VIAJE EN CARRETERA

 

Construcción de un Abejorio

Por Violeta Rivera Ayala

 

Hola, bienvenidos a este viaje en carretera, que hoy será muy dulce y onírico. Hace unos años se me apareció en sueños mi abuelita materna. Como me suele suceder con ese tipo de visiones, me gana la lógica y entre que avanzo con la ilusión, luego la cuestiono, llega una respuesta rápida para no distraer mucho, le creo, luego otra vez dudo, y así, como si se tratara de un vals: dos pasos para adelante y uno para atrás. Pareciera que el Mr. Smith de la Matrix está por alcanzar a mi mágico Neo; éste se escabulle por una puerta y en eso otra vez alertan por radio walkie-talkie que hay un intruso en el sistema.

Ahora lo explico: veo a mi predecesora, ella saluda y pienso: qué padre que esté aquí. Acto seguido: Imposible porque ya falleció. Le digo: No puedes estar aquí porque ya moriste y le muestro su tumba. Contesta: Todavía no pasa eso, tú eres una niña. Volteo a verme y tengo tres años y estoy sobre un triciclo. Acepto el veredicto: Okey.

– ¿Y qué estamos haciendo? –Pregunto-.

– Tú quieres construir un “Abejorio” y yo vine a ayudarte.

– ¿Qué es un Abejorio?

– Para empezar, un lugar donde las abejas son libres.

Me vuelve a ganar el realismo: ¿Será como el santuario de las mariposas pero con abejas? ¿Es una versión al aire libre de los panales? ¿Se trata del interior de una colmena? ¿Para qué sirve y por qué lo quiero construir?

La observo y está sentada a unos cuantos metros. La niña Violeta da vueltas y mi mente está igual. Me detengo. A juzgar por mi edad y el triciclo, me ubico en Ciudad Juárez. No recuerdo que ella fuera para allá, éramos nosotros quienes la visitábamos en Camargo. Y además, si soy una pequeña no pensaría tanto, ¿o sí? Surge la culpa: en vez de dudar, mejor aprovechar su presencia para abrazarla… Y preguntarle ¿cómo lo haremos?

– Me tengo que ir, sólo me dieron poco tiempo. –Anuncia-.

Y yo desaprovechándolo, me juzgo. No te vayas, agrego.

– Me mantendré cerca y no te preocupes, te ayudaré con tu Abejorio.

Sí alcanzamos a abrazarnos. Sentí mucha luz. Desperté.

Tiempo después, un amigo me mandó una convocatoria del Consulado de México en Douglas, para pintar parte del muro fronterizo. Resulté seleccionada junto con alrededor de otros cinco artistas, más el Colectivo Sangre del Desierto. La experiencia fue maravillosa, a cada quien nos correspondió un muro de 3.5 metros de alto por 12 de largo y por primera vez me subí a una grúa para pintar desde la canastilla. Ya de eso les platicaré luego; ahora quiero enfocarme en que durante esa estancia, conocí un Abejorio.

Resulta que terminando ese proyecto, me invitaron a quedarme para pintar otro mural, ahora en Hermosillo. Cambiamos los vuelos y me estuve otra semana. Además de tratarme súper atentos y amables, lo cual agradezco muchísimo, me prestaron un estudio en el segundo piso del departamento en el que me hospedaron.

– Debo salir. Hay lienzos, pinceles y materiales, si quieres pintar. – señaló mi anfitrión.

Luego de instalarme y descansar un rato, me asomé al espacio. En medio del silencio, comencé a escuchar zumbidos; al poner atención, cada vez se hicieron más fuertes, me asomé por la ventana y oh sorpresa: una mini jungla y cientos de abejas volando libres y sin una aparente trayectoria. La malla mosquitera protegía el cuarto de esa nación de amarillos y negros voladores, entre hierbas, flores y demás vegetación.

Cuando regresó mi amigo y propietario del alojamiento, por supuesto lo primero fue inquirirle acerca de su albergue de abejas y plantas. No recuerdo si le conté que me impresionó sobre todo por la relación con el sueño que me anunció mi antecesora. Me contó que clausuró ese patio interior debido a la invasión de los insectos bicolores. Un espectáculo, más que visual, auditivo, pues por la velocidad y desorden del vuelo, era imposible apreciar el enjambre, sin embargo, el sonido sería la envidia de una carrera de Fórmula 1.

Hasta hace cuatro años, ahí había quedado este tema; creí que con eso cerraba la premonición que anunció mi abuela. No obstante, recién me ha vuelto a rondar la idea de construir un Abejorio, pensándolo primero como un próximo poemario en el que reescriba momentos de mi historia, bajo el uso de las licencias que se puede permitir un escritor para cambiarlos por versiones que mejor le convengan, o sea, endulzarme la vida, como si tuviera una máquina del tiempo para regresar y realizar pequeños ajustes que impacten de forma favorable mi presente y futuro, al fin y al cabo, se dice, que el tiempo no existe.

También lo estoy pintando en mis nuevas piezas, so pretexto de dejarme seducir por la miel, metáfora del amor. No sé hacia dónde más se dirija el destino y las posibilidades de proveer de significado, fondo y forma, al Abejorio, sólo sé, que estoy acompañada en esta misión.

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