LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

El hombre y su voluntad que surge y desaparece
Por Mario Alfredo González Rojas

Hablar de procesos de superación de la vida interna, para algunos es perder el tiempo, los que dicen que sólo es para los que se sienten débiles ante los problemas de la vida. Todo obedece a la poca, casi nula información sobre las posibilidades del hombre para derrotar sus conflictos. Y si acaso nos atrevemos a hacer propósitos de Año Nuevo, únicamente nos dura unos cuantos días nuestra inclinación a dominar el carácter, los impulsos, tantos defectos y de pasada los kilos que podemos traer de más.
En el mundo complejo en que nos desenvolvemos, le pedimos a veces permiso a un pie para caminar. Federico Nietzche (Alemania 1844–1900) afirmó, que el principal problema del ser humano es su falta de voluntad. Ya está dicho todo. Sin profundizar mucho en el esoterismo, tenemos grandes lecciones que hay que repasar en muchas circunstancias de la vida. La señora Annie Besant (Reino Unido –1847. India–1933), decía que para dejar a un lado nuestro vocabulario malsonante, grosero, el que va a veces más allá y desemboca en acciones reprobables, había que proponernos, por no decir al comenzar el día, ni una sola palabra impropia, aún en forma mental. Y eso es voluntad y propósito; no olvidemos que los potros salvajes se doman con constancia, un día sí, y otro también.
Ya que estamos en esto aunque sea en teoría, no está por demás recomendar el luminoso libro “A los pies del maestro”, que escribiera a los 14 años de edad un joven hindú llamado Krisnamurty, el que con el tiempo, se convertiría en una de las voces más autorizadas en eso de la concentración mental y de la propagación de procesos para encontrar la sabiduría. El libro mencionado, lo hizo después de estar un tiempo realizando estudios en un grupo de ocultismo oriental. Su obra conmovió a estudiosos de estos temas, por su profundidad expresada con razonamientos claros y en frases muy sencillas. De paso no está por demás recordar, ya que hablamos de buenas intenciones, una de sus ideas; por ejemplo, cuando tratamos un tema, hay que cuidarnos de que sea “bueno, útil y verdadero”. Agregaba en su recomendación, el entonces muchacho de 14 años, que si le faltaba uno sólo de estos atributos a lo que expresábamos, mejor había que guardar el más generoso silencio. Yo me he preguntado muchas veces, si después de dar un punto de vista, de proponer algo, estaré cumpliendo con esta sabia advertencia del hindú.
Hace algunos años, me contó una valiosa anécdota el escritor chihuahuense Martín H. Barrios Álvarez (1904–1965), la que refiero a mis amigos de vez en cuando, sobre el respeto a los diferentes grupos étnicos, que por cierto de una u otra forma no se cumple generalmente en México. Sucedió que el maestro Barrios, cuya obra principal fue “La grandeza de Chihuahua”, y quien por cierto fue uno de los que impulsó en 1954, la creación de la Universidad Autónoma de Chihuahua, asistió a una conferencia pronunciada por José Vasconcelos (1882–1959), el escritor y filósofo oaxaqueño. La presentación fue en el Teatro de los Héroes –ya desaparecido-, y como en toda intervención del reconocido como el “Maestro de América”, sus palabras llenaron el ambiente de sabias reflexiones. Hablaba, el que fuera el primer secretario de la SEP, el mejor que hemos tenido, autor de “Ulises criollo”, acerca de cuestiones de humanismo, rematando su conferencia con el sublime mensaje: “Ten por divisa en la vida, el desdén de todo desdén, el apartamiento de todo apartamiento: en suma, amarlo todo”.
Tan precioso remate se vino abajo, cuando al salir Vasconcelos del teatro, pasó junto a él un indígena, cargando en la cabeza una canasta con cazuelas, y como había llovido horas antes, el folklórico vendedor distraído tuvo que pisar un charco, y salpicó el casimir inglés del maestro. No se hizo esperar la reacción del conferenciante, el que soltó dos o tres frases hirientes al humilde victimario. “A partir de entonces –recordó Barrios Álvarez, quien fue gobernador interino de Chihuahua en 1943– dejé de admirar a Pepe Vasconcelos, se cayó de mi gracia”.
Se ha dicho que los hombres (aquí incluyo también a las mujeres, yo no soy fan del lenguaje incluyente, soy fiel a la Real Academia Española), somos algo así como una piedra en bruto, que hay que pulir hasta transformarla en un diamante. Y vamos y venimos en la misma lucha de dominar a nosotros mismos, y quién sabe hasta cuándo.
Recibamos el 2021 con los mejores deseos de vivir en paz, sin olvidar, como se ha dicho siempre, que la paz fundamental se origina en el corazón del propio hombre.
[2/1 10:22 a. m.] Papa nuevo: LA TINTA ERRANTE
De Paseo por La Libertad
Por Germán Campos

La Libertad representa un sinfín de cosas para los chihuahuenses. Es un paseo por la nostalgia para unos y el camino diario para otros. Es el brazo izquierdo de la Catedral de Chihuahua a la que miles de personas admiran constantemente. Hacia cualquier lado al que dirijas tu mirada, millones de imágenes aparecen; cada una cuenta una historia diferente. En algún momento durante el día, todos los caminantes pasan a formar parte de estas historias interminables.

En los primeros metros de banqueta, unos niños a simple vista solitarios reciben a todo visitante para luego pedirle unos pesos para completar una coquita o un taquito. Pocos metros más adelante, recargado sobre la pared y con aparente vista perdida, un indigente está en el mismo lugar donde estuvo días antes y aún pide una moneda para completar el pasaje en camión. De esos hay muchos y ninguno parece haber llegado a su destino.

Poco a poco, el sonido de las cortinas metálicas empieza a acompañar las conversaciones casuales en los alrededores. Justo en medio de la calle hay algunos asientos, árboles y faroles que hacen más agradable el paisaje urbano. Gente con prisa lleva en una mano un vaso de café aún humeante y cigarrillo en la otra; en pocas horas, algunos niños pedirán a sus padres las conocidas banderillas o conos de nieve.

Conforme avanza el día, en una de las esquinas se escuchan los instrumentos musicales que invitan a las parejas de abuelitos a bailar y aplaudir. Al final de cada canción, los músicos esperan que en la audiencia exista el deseo de compartirles algunas monedas.

Dos trabajadores de oficina que caminan y comen al mismo tiempo tiran sus envases de refresco vacíos al piso pero se jactan frente a sus colegas diciendo que la basura siempre va en su lugar. Otro trabajador con apariencia de albañil carga en su mochila unas cuantas herramientas y su lonche en busca de trabajo para ganar unos centavos. Si bien le va, logrará tres tareas completadas al final de su jornada.

Más personajes se suman a esta monumental obra de teatro a cada momento. Un par de adolescentes que bailan breakdance a su propio estilo siguen el ritmo de la música salida de una bocina chillante y llaman la atención de los transeúntes durante un par de minutos. La mayoría de las personas los pasan de largo y prefieren ignorarlos. Unos más se detienen a observar el espectáculo precario mientras degustan algún alimento que compraron momentos antes. En cuanto se acaba la comida, se acaba también el interés.

Representantes uniformados de la ley pasean sobre dos ruedas en los alrededores para mantener el orden y proporcionar información al ciudadano que parece perdido o confundido, mientras otros más se toman un descanso para desayunar.

A ambos lados de la calle, locales comerciales se especializan en captar todos los sentidos. Bombardean a los peatones con nuevas ofertas y ofrecen remedios rápidos para su aburrimiento a precios accesibles.

De vez en cuando, la voz de un animador se distingue entre cientos de otras para tratar de convencer a los transeúntes que si no aprovechan los descuentos, quizás lleguen a sus casas arrepentidos de lo que no metieron en sus bolsas. A su vez, cada dos locales, por la parte de afuera, señoras atrás de una mesa improvisada muestran la mercancía que venden a precios baratos pero, por lo general, de baja calidad.

De las manos de los compradores cuelgan como esferas de árbol de Navidad bolsas llenas de nuevas adquisiciones. En contraste, tres infantes toman fuertemente la mano de su madre mientras ella ve con esperanza el menú de un restaurante desde afuera y hace cálculos mentales para completar algo de comida para todos con lo que le queda del pago de su semana. De igual forma, los restaurantes de comida rápida informan que, por el momento, sólo se puede pedir comida para llevar pero agradecen la compra y esperan que vuelvan pronto.

Los olores también están presentes. Del suelo parece emanar una amalgama de esencias que no se distingue a ciencia cierta su naturaleza pero que logra causar el desagrado de todo aquel que la percibe.

Los bebederos portátiles están llenos de palomas que buscan refrescarse después de comer algo que los mismos peatones les avientan o simplemente dejan caer. Algunos más sólo las quitan de su camino con aparentes amenazas de correr detrás de ellas.

Quizás hasta con un poco de nostalgia, los paseantes miran hacia el lugar donde alguna vez estuvo el local de las maquinitas que, en su adolescencia, acostumbraban visitar a gastarse su domingo. Gente paseando para pasar el rato, novios tomados de la mano buscando qué hacer durante el tiempo que pasan juntos son el pan de todos los días.

Hacia el final del espacio peatonal se eleva el edificio Casa Chihuahua. El museo que es conocido por ser el Calabozo de Hidalgo cuenta con grandes ventanas rectangulares a ambos lados del marco principal donde aún se puede leer Palacio Federal. Familias enteras, grupos de amigos y peatones esporádicos caminan frente a este museo a diario, aunque no todos le prestan la misma atención que antes.

Aun con todo esto, un paseo por la Libertad es algo para disfrutarse y cada fotografía que ahí se produce es maravillosamente irrepetible.

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