EL HILO DE ARIADNA

 

ESCRIBIR EN CONFINAMIENTO

Heriberto Ramírez

 

La literatura creada en prisión es abundante, tenemos ejemplos en Miguel de Cervantes, Nicolás Maquiavelo, el Marqués de Sade, Óscar Wilde, Ana Frank, José Revueltas, o Nelson Mandela, entre otros, que utilizaron esa parte de su tiempo a plasmar sus experiencias y a imaginar otras fuera de ese espacio al que fueron reducidos por muy distintas razones. Para nosotros que en estos tiempos vivimos un impensable confinamiento la lectura y la escritura se han convertido en una opción terapéutica más que recomendable.

Me gustaría decir que sé de muchos casos de conocidos abocados a proyectos de escritura, aunque más bien son escasos y en su mayoría ya con tablas en el oficio. Si bien leer y leer profusamente es el preámbulo indispensable de una buena escritura, el transitar de uno al otro es un acto audaz en el que pocos se arriesgan. Los alcances de la escritura son profundos en la misma persona, primero ha de restarle tiempo a un sinfín de actividades cotidianas: robarle tiempo al tiempo; luego, hay que hurgar en los estados cognitivos más profundos, ya sea para rescatar lejanos recuerdos o reconstruir experiencias recientes a detalle, o imaginar más allá de lo vivido, ya sea personajes o lugares, todo esto demanda un esfuerzo mental, que solo es posible con un adecuado alejamiento de todo lo que puede envolver a cualquier persona; después, habrá que asumir los riesgos de lo escrito, sobre todo si se piensa en hacerlo público, aunque no todo mundo lo hace, es una posibilidad siempre latente que lo que uno o alguien escriba se publique. Quizá estas condiciones creativas extremas puedan ilustrarse con algunas palabras de Mandela: “tener fuertes convicciones es el secreto para sobrevivir a las privaciones, tu espíritu puede estar lleno, incluso cuando tu estómago está vacío”.

Si bien vivimos tiempos difíciles, el confinamiento al que nos hemos sometido, buscando preservar la salud de la mayoría de las personas, nuestra situación todavía nos permite tener a la mano un ordenador, papel, libros, acceso a la red, entre otras muchas circunstancias que deberían animarnos a plantarnos frente a la pantalla de nuestra computadora o frente a la desafiante hoja en blanco. Los ejemplos de todos aquellos que contribuyeron con sus obras escritas en condiciones adversas, nos hace traer a cuento que la creación escrita es una de las artes, si están de acuerdo en que lo sea, cuyos requerimientos materiales son mínimos para ser cristalizada. Un lápiz y papel pueden ser más que suficientes. Cierto que demanda una entrega, a veces febril, pero en otras puede ser perfectamente planeada y bien administrada. Las guías para avanzar en esta dirección son abundantes y accesibles. Para que sea un proceso fecundo deben ser acciones emprendidas decididamente y acompañadas de la estrategia adecuada.

Encaminarse por la creación escrita puede ser tomado como un acto del más puro egoísmo por la atmósfera de aislamiento que suele envolver esta forma de creatividad, porque quien asume este compromiso parte de sus propios intereses, de sus más sensibles experiencias; pero si lo que se escribe se comparte también puede ser un acto de sublime generosidad, puede ayudar a los demás a encontrar claridad para la vida en donde nosotros también la hemos encontrado. Es también una forma de pensar en comunión.

En estos momentos escribir equivale a romper todos los límites de esta forma de autoconfinamiento. Es una circunstancia imprevista pero que nos abre una vía para saltar todos los obstáculos para pensar y repensar tantos aspectos de la vida personal, cotidiana y colectiva, sobre el mundo, nuestro conocimiento acerca de él, nuestro presente histórico, o nuestro futuro inmediato, o lejano si es que nos aventuramos por terrenos inexplorados. Si resumimos escribir, pues, puede, en estos momentos, ser un acto libertario, porque como sentenció al final de su libro La fuerza de existir Michel Onfray: “el objetivo, aquí como en todas partes, sigue siendo el mismo: crear las posibilidades individuales o comunitarias de alcanzar una ataraxia real y una serenidad efectiva”.

Mostrar más
Botón volver arriba