El vaivén de la competencia y la cooperación
Por Heriberto Ramírez
La dinámica social, quizá, pueda ser entendida por el constante ímpetu que suele imprimirse al espíritu de la competencia en casi todos los ámbitos de la vida. Además, en distintos momentos de nuestra historia reciente se le ha encontrado un respaldo en las ideas darwinistas. Triunfan los más capaces y fracasan los inadaptados.
Por otro lado, se enaltece el espíritu cooperativo y asociativo de los humanos, llevado hasta el más profundo altruismo, apelando a una bondad intrínseca en nuestra naturaleza humana. Sus ejemplos emblemáticos radican en los grandes movimientos sociales fundados sobre los lazos de solidaridad.
Ambas fuerzas, ambas tensiones de manera innegable están presentes en nuestro devenir. La competencia está presente en la búsqueda, a veces incontrolada, del poder que se ha debido moldear en un esquema democrático para regularla de la mejor manera, conduciendo al fin, en modelos democráticos que, más o menos, propician tomas de decisiones benéficas para la mayoría. Puede desplegarse esta misma desmesura en la búsqueda del conocimiento, los países y las distintas comunidades de investigación, sobre todo en la época moderna, compiten entre sí por ver quién consigue primero realizar los hallazgos más espectaculares, confiando en que estos habrán de traducirse en poder político y económico, pero también se ha convertido en beneficios para toda la humanidad.
Los vínculos ideológicos, que construyen fuertes compromisos de colaboración son agentes poderosos de transformación social. A lo largo de nuestra historia las revoluciones sociales han propiciado grandes cambios, gracias al poder transformador de quienes hombro con hombro se han solidarizado, a veces, en condiciones de gran dramatismo, para alcanzar las metas propuestas. Los ejemplos son abundantes. Sin embargo, también vemos como han constituido verdaderas dictaduras, persiguiendo u oprimiendo a las minorías o a quienes piensen de manera distinta.
Esto viene a cuento porque en nuestra situación actual vemos grades esfuerzos de colaboración, en medio de un componente de competencia. Las grandes farmacéuticas han emprendido una intensa competencia por encontrar una vacuna, llevada al cabo en medio de una maraña, hasta ominosa, de intereses políticos y económicos, pero que finalmente habrá de traducirse en la salvación de una cantidad inmensa de vidas humanas.
Que contrasta con lo que podríamos llamar eslabones rotos de la cooperación, encarnada en quienes han decidido ignorar la fuerza de las evidencias, apostando por una ideología negacionista, orientando sus vidas en una dirección opuesta a la colaboración y optando por hacer prevalecer obcecadamente su punto de vista. Podríamos decir que esta especie de péndulo ha sido la caracterización constante del devenir humano.
En medio de este flujo y reflujo de nuestra historia, si estamos de acuerdo, hemos de buscar un equilibrio que nos conduzca por un camino seguro en nuestro tránsito por la vida. Hasta ahora hemos encontrado en el conocimiento genuino la cordura indispensable para ir resolviendo nuestros problemas más apremiantes. Quizá no tenga toda la fuerza necesaria, pero ha sido la suficiente para garantizar nuestra supervivencia hasta ahora.
Detrás de esa potencia que nos brinda el conocimiento hay otros rasgos de nuestra humanidad que, aunque parezcan insignificantes, en el día a día marcan una diferencia notable. Están asociadas a las formas elementales de convivencia, la cordialidad, el respecto, el buen ánimo, que se convierten en el pegamento social, por encima de nuestras diferencias. Más allá de en qué momento del péndulo nos ubiquemos.
Mantener unida nuestra cada vez más compleja sociedad puede ser un asunto sumamente complicado, pero a la vez puede ser una cuestión de simplicidad, si encaminamos nuestras vidas.