Viaje en carretera

Haga caso omiso: Desayuno con Juan Gelman
Por: Violeta Rivera Ayala

 

Hola, bienvenidos a esté viaje en carretera. Recordé una ocasión en que fui a la ciudad de México; ahí nos encontramos mi querido amigo, el poeta y editor Iván Trejo. Luego nos fuimos a Puebla, pero esa será otra historia. Hoy quiero platicarles que me invitó a desayunar a El Péndulo de la Roma en Álvaro Obregón, con nada más y nada menos que Juan Gelman.
Llegamos y el argentino militante comunista, exiliado y acogido en nuestro país, lleno de historias dolorosas de persecución y muerte, dotado de una sensibilidad única, mezcla de intelectualidad y sencillez (llegar a lo simple es lo más complejo), ya nos esperaba, envuelto en una nube de humo, entre un cigarro tras otro y su presencia etérea: vestido de gris, canoso, tez clara y cejas negras que no lograban hacer contrapeso ante el monocromo y la enormidad de sus ojos cristalinos.
Era un excelente conversador el autor del poema “Mujeres” (decir que esa mujer eran dos mujeres, es decir poquito/ debía tener unas 12397 mujeres en su mujer/ era difícil saber con quién trataba uno en ese pueblo de mujeres…). Y claro, lo que nos tocaba a nosotros era escucharlo con su voz pausada y melodiosa.
Hay poetas que no hablan, cantan, y él era uno de ellos entre que apagaba un cigarro y prendía otro. Tal vez de haberlo grabado hubiéramos descubierto algunos alejandrinos. Así como es su poesía, así, al vuelo, eran sus charlas.
Nos contó de su nieta, quien nació en cautiverio, una vez que sus hijos y su nuera embarazada, fueron secuestrados por la dictadura militar y asesinados cuando ellos tenían alrededor de veinte años. Gelman se enteró de la existencia de su descendiente en 1995 cuando, según los cálculos estaría por cumplir veinte años.
En una carta pública, exigiendo dar con su paradero, escribió: “Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste… Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los veinte años para siempre”.
Por fortuna, para el año 2000, logró reunirse con ella. La chica de nombre Macarena hizo los trámites para reclamar sus verdaderos apellidos y, por supuesto, la familia se ha encargado de reforzar el vínculo sanguíneo.
Pese a semejantes vicisitudes, Juan Gelman mantenía el buen humor. Se me quedó grabada una anécdota en la que nos habló de una lectura que tuvo en el Palacio de Bellas Artes. Al finalizar, sus seguidores se le acercaron para pedirle una dedicatoria para sus libros o la firma de algún autógrafo. De entre la multitud – señaló- un hombre alzo la voz, logrando apagar la algarabía para atraer el silencio y la atención de todos.
¡Maestro, quiero hacerle una pregunta, respóndame, por favor!
Ante la expectativa y desconcierto de los presentes, cuenta que asintió con la cabeza, a lo que el tipo continuó:
¡Puede decirme dónde está el baño!
La gente se le lanzó encima con empujones e insultos: ¡Cómo te atreves! ¡Insensato! ¡Hablen a seguridad! A lo que Gelman, con la parsimonia que caracterizaba su hablar, los interrumpió:
Calma, conozco la respuesta, así que por favor, permítanme explicarle.
Y añadió:
Suba Usted por esas escaleras, luego siga hasta el fondo y dé vuelta a la derecha. Se topará con un letrero que dice CABALLEROS; en su caso, HAGA CASO OMISO y entre.

Terminamos de desayunar. Él pagó la cuenta. Por esas fechas se rumoraba que el literato multigalardonado era uno de los próximos candidatos al Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, falleció antes de que eso pudiera verificarse.
A su descenso, la Presidencia de la Nación Argentina, decretó tres días de duelo nacional.

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