Memorias de un fan de Queen
Jorge Villalobos
[Tragi-comedia en seis actos]
[Cuarto acto]
Con mi conocimiento musical de primera mano, más los datos que logré obtener de las revistas, pude al fin considerarme a mí mismo como el máximo fan de Queen, dispuesto a hacer caso omiso del bigote de Freddie; incluso me lucí ante los amigos que compartían mi interés (que cada vez eran más) contándoles anécdotas de mis héroes y presumiéndoles de conocer la diferencia entre la versión original de “We Will Rock You” versus la versión rápida con la que iniciaban sus conciertos, entre otras grandes sabidurías que atesoré al respecto.
Esta es mi sabiduría:
Freddie Mercury obtuvo su diploma en artes gráficas y diseño en el Ealing Art College. Una vez que la banda adoptó el nombre ‘Queen’, Freddie se basó en la heráldica inglesa y en los signos astrológicos para diseñar un logotipo que representara la idea gráfica de algo majestuoso y noble pero que poseyera un carácter personalizado para la banda. El logotipo simula un escudo cuyos blasones muestran como motivo central la letra Q enmarcando una corona real, sobre la cual yace un cangrejo (Brian May es de signo Cáncer) y encima de éste un ave fénix despliega sus alas saliendo de su cama de fuego (el fénix simboliza lo eterno, Freddie estaba seguro de que su banda sería legendaria). Roger Taylor y John Deacon son de signo Leo, de ahí los dos leones a ambos lados de la letra Q, y junto a ellos un par de hadas simbolizan a Virgo, el signo zodiacal del propio Freddie. El logotipo original como dibujo de línea fue utilizado en los primeros álbumes y aparecía en la parte frontal del bombo de la batería en los conciertos; en la portada del álbum ‘A Night At The Opera’ aparece una estilización a colores en la que el fénix parece más bien un cisne, y en la de ‘A Day At The Races’ su aspecto es más bien el de un ganso con el plumaje de un águila amorfa, y las hadas están convertidas en un par de jovencitas adolescentes.
A la edad de 7 años, Brian May recibió de sus padres una guitarra acústica española a la que luego le adaptó imanes y alambres de cobre para que sonara como una eléctrica. Cuando tenía 16 años quería poseer una guitarra eléctrica de verdad, pero su sueño de tener una Fender Stratocaster era justamente eso, un sueño, pues no disponía de recuros económicos para adquirirla. Así pues, con ayuda de su padre que era técnico en electrónica, construyó su propia guitarra eléctrica, una obra maestra de artesanía doméstica a la que bautizó con el nombre de ‘Red Special’. Del marco de una chimenea extrajo la madera con la que formó el cuerpo de la guitarra, los muelles del trémolo provienen del pedal de una motocicleta, y el mástil de la guitarra es de un grosor superior al estándar, adaptado para su uso personal, pues Brian posee manos grandes. La caja de costura de su madre también contribuyó: los trastes originales de la guitarra eran alfileres, y las cabezas de los controles de volumen y tono eran botones.
Brian pretendía fabricar una guitarra de cuerpo sólido con la que pudiera controlar la reverberación de las cuerdas como si fuera de cuerpo hueco, así que le dispuso tres pastillas magnéticas independientes entre sí, cada una con su propio interruptor de ‘on/off’ y fase. Brian afirma que le llevó dos años completar el instrumento, pero el resultado es legendario: la ‘Red Special’ posee un sonido tan particular que, a pesar de que se ha intentado hacer reproducciones de la guitarra, no se ha logrado obtener el mismo sonido con otro instrumento. Y además de que el instrumento es único, una parte de ese peculiar sonido se debe a su ejecutante, nadie puede tocar esa guitarra como él, que, por cierto, en lugar de las púas convencionales acostumbra usar una moneda de ‘sixpence’, pues el canto serrado de la moneda le permite hacer efectos de martilleo sobre las cuerdas.
Cuando John Deacon se unió a Queen para tocar el bajo añadió otro talento: con sus conocimiento técnicos sobre electrónica, Deacon construyó un amplificador de transistores con una pequeña bocina de 5 pulgadas. Al llevarlo al estudio en 1974 y emparejarlo con la ‘Red Special’ Brian descubrió que podía hacer doblajes de armonías más sólidas que con los amplificadores convencionales de fábrica. John le cedió el amplificador a Brian, quien aún lo conserva y se refiere a él como ‘Deakey’ (o ‘Deacy’), y asegura haberlo usado constantemente durante toda su carrera como músico.
A propósito del particular sonido de Queen, en la lista de instrumentos utilizados para la grabación en sus ábumes de los años setenta incluían la frase “No sintetizadores”, para dejar constancia de que sus excitantes experimentos sónicos eran producto del uso exclusivo de instrumentos electroacústicos. Eso cambiaría en los años ochenta, pero durante la primera parte de su carrera fue algo muy significativo, particularmente en ‘A Night At The Opera’, en el que aparte de la sección de ópera con múltiples superposiciones de voces en la “Rapsodia bohemia” y en “The Prophet’s Song” destacan los efectos sonoros de la introducción a “Death On Two Legs”, el solo de ukelele-banjo en “Good Company”, el efecto de megáfono para la voz en “Lazing On A Sunday Afternoon”. La que se lleva la palomita con tinta roja es “Seaside Rendezvous”, portento de inventiva en el que parodian la música de los antiguos espectáculos de vodevil; el escucha juraría que incluyeron una sección de metales con clarinete, tuba, trompeta y hasta un kazoo, pero no, todos esos efectos sonoros de esa canción fueron simulados por Freddie Mercury y Roger Taylor con sus propias voces (excepto la parte del baile de ‘tap’, que hicieron con unos dedales encima de la consola de grabación).
Cuando la banda inició profesionalmente Brian May dejó la escuela durante un tiempo pero retomó sus estudios de astronomía en 1974 para concluir su carrera, y durante los años dosmiles ha desarrollado algunas tesis y recibió su doctorado. En ese tiempo Roger Taylor abandonó sus estudios de odontología y desconozco si posteriormente volvió a la escuela, pero hablando de dentistas, en alguna ocasión durante una rueda de prensa le preguntaron a Freddie Mercury: “Tienes mucho dinero, ¿por qué no te has arreglado los dientes?”, a lo que Freddie contestó: “Soy inglés”. Efectivamente, los prominentes incisivos del cantante fueron motivo de burla en más de una ocasión, pero la disposición de los dientes también contribuye en la emisión de las ondas sonoras emanadas de las cuerdas vocales, y si Freddie cantaba como cantaba, algo debían tener que ver sus dientotes.
Durante la preparación del lanzamiento del álbum ‘Jazz’ Queen y sus promotores organizaron una carrera ciclista en el estadio de Wimbledon para filmar el video promocional del sencillo “Bicycle Race”. Participaron 65 modelos femeninas vestidas únicamente con zapatos tenis y calcetas deportivas (algunas llevaban gorras y lentes para protegerse del sol). La edición original del álbum en los EU y el Reino Unido incluía un poster de 66 x 12 pulgadas con una foto del grupo de chicas desnudas (lástima, mi copia de ‘Jazz’ prensada en México no incluía el poster); en las ediciones posteriores no se incluyó el cartel, pero se agregaba un cupón para que los interesados pudieran ordenarlo por correo, y en algunas ediciones en disco compacto sí se incluye una miniatura de la infamante fotografía. Otra imagen tomada durante el evento ilustra la portada del sencillo “Fat Bottomed Girls”. Al saber el uso que se dio a las bicicletas, la compañía que las rentó exigió a la banda que pagara por el reemplazo de los asientos de todas las biclas. Actualmente una estrategia comercial semejante sería una abominación que levantaría las más airadas protestas, pero en 1978 todavía faltaba mucho camino por recorrer en el tema de la igualdad de género.
La mayor parte de las canciones contenidas en los álbumes de Queen son composiciones de Freddie Mercury, le siguen en cantidad las de Brian May, que en ocasiones cantaba él mismo (como “White Queen (As It Began)”, “’39”, “Good Company”, “All Dead, All Dead” o “Leaving Home Ain’t Easy”, por mencionar algunas bienamadas). Con pocas excepciones, Roger Taylor llevaba la voz cantante en sus propias composiciones, y generalmente tendía a la música más pesada. A pesar de que le tengo estima al hermano Roger, debo confesar que de las canciones que grabó con Queen son menos las que me gustan (“Tenement Funster” y “Modern Times Rock’n’Roll”) que las que no soporto escuchar. Por otro lado, algunos de los máximos éxitos de la banda son obra de John Deacon, quien nunca cantó en ninguna de las grabaciones, y a pesar de que Deacon fue el que más activamente le siguió el juego a Mercury cuando Queen se adentró en territorios musicales vanguardistas, cuento entre mis favoritas personales las canciones que él compuso durante los años setentas (destacando “You’re My Best Friend”, “Spread You Wings”, “In Only Seven Days”, el bolero “Who Needs You” y, a pesar de su reminiscencia reggae, “Misfire”).
Con respecto al catálogo musical de Queen, este pasado viernes 2 de octubre, año MMXX, se lanzó un nuevo álbum en concierto (acompañados por Adam Lambert), y una vez más nos recetan “Otro más que muerde el polvo”, “Quiero ser libre”, “Radio Ga Ga”, “Rapsodia bohemia”, “We Will Rock You” y “Somos los Champiñones”. Honestamente, escuchar ‘otra’ versión en concierto de esas canciones me resulta difícil de soportar, especialmente cuando me doy cuenta de que el de los gustos raros soy yo, pues mis canciones favoritas de Queen son las más desconocidas, las que permanecen cuasi-ignotas en sus álbumes de los años setentas.
[Fin del cuarto acto]
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