o menos cerrado y con poca o nula comunicación. Un testimonio puede ser que en ese mundo se hablaban muchísimas más lenguas que ahora, y cada vez se hablan menos lenguas.

O también podemos ver en esa narración, que cuando en Mesopotamia se descubre algo como la rueda, este invento tarda más de mil quinientos años en llegar desde Mesopotamia hasta Egipto.

Esto ha ido variando en la Edad Moderna, que entre otras cosas significa la ruptura de esas culturas aisladas. En este proceso vemos que lo que se cultivaba en América hoy se cultiva en Europa y lo que se cultivaba en Europa hoy se cultiva en América.

Lo mismo ocurre con muchos frutos, animales o cosas. No hace falta ir a China para comer naranjas o para que le apliquen acupuntura ni un chino tiene que ir a Europa o a América para que le pongan antibióticos.

El fenómeno cultural al que estamos asistiendo es que la variedad cultural se ha incrementado, se ha multiplicado en varios tantos en todos los lugares del planeta. En cualquier lugar tenemos gastronomía de todo tipo. Música de todo tipo o maneras de pensar de todo tipo.

Asistimos pues, a un proceso en el cual el mundo cada vez es más variado culturalmente a nivel local, pero cada vez se parece más si hacemos las comparaciones entre lugares distintos.

Los acervos culturales de las comunidades locales se han ido incrementando y son cada vez mayores. Pero por otro lado, las culturas unánimes de esas comunidades se han ido estrechando hasta que prácticamente han desaparecido.

El proceso de globalización transforma el mundo en «un pueblo planetario», según la expresión del sociólogo Marshall Mac Luhan. Los problemas sociales trascienden las diferentes sociedades y pareciera que asistimos al desarrollo de una cultura uniformizada y mundializada que tiende a ir más allá de las «culturas nacionales».

Este proceso es imparable, y cuando algunos tratan de pararlo, exponen argumentos que suelen estar basados en sofismas y en entidades ficticias que simplemente no existen. Tratan de parar este proceso de universalización creciente diciendo que si asimilamos contenidos culturales que no eran tradicionalmente nuestros, entonces vamos a perder nuestra “identidad cultural”.

La única noción clara de identidad es en las matemáticas. En el campo social, la identidad es aquella relación en la cual todo individuo está consigo mismo y con ningún otro, es decir, uno solo es idéntico a sí mismo y a ningún otro, Einstein es idéntico a sí mismo y a ningún otro. Lo mismo ocurre con otra clase de cosas ya sean animales o planetas.

Y esto no tiene nada que ver con ningún contenido cultural. Es decir, Einstein no se convierte en otro por el hecho de que aprenda otras cosas o que adopte otras costumbres, lo que hace Einstein es cambiar y evolucionar mientras estuvo vivo.

Según ciertas ideas políticas, al momento que alguien cambiase culturalmente, perdería su identidad. Pero esto no significa absolutamente nada. Estos son inventos de los políticos para engañar a la gente.

Los estados nacionales son entidades sumamente artificiosas y están manipulados por la clase política. Ellos tienen interés en crear una especie de religión nacionalista, del Estado.

Por ejemplo aquí en México, con una gran diversidad cultural, los políticos han tratado de crear una especie de religión nacional cuyos profetas son Juárez y otros más, a los que se les levantan feos monumentos. Claro que esto sucede en otros países, en donde también los militares fomentan la ideología nacionalista y la supuesta identidad cultural.

La evolución cultural es algo dinámico y que va a continuar. Lo que parece racional, ética, política y filosóficamente deseable es que la evolución cultural esté determinada única y exclusivamente por las libres decisiones que tomen los individuos, que son los verdaderos portadores de los contenidos culturales.

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