LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

1969 y la nostalgia por lo irrepetible

Por Mario Alfredo González Rojas

 

Estaba medio dormido viendo la televisión el miércoles 23 de septiembre, cuando alcancé a escuchar que hablaban sobre acontecimientos notables de 1969. No supe cuál era el motivo de tales recuerdos, entre los cuales mencionaban el viaje a la luna, con su despegue en la tierra hasta la pisada de Neil Amstrong en el suelo del vigilante satélite.

Entonces acabé de despertar, interesado con los personajes que nombraban. Dijeron que en el 69, Pelé anotó su gol número mil, que José José empezó a hacer famosa su canción La nave del olvido, que Yoko Ono y John Lennon, quién sabe qué, y que en el mismo año falleció el boxeador Rocky Marciano.

Sobre todo me llamó la atención esta última evocación, porque Marciano ha sido uno de los más grandes del deporte de fistiana, como le llaman con elegancia a este deporte de los golpes y la defensa, una verdadera estrategia que ha entretenido a muchos, por generaciones, lo que no significa que no tenga detractores por su rudeza y crueldad.

Siempre he tenido interés por la historia del box, como lo muestra el hecho de que escribí la historia de los mejores boxeadores de la Ciudad de Chihuahua, hace algunos años. Rocky Marciano fue un gran pugilista, de esos que no son promovidos por empresas de manera fraudulenta, como es el caso de Saúl «Canelo» Álvarez. Eso no quiere decir que antes no existiese el mundo negro de las apuestas, el que se daba y persiste, lo mismo en el boxeo que en otros deportes como el béisbol y el básquetbol, en varios más.

No obstante, era menos visible y ostentoso este negocio, y hablando de box, había campeones de verdad, no como ahora en que mediocres alcanzan un título y hasta varios, al amparo de los arreglos entre empresarios y apoderados.

Marciano fue campeón mundial de peso completo, y cuando se retiró en 1959 de esta disciplina tan dura, se fue invicto con 49 victorias. Precisamente el 23 de septiembre de 1952 (escribo esto el 23 de septiembre), ganó el campeonato, al derrotar por KO a Jersey Joe Walcott, en el round 13. Existe en Youtube, la pelea de estos dos boxeadores de verdad.

Ahora resulta, que el «Canelo» Álvarez ha sido campeón mundial seis veces, y en cuatro categorías (pesos) distintas. Y el muchacho ha peleado la mayoría de las veces con puros bultos, y aún así ha sido favorecido con decisiones, en un afán de que no se acabe el negocio de Televisa, que es quien lo promueve. Por ejemplo, perdió con creo que un ruso, pero los jueces dieron empate, y le ganó, sin merecerlo, el campeonato al kasajo Golovskin. Y sigue haciendo dinero el muchacho a costa de peleas con mediocres, que no atraen a los auténticos aficionados, pero la gente va a verlo a Las Vegas, que es un escenario muy socorrido para realizar esta clase de «churros».

El 31 de agosto de 1969, murió Rocco Francis Marchegiano, mejor conocido como Rocky Marciano, quien era de origen italiano, nacido en Masachussetts, en un vuelo de avión en Ohio, Estados Unidos, y con él se fue una de las auténticas glorias del boxeo de a de veras. Fue un técnico del box, que aún sin tener la recia pegada de un Jack Dempsey, sabía colocar muy bien sus golpes, además de tener una gran resistencia, y así llegó a obtener 43 triunfos por la vía del KO, de las 49 ocasiones en que le levantaron la mano como vencedor.

Una verdad es que quien no conoce el pasado, no puede valorar bien el presente. Y tanto en el deporte como en las artes y otras manifestaciones, «descubrir el hilo negro», es de lo más desalentador y triste. Es indudable que de las comparaciones que se van dando en la vida, nos llegan las convicciones y la sabiduría. En alusiones al respecto, los religiosos censuran: «quién no ha visto a Dios, ante cualquier santo se arrodilla». Y saber, como tenemos que entenderlo a como dé lugar, no es saber por saber, sino saber porqué.

Hacer recuerdos, nos suele dejar una agobiante nostalgia, por lo que fue bueno, es una verdad que nos lastima. Es la vista de lo irrepetible, en la desesperación por no saber detener lo que nos gustó. Ya lo decía Heráclito y ni modo: «nadie se baña dos veces en el mismo río».

Mostrar más
Botón volver arriba