EL ORÁCULO DE APOLO

 

La pandemia y la inmunidad del rebaño

Por Enrique Pallares

 

Después de la Primera Guerra Mundial llegó una devastadora pandemia, la llamada ‘gripe española’ que ayudó a la inestabilidad global y sobrevino la Gran Depresión de 1929. Se hundió el comercio, se disparó el desempleo, la democracia retrocedió, avanzó el nacionalismo y el mundo cayó en el mayor conflicto bélico de su historia. ¡Cómo cambió el mundo hace cien años con la peor pandemia del siglo XX!

De nueva cuenta, otra pandemia ha vuelto a poner a la humanidad en una situación extrema. El coronavirus es el mayor reto desde la Segunda Guerra Mundial, como lo han confirmado las Naciones Unidas. Pues resulta que las medidas para combatirlo traerán la peor recesión económica desde la Gran Depresión. En los diez meses que llevamos dentro de este flagelo, el coronavirus ya ha asestado un duro golpe al mundo, ahora globalizado en todas las dimensiones de la actividad humana. No se trata nada más de confinamientos, cierre de fronteras o los pleitos que intercambian las potencias como EEUU y China, sino que además existe una evidente falta de coordinación política global y local ante el destructor avance del virus de marras.

Es extraño que en la era de la ciencia y la tecnología y dentro de la racionalidad que se presume, sea evidente la falta de liderazgo que sólo puede ser posible si las potencias mundiales clave son capaces de aproximarse y adopten una estrategia común. No se ve liderazgo desde la Casa Blanca, China no puede asumirlo, Rusia tiene más interés en su expansión, Inglaterra no puede liderar Europa por lo del Brexit, y así sucesivamente.

Así, en este caos mundial de salud y económico, y para producir más confusión, se ha presentado la propuesta de que la pandemia sólo se puede aplacar con “la inmunidad del rebaño”, la cual consiste en dejar que la población se infecte libremente para que desarrolle ella misma protección de forma natural. La estrategia de dejar la libre infección cobró fuerza tras una propuesta, denominada “La Declaración de Great Barrington”, firmada por tres epidemiólogos de las universidades de Harvard, Oxford y Stanford: Martin Kulldorff, Sunetra Gupta y Jay Bhattacharya.

Ellos sostienen que “La manera más humana de abordarlo, midiendo los riesgos y los beneficios de alcanzar la inmunidad de rebaño, es la de permitirle a aquellos que están bajo un mínimo riesgo de muerte (jóvenes y niños), vivir sus vidas con normalidad para alcanzar la inmunidad al virus a través de la infección natural, mientras se protege mejor a aquellos que se encuentran en mayor riesgo. Esto lo llamamos Protección Enfocada”. A esta idea, se ha sumado también, apoyándola en una de sus intervenciones, nuestro flamante subsecretario de Salud.

Sin embargo, esta propuesta resulta ser una peligrosa estrategia que no tiene evidencia científica. Ante la proliferación de teorías que defienden esta estrategia frente al coronavirus, y como respuesta a esta idea, de forma contundente se ha expresado un grupo de 80 investigadores en una “Carta abierta en la publicación científica The Lancet” advirtiendo que la ausencia de medidas de control aumentaría la mortalidad en toda la población, afectaría a la economía de forma irreversible, prolongaría la epidemia y colapsaría todos los sistemas sanitarios.

En efecto, para que esta estrategia tuviera algún resultado prometedor, el 1% de la población mundial, es decir, 77 millones de personas aproximadamente tendrían que morir con la medida de la inmunidad natural del rebaño. En el estado de Chihuahua debería de haber 35,570 muertes.

Una estrategia contra la pandemia, que dependa de la inmunidad de las infecciones naturales por coronavirus estaría equivocada, ya que la transmisión incontrolada en las personas más jóvenes (a las que se le supone un menor riesgo de muerte) corre el riesgo de aumentar la mortalidad en toda la población. La OMS señala, que alcanzar la inmunidad de rebaño de forma natural supondría que, al menos, el 70% de la población desarrollará anticuerpos, entonces es claro, por este señalamiento, que este proceso supondría mucho tiempo y tendría efectos catastróficos en la economía global.

Por otro lado, si la biología no miente, no hay pruebas de una inmunidad protectora duradera al coronavirus a raíz de la infección natural y, como consecuencia, la transmisión endémica supondría un riesgo para las poblaciones vulnerables. Además, definir quién es vulnerable resulta muy complejo en el caso del coronavirus, ya que hemos visto contagiados de todas las edades y de cualquier actividad económica.

También, hay que anotarlo, lo que supone el concepto ‘inmunidad del rebaño natural’, lejos de poner fin a la pandemia, da lugar a epidemias recurrentes, esto lo podemos ver con numerosas enfermedades infecciosas antes del desarrollo de vacunas. El ejemplo más claro es el resurgimiento del sarampión en aquellos lugares en donde los movimientos anti-vacunas han proliferado o en aquellos otros en donde no se han completado los programas de inmunización.

De acuerdo a los datos, la proporción de personas vulnerables constituye hasta el 30% de la población en algunas regiones. Esto significaría que, en el estado de Chihuahua habría que proteger a un millón setenta y tres mil ciudadanos aislándolos completamente para que los jóvenes no los contagien. Es claro que es obligado y el que debiera hacerse aún sin la propuesta de dicha Declaración.

Como bien dice el director de la OMS, “Nunca en la historia de la salud pública se ha utilizado la inmunidad colectiva como estrategia para responder a un brote y mucho menos a una pandemia. Es acientífica y éticamente cuestionable”. Así pues, como nos muestran las evidencias históricas, la única manera de alcanzar la inmunidad de grupo es a través de las vacunas y controlar la propagación comunitaria.

Debemos de ser conscientes de que no hay ningún atajo ni ninguna medida única. Hay que emplear todas las herramientas de las que disponemos con el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Lo que necesitamos es más ciencia y los gobernantes deben apostarle a la ciencia más que a la irracionalidad de la politiquería.

Los problemas como este y muchísimos más que afronta la humanidad, rompen las barreras de cualquier ideología por muy progresista o conservadora que sea. Mirar al pasado puede servir para sacar lecciones útiles. ¿Nos pasará lo que hace un siglo? Hay un aforismo atribuido a Mark Twain que dice: “La historia no se repite, pero rima”.

Mostrar más
Botón volver arriba