VIAJE EN CARRETERA

 

Café en clase premier

Por: Violeta Rivera Ayala

¡Hola! Queridos pasajeros…Claro, con gusto llegamos antes por café u otra cosa…Yo siempre tomo café.

Me acordé de la vez que mi hermano me invitó a viajar. Primero unas semanas a Canadá y luego Portugal. De esas aventuras les contaré luego; hoy me enfocaré en el abordaje.

Salimos de Ciudad de México por AirCanada; el check in era a las 4:30 a.m. Llegamos tranquilos, con buen tiempo, algo sonámbulos, tal vez. Me solicitaron revisar mi maleta. Accedí con un cordial: “Por supuesto” (¿Acaso tenía opción? ¿Qué cosa extraña podrían encontrar?).

– ¿Qué es esto?

– Un molcajete.

– ¡Es un arma, no lo puede llevar!

– ¿Qué?

– Está prohibido llevar armas.

– Es un molcajete.

– Si quiere subir, debe dejarlo.

Se preguntarán por qué llevaba un molcajete. Obvio era enfadoso de cargar y había tenido que dejar cosas para poder cumplir con el peso permitido para el equipaje.

A Lisboa llegaríamos a casa de una pareja de amigos poetas. A él lo conocí en un Encuentro de Escritores (eso merece un capítulo aparte) y más que mexicano se considera “Chilango”, dicho con grandilocuencia. Y ella es una bella rumana, etérea y de facciones finas, enamorada de su “indio”, también expresado con orgullo. Aclaro esto porque más adelante decir chilango, casi me cuesta el viaje.

Total que a mi camarada se le ocurrió la idea de que le llevara un molcajete para mostrarle a su chica cómo se preparan las ´verdaderas salsas´. Cuando le pregunté: ¿Se te ofrece algo de México?, en realidad no esperaba que quisiera un molcajete y unos chiles secos, pero así fue. Supongo que pasar tantos años fuera de tu país, te genera ese tipo de nostalgias.

Así que esa “arma” significaba para mí una especie de intercambio y agradecimiento por el hospedaje; una humilde ofrenda para mis anfitriones; una carta de presentación; la nostalgia de mi camarada por su cultura… Era, sin más, el grito de ¡Viva México!

– Mira, -le traté de explicar-, se trata de un regalo muy preciado para unos amigos.

– No.

– ¿Me puedes mostrar la ley donde dice que eso es un arma?

– Ahí está en las imágenes (señaló un póster).

– Esas son armas punzocortantes, ¿cómo podría alguien acceder al maletero para sacar de mi mochila un molcajete y utilizarlo como arma?

– Con eso pueden golpear a la gente en la cabeza y hasta matarlas. Es un arma peligrosa.

De pronto y frente a su cara estoica, me sentí confundida, ¿me había convertido en un personaje de Los Picapiedras? ¿Estaba en Flintstones Airlines?

– Disculpa ¿Puedo hablar con tu supervisor?

– Soy yo.

Avancé, ya dando mi brazo a torcer, murmurando entre dientes: “Okey… Todo chilango sabe lo que es un molcajete, pero ni hablar”.

– ¡¿Qué dijo?!

Mi hermano me apartó rápidamente y sentenció mientras caminábamos: “Volaremos por Aircanada y aquí está súper penalizado discriminar… No hay excusas… Eso se puede interpretar como discriminación y causarnos problemas”. Mi comentario, está de más explicar, era producto de mi frustración y no un pensamiento racista, pero a decir de mi tono, tenía razón, sí caló en lo despectivo.

Llegaríamos hasta Lisboa sin recuerditos pero al menos, como futbolista perdedor, podría decir que lo intenté. Al abordar, disponíamos de asientos en clase premier. Todo en absoluto cambio: amabilidad, sillones reclinables, rostros sonrientes, almohadillas, olor a nuevo. Un sobrecargo de color se aproximó:

– Good morning, Miss. Would you like a drink?

– Yes, please… Coffee.

Ahora sí, respiré paz, me envolvió una sensación de gratitud, de ¡merecimiento! Me creí la encarnación viva de los diarios de Karime Macías.

– How you prefer your coffee?

A punto de contestar “black”, ya con la palabra en la punta de la lengua, me vinieron a la memoria unos versos de Victoria Santa Cruz: “Y bendigo al cielo porque quiso Dios que negro azabache fuera mi color”. Comencé a tartamudear y mi hermano me miró con los ojos más abiertos de lo normal.

Pasaron unos segundos de angustia, en mi cabeza resonaba uno de los poemas más crudos que habla sobre la verdadera discriminación, lucha y redención. Algo que sigo sin comprender porque para mí las diferencias es lo que enriquece a la humanidad y ahí se encuentra la belleza, no obstante, eso sí ha provocado muertes, guerras, golpes en la cabeza, situaciones inimaginables fuera de mi caja de cristal (aquí les comparto el poema: www.youtube.com/watch?v=cHr8DTNRZdg).

El hombre, dejando ver esos dientes blancos en contraste con su piel, y en sintonía con el cuello de su camisa perfectamente planchada, confirmó:

– Black?

– Yes!

Un café negro como el ébano de su tez; un café negro como este que hoy bebo y que me lleva a recordar que, en efecto, el momento más oscuro de la noche, sucede justo antes del amanecer. 6:30 a.m. Amado Nervo escribió: “El sol acarició mi faz”. ¡Estábamos listos para el despegue!

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