
La llevada y traída Dignidad Humana
Por Enrique Pallares
Algunos filósofos del pasado han señalado una dualidad en la naturaleza humana: por un lado somos seres sometidos a las leyes de la naturaleza y por otro, los humanos somos seres espirituales, individuales con alma incorpórea e inmortal, como los dioses. Según estos pensadores todos los animales tienen naturaleza, sólo los humanos tendríamos dignidad.
Quizá el más famoso esfuerzo por dotar de una base filosófica a la noción de dignidad humana sea el del filósofo Innmanuel Kant. Este autor hace consistir la dignidad en un elemento o factor, que según esto poseemos los humanos, y que nos da la capacidad para la elección moral. El filósofo Kant, definía al ser humano como un ser racional espiritual con total independencia de su cuerpo y -por ende- completamente autónomo e independiente de las leyes de la naturaleza.
De acuerdo con esta concepción, los seres humanos tendrían ese elemento, la “dignidad”, por que sólo ellos tendrían voluntad libre y así poder escapar al determinismo natural y escaparse de este modo a lo que le es propio de su naturaleza humana. Esta visión presupone una dignidad ontológica, esto es, que existe “algo” interior en cada ser humano que se llama dignidad.
Otros autores sostienen que la dignidad es una calidad o bondad superior que algunos seres gozan como especial valor, estratificándolo de superior a inferior. Pero la verdad es que ni Kant ni ningún otro filósofo, han podido definir con claridad qué es ese factor, o ese algo, que se supone poseemos los seres humanos que se llama “dignidad”. Por lo anterior, viéndolo como un “algo” que poseen los homo sapiens, lo convierte en un concepto vacío.
Veamos este problema con otro enfoque. La palabra digno viene del latín dignus que significa merecedor de algo o que le corresponde algo a alguien por mérito. Así, si decimos, por ejemplo, que Manuel tiene un salario digno, significa que ese salario se lo merece Manuel. Él tiene una vivienda digna da a entender que él se merece esa vivienda. El Quijote es una novela muy digna, es decir, el Quijote se merece toda nuestra admiración, o merece que sea aceptable como una gran obra literaria. Esto es lo que quiso decir Aristóteles con su frase: “La dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos”.
Como verbo tiene el significado de tener a bien hacer algo, o bien aceptar o tolerar con cierto desdén, como en la frase “el Presidente se dignó bajar de Palacio”.
En ningún diccionario ni en ninguna ética expresan que la dignidad sea un factor que sea poseído por una especie, y en especial por el ser humano. Por lo tanto, en cualquier sentido correcto, “dignidad” es un concepto relacional o relativo, esto es, la cualidad relacional de ser digno de algo, con relación a otra cosa; no como un elemento o factor poseído por alguien.
Entonces, como se puede ver, lo que no significa nada es la dignidad genérica, sin especificación alguna. Decir que alguien es digno, o que los seres humanos tienen igual dignidad, sin más, es dejar estas frases incompletas y, en definitiva equivale a no decir nada, es mera retórica.
Decir que Alicia es hermana de Juan, significa que hay una relación familiar entre Alicia y Juan, pero decir que existe la hermandad en Alicia y en Juan, es un sinsentido. Es el mismo caso del concepto de “libertad”, no existe la libertad a secas, o mejor dicho, no refiere a nada en general, decir Juan es libre es dejar la frase incompleta, pues para darle a la expresión sentido, es necesario estipular que Juan es libre con respecto a que, de qué o de quién es libre.
La dignidad no sólo es un concepto complejo, sino vacío. Por un lado, se quiere dar a entender por ella como un valor intrínseco del ser humano, que no le otorga nadie sino que posee por el mero hecho de serlo, por nacer, por estar provisto de racionalidad y libertad, sin distingo de sexo, raza, religión, orientación sexual ni otros condicionantes.
Y, si por otro, dignidad humana significa que un individuo siente respeto por sí mismo y se valora a sí mismo, entonces es claro que no todo ser humano “tiene dignidad”. Y por lo tanto no puede ser la base de la moral o de los derechos humanos.
El fundamento de la moral no está en la dignidad abstracta, sino en dos emociones naturales básicas: el amor a uno mismo y en la compasión; en nuestro pequeño margen de maniobra frente a las leyes naturales y en nuestra capacidad de pensar y decidir, de gozar y sufrir. En una discusión ética racional y de derechos humanos, no se pueden admitir términos tan vacíos como el de “honor” o “dignidad”, so pena de convertir la ética y los derechos humanos en una ceremonia de confusión.