VIAJE EN CARRETERA

Garbage

Por: Violeta Rivera Ayala

 

Muy bien, queridos, si ya estamos, continúo… Mi hermano y yo llegamos a Toronto. De ahí tocaba una conexión a Windsor pero ya estando ahí le dije: ¿Y si me quedo?

  • ¿Estás loca?.. ¿Estás segura?

Confirmé ambas preguntas.

  • Te dejo mi tarjeta de crédito por si falla algo con la tuya, busca un hostal y en tres días nos reencontramos.

Hice una reservación por Internet. La habitación estaba disponible hasta el siguiente día, así que esa noche dormí en el aeropuerto;  encontré un área de juegos, alfombrada, y una oruga fue mi guarida. Por la mañana me dispuse a tomar el metro y llegar al ´downtown´.

Día 1. Llegué muy temprano así que fui  la primera en entrar al cuarto compartido. Creí que sólo seríamos chicas, pero en eso llegaron dos alemanes; de sólo recordar me vuelven a sudar las manos. De aproximadamente 1.90, algo musculosos, uno pelirrojo y el otro de cabello negro, ambos guapísimos. Seguido tocó a la puerta un japonés, gordito y simpático.

Los alemanes me invitaron a dar un paseo para conocer el centro, pero yo debía aprovechar al máximo el tiempo para buscar galerías y mostrar las carpetas que llevaba, con dibujos y un par de pequeñas pinturas, así que me rehusé, amablemente.

Ese día caminé kilómetros. Los brazos se me dormían por más que cambiaba la posición del bulto de dibujos. Fui a museos y galerías, me detuve muy poco a comer. Logré contactar con algunos galeristas pero en general nada concreto. Ya de regreso me recosté en un parque para cargar baterías. Era como una ´homeless del arte´. 

Llegué súper cansada, me di un baño y me dormí profundamente. Entre sueños escuché que llegaron los alemanes; el japonés ya estaba cuando entré y sólo intercambiamos un: Hello / Hello.

Día 2. Escuché un ruido y era el pelirrojo que bajaba de la litera; abrí los ojos y ahí estaba: con sus brazos todavía en alto, pero en pie, frente a mí, tratando de saber si me había despertado. Con una amplia sonrisa, se adelantó a decir: Good morning.

Mentalmente me trasladé a la playa, era como si estuviera en una cama balinesa. Juro que hasta sentí el viento y la brisa del mar, entrelazándose al timbre de su voz y hasta creí verlo vestido de lino natural. Entre sueños respondí con otro good morning y volví a cerrar los ojos, tratando de extender lo más posible esa onírica escena. Oí que cuidadosamente cerraron la puerta y yo seguí otro rato, arrullada por el espejismo.

Decidí que después de eso merecía un buen desayuno para continuar, otra vez, con mi mochila y carpeta de dibujos, ahora con rumbo a la Universidad. Cuadras y cuadras en las que jóvenes de todas las nacionalidades, convivían en una algarabía total. 

Había muchos jardines y los edificios lucían radiantes con ese sol a medio día. Me acerqué a un grupito a preguntar por la cartelera de arte y cultura o la carrera en artes. A decir de mi inglés deficiente, poco podía entender o darme a entender. Empezaron a inquirir por lo que llevaba en mis brazos, yo respondí con cara de inocente y hasta orgullosa que se trataba de mi arte, pero ellos me lo trataron de quitar, empujándome. Todo se tornó confuso. Entre la armonía del campus universitario, comenzaron los jaloneos. Sólo escuchaba a coro y eco: garbage garbage garbaje. Apresuré el paso y me siguieron ajerando un par de cuadras: garbage garbaje garbaje… Así, hasta que se quedaron como ruido de fondo y risas lejanas.

Continué mi búsqueda y ya al atardecer regresé al hostal. A la entrada me topé con los alemanes. El pelirrojo me invitó una cerveza. Esta vez no tenía pretexto y realmente me hubiera caído bien una cerveza, de hecho creo que nunca me ha caído mal una cerveza, no obstante, debo confesar, no acepté. Si de verlo estaba nerviosa, para qué jugarle al valiente; podría decir que “le tuve miedo al éxito”. Tal vez esta historia hubiera acabado de otra manera, pero va cerrando en que amaneció y partí hacia el aeropuerto y ellos no estaban, no llegaron a dormir. Sólo me despedí  del japonés con un good bye/ bye.

Día 3. Mi hermano ya me esperaba en la entrada y luego de un ´check in´ sin complicaciones nos fuimos a la sala de espera de clase premier; había muchos bocadillos y ahora sí me tomé a gusto una Heineken mañanera. Me levanté a tirar unas cosas y vi el letrero: “Garbage”…  Así que garbage significa basura. Bendita ignorancia. Qué bueno que en aquel momento no lo supe. 

Nota al pie: Al siguiente año regresé a Toronto, con mi “garbage”. Ahora como invitada con gastos pagados, para exponer en una galería y realizar arte en vivo durante un Festival masivo de gran trayectoria. Lo que para unos es basura, para otros, puede significarnos Arte.

 

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