LO QUE NO SOMOS TODO LOS DÍAS

 

Los libros de texto gratuitos y la educación en la pandemia: dos generaciones distintas

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Con el paso de los años se va a hablar de la generación de la Covid-19, así como se ha dicho de la relativa a otras que marcaron su impronta. Y de la de esta pandemia, se recordará que un tiempo los muchachos estudiaron a distancia, en línea, enfrentando muchas circunstancias difíciles. Cada generación tiene el sello de su época y así hay que entenderla, para ubicarla con razón en la historia.

Más de 30 millones de alumnos toman sus clases hoy de forma remota, algo que nunca nos imaginamos que sucediera algún día. ¿Hasta dónde llegará el nivel de aprovechamiento de este alumnado? Demos unos pasos para atrás en nuestra historia, para recordar a grandes pasos cómo se fueron superando las trabas en la educación.

Con la llegada de los libros de texto gratuitos se dio un gran salto, como no tienen una idea los mexicanos de hoy en día. En enero de 1960 surgieron los libros en las primarias del país, gracias a la política educativa del gobierno de Adolfo López Mateos, quien había tenido el contacto, la influencia bienhechora en su juventud, nada menos que de uno de los más grandes personajes de la educación y la cultura en nuestro país, el «Maestro de América», José Vasconcelos.

Aconteció que en la década de los «veinte» del siglo veinte, López Mateos cultivó una gran amistad con Vasconcelos, al que ayudó en su campaña para presidente de la República. Así mismo, en el grupo cercano al candidato se encontraba Jaime Torres Bodet, el que también abrevó del conocimiento y visión educativa, del autor de «Ulises criollo», y primer secretario de la SEP, José Vasconcelos.

Como se sabe, en el gobierno de Álvaro Obregón, se creó en 1922 la Secretaría de Educación Pública, la que durante el gobierno porfirista se llamó de Instrucción Pública y de Bellas Artes. Para inicios del siglo XX, alrededor del 80 % de la población era analfabeta, y en tal condición, la SEP en manos de Vasconcelos, impulsó una gran campaña alfabetizadora, y además la primera gran reforma educativa, la mejor que hemos tenido.

Esta se propuso cambiar el modelo del mexicano, el que debería tener en adelante una serie de virtudes tales como ser un buen ciudadano, ser tolerante, respetuoso de las leyes; veníamos de una etapa convulsiva, de profundos desajustes sociales y de plena violencia, por lo que urgía cambiar la forma de pensar y de comportarse.

La obra educativa de Vasconcelos es amplia, que merece capítulo aparte para otra ocasión. Adolfo López Mateos por medio de Torres Bodet, secretario de Educación Pública, y quien ya había desempeñado el mismo cargo en el gobierno de Manuel Ávila Camacho, se dio a la tarea de editar los libros gratuitos para educación primaria. En ese concepto se creó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, la CONALITEG, que encabezó el chihuahuense Martín Luis Guzmán, un notable y reconocido escritor.

Estos textos vinieron a dar un gran impulso a la educación, la que entonces tenía entre sus limitaciones la escasez de publicaciones, a lo que se sumaba en cierta forma el problema de la falta de recursos, de muchos padres de familia para proveer a sus hijos de los materiales necesarios. El anecdotario popular está lleno de los inconvenientes del aprendizaje de entonces, derivados de la falta de obras de consulta, así como de la dificultad encontrada por los estudiantes a la hora de repasar sus apuntes, hechos con una letra no muy legible al tomar el dictado de sus maestros, a lápiz o con pluma fuente, careciendo de las plumas comunes, prácticas de hoy, que cuando aparecieron en el mercado, se les llamó «atómicas». Aunque no se crea -la distancia en el tiempo hace en ocasiones inverosímiles los relatos-, estos son hechos de la vida real, con todas sus grandes implicaciones.

Mucha gente lamenta no haber tenido entre sus manos los libros de texto gratuitos, para haber contado con menos problemas en su enseñanza -aprendizaje. Así como en el futuro, muchos habrán de lamentar haber carecido de la educación presencial, quién sabe por cuánto tiempo, debido a estos tristes e inéditos días de pandemia, que esperamos no se prolonguen mucho. Entre las carencias con que cuentan en la actualidad la mayoría de los estudiantes de los distintos niveles, hay que reconocerlo, es su alejamiento de la forma autodidacta de aprender.

Se ha dicho en ocasiones, que la educación en México ya incluye el enseñar a los alumnos a «aprender a aprender» por sí solos, pero no es verdad, no están capacitados la inmensa mayoría para proceder por cuenta propia en la búsqueda del conocimiento; y aún, guiados por el maestro, también son muchos los que no saben estudiar, no comprenden lo que leen. En estas condiciones de pandemia, ser autodidacta sería la gran salvación, el gran milagro.

La educación a distancia y en línea, no es propiamente un ejercicio para autodidactas, aunque se le parece en mucho, por la soledad en que se sume el alumno, sin un aclarador inmediato, cercano de sus dudas. En esa circunstancia, requieren de un maestro de cabecera, alguien que les ayude a jerarquizar ideas, a entender el contenido.

Uno de los primeros problemas de la educación es lograr la motivación de los educandos, es decir, que éstos se sientan atraídos por el tema, y en esta pandemia un televisor no reemplaza a un maestro, aunque este salga en la pantalla.

Cuando no hay más en la vida se hace lo que se puede, claro, el objetivo es buscar una solución con lo que tenemos a la mano. El grado de escolaridad promedio del mexicano es de ocho años; y así mismo, el promedio de lectura per cápita por año es de 2.8 libros. Luego con la Covid-19, se avizora un empeoramiento brutal de estos parámetros, en virtud al desinterés por la escuela y la lectura, que propiciarán estas estrategias de educación a distancia, que las autoridades no podrán maquillar u ocultar de forma alguna.

No se puede hablar de éxito, como lo han proclamado en el gobierno federal, por el solo hecho de que en la televisión y en la computadora se ofrezcan los contenidos. El éxito o el fracaso están en los resultados. Y si la generación en que aparecieron los libros de texto gratuitos, significó un salto hacia adelante, esta de la pandemia, será un gigantesco retroceso.

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