El hilo de Ariadna

 

Los impensables vinos de Chihuahua

Heriberto Ramírez

 

La región mediterránea se ha considerado desde hace mucho tiempo como la región idónea para el cultivo de la uva y a partir de ella la elaboración del vino. Su consumo forma parte de la tradición gastronómica occidental. Quién y dónde inició la domesticación de la uva es un asunto debatible, lo cierto es que su ingesta está presente en El Banquete de Platón y en otras expresiones, por ejemplo, en la Última cena, entre muchas más.

La industria vinícola en el norte de México se estableció en Parras Coahuila, además, la primera en América Latina, desde finales del siglo XVI. El sol intenso, la ausencia de humedad, son factores que hacen inconcebible la presencia de viñedos en la región. A diferencia de El Valle de Guadalupe en Baja California, que es bañado por la brisa del Pacífico, convirtiéndose en un espacio propicio para el cultivo de uva, dando nacimiento a una gran cantidad de marcas y fincas dedicadas a la producción de vino.

¿Cómo se las arreglaron los chihuahuenses emprendedores para producir vinos, además, de gran calidad? Es algo que solamente se explica por una cultura del esfuerzo y de la innovación. Ya en el Valle de Juárez y en Delicias hubo antecedentes de cultivo de uva para la producción de brandy, aunque después de un periodo de tiempo desapareció esta práctica. Ahora, en distintos espacios geográficos de la región empiezan a surgir pequeños y medianos viñedos, Encinillas, Delicias, Namiquipa, empiezan a figurar como productores de vinos con reconocimiento internacional. 

¿Cuáles son los alcances o qué implicaciones puede tener que una región sin las condiciones ideales para la producción de vinos llegue a producirlos a un nivel antes impensable? Porque, además, debemos considerar la ausencia de una tradición de consumo de este extraordinario jugo, es hasta finales de la década de los 70 en que empiezan a llegar al mercado local los primeros vinos chilenos, hasta ese momento solamente eran conocidos los vinos provenientes de Parras. La respuesta quizá consista en que al cristalizar los esfuerzos denodados por hacer producir estas tierras enfrentando las más duras adversidades puede traducirse como un elemento de autoconfianza más del orgullo norteño. En una ampliación de la diversidad de cultivos con nuevas fuentes de empleo y demanda de nuevos profesionales acreditados para evaluar el suelo, el agua, la ubicación de estos cultivos, sobre todo de cara al cambio climático. Incluso, la posibilidad de darle desarrollo a variedades de uvas silvestres.

Pequeños cambios en el paisaje empiezan a ser experimentados, en lugares insospechados, pequeños microclimas descubiertos por inspirados vinicultores empiezan a transformar, en algunos casos, tierras desaprovechadas en espacios con trazos nuevos poblados de prometedoras parras. Se trata de áreas reducidas, a veces de una sola hectárea, lo permite un efectivo control de calidad, vinos exquisitos, pero casi siempre a un costo alejado del bolsillo de muchas personas, ese es quizá uno de los desafíos por resolver, la rentabilidad de este, cada vez más buscado producto.

Los supermercados locales ofrecen en sus estantes vinos chilenos, argentinos, españoles, alemanes, americanos y los locales. En algunos restaurantes se pueden apreciar comensales pidiendo degustar nuestros vinos. Las conversaciones son aderezadas con discusiones acerca de si tiene cuerpo, si es afrutado, seco, pesado, con carácter, o si resulta astringente o afrutado. Colocarse en el gusto de la población inclinada mayoritariamente al consumo de cerveza ha de ser un asunto difícil, sin embargo, uno puede apreciar cada vez más en los espacios comerciales a las damas colocando en su carrito de compras los vinos de su preferencia y al alcance de su bolsillo, a una generación de jóvenes dispuestos a explorar formas distintas y más mesuradas de la embriaguez existencial.

La historia del vino hunde sus raíces en lo profundo de Mesopotamia, Grecia, Roma, España, y ha llegado hasta nosotros para ampliar nuestro bagaje cultural, asociado a las legendarias figuras mitológicas, literarias, filosóficas y religiosas, a la espera que bajo su influjo nuevas narrativas puedan ser escritas, vividas o añoradas. Ahora más cerca que nunca, un vino impregnado, cuando así se prefiera, del sabor de nuestro suelo, agua, sol y viento.

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