EL ORÁCULO DE APOLO

 

Enseñar a conocer científicamente en la Universidad

Por Enrique Pallares

 

Kant comentó en su “Crítica de la Razón Pura” que había que hacer una distinción entre el conocimiento puro y el empírico de la siguiente manera:

“No se puede dudar que todos nuestros conocimientos comienzan

con la experiencia, porque, en efecto, ¿cómo habría de ejercitar

la facultad de conocer, si no fuera por los objetos que, excitando

nuestros sentidos de una parte, producen por si mismo

representaciones, [. . .]?”.

Hoy en día este planteamiento no se puede sostener, ni siquiera como punto de partida del conocimiento científico. Aunque Kant defendió la racionalidad en el ámbito de la práctica científica, fue imposible para él conjuntar el conocimiento con la praxis científica. En la actualidad, el conocimiento científico parte desde otros presupuestos y no desde el punto de vista del empirismo ingenuo que nos dice que nuestras percepciones nos dicen cómo es el mundo. Hoy en día debemos de tomar en cuenta los siguientes puntos:

El mundo que percibimos los seres humanos depende del aparato sensorial con el que estamos equipados. Si nuestro aparato sensorial estuviera equipado para percibir las ondas de radio que pasan a nuestro alrededor, no requeriríamos de la radio. Los otros seres vivos perciben el mundo también de su particular aparato sensorial. El espectáculo que ellos ven es diferente del nuestro. Luego, ¿cómo es el mundo, cómo lo percibimos nosotros o cómo lo perciben cada una de las diferentes especies? Por otro lado, de lo que pensemos o hablemos del mundo depende de nuestro sistema conceptual. Si nuestro sistema conceptual es raquítico, entonces hablaremos del mundo de una pobre manera.

Por lo tanto, no es posible que un ser humano adquiera conocimiento científico sobre cualquier tema sin partir de un conocimiento previo sobre dicho tema. El conocimiento científico no sólo ha de ser comunicable sino que ha de haber sido comunicado para poder ser científico. A partir de este requisito previo, el conocimiento transmitido podrá ser rechazado, corregido, mejorado o modificado radicalmente. Pero cada transformación del conocimiento heredado debe hacerse en base a razones y argumentos críticos en contra de lo aprendido.

La mejor forma de comunicación del conocimiento científico es la enseñanza. La profesionalización de la ciencia trajo consigo un cambio radical de la actividad científica, y entre sus múltiples consecuencias conviene destacar la institucionalización de la enseñanza obligatoria de la ciencia. A partir de ese momento, la transmisión del conocimiento quedó normalizada socialmente.

De lo anterior se desprende que uno de los principales objetivos de la educación científica, en todos los niveles, consiste en enseñar a conocer los objetos de la ciencia y los instrumentos científicos. La alfabetización científica pasa por el aprendizaje de lo que son las letras, los números, las operaciones matemáticas, los métodos de clasificación, lo que hay que mirar a través de un microscopio o de lo que hay que hacer con una probeta. Si un ser humano no aprende a manejar la regla, el compás, el termómetro, el ordenador, etc., no puede acceder al saber científico.

La enseñanza de la ciencia implica una acción docente de lo que le dicen y le enseñan otros seres humanos, esta actividad resulta imprescindible para poder acceder al saber científico.

La ciencia no surge porque los objetos excitan nuestros sentidos y producen en nuestra mente representaciones sino porque otros seres humanos nos animan a fijarnos en determinados objetos y en sus propiedades. No hay experiencia científica que no parta de una experiencia previa. Pero las representaciones científicas que se utilizan en el contexto de educación no están generadas por los objetos sino por los agentes docentes: son estrictamente culturales.

Considero que la Universidad no debe de olvidar estas características del quehacer científico. La ciencia es una actividad humana y por lo tanto le debe interesar a las humanidades. Las reformas que se hagan en estas instituciones deben estar de acuerdo a principios que predominan en ese quehacer y no a criterios pedagógicos de teorías de moda como el constructivismo o el pensamiento complejo. Está en juego generaciones de jóvenes; futuros médicos, ingenieros, químicos, agrónomos, etc. Ojalá podamos poner empeño a esta tarea.

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