Esqueletos en el Closet

 

Memorias de un fan de Queen

 

[Tragi-comedia en seis actos]

Por Jorge Villalobos

[Segundo acto]

En algún álbum de aquellos que las compañías de discos compilaban con varios artistas encontré un par de canciones del primer álbum de Queen, “Liar” y “Keep Yourself Alive”. También logré hacerme de un sencillo de segunda mano con “Somebody To Love”, que traía en el lado B “White Man”, un rolón.

Mientras tanto, el novio de una de mis hermanas se desprendió de unos 130 o 140 pesos (recordemos, pesos de 1979, predevaluación, once años antes de los ‘nuevos pesos’) y me obsequió el álbum doble ‘Live Killers’, con lo que garantizó convertirme en su alcahuete (esa es otra historia diferente y separada, no habrá más detalles al respecto). Yo todavía era un chamaco de esos que tropiezan de nuevo con la misma piedra, ya se imaginará el lector que uno de los dos acetatos terminó quebrado. La quebradura me dolió a mí, porque las canciones que se echaron a perder fueron “Don’t Stop Me Now” y el inicio de la “Rapsodia bohemia”.

En fin, la ventaja de poseer el ‘Live Killers’ era que contenía versiones en concierto de canciones que resumían la carrera de Queen (el disco de recopilación ‘Greatest Hits’ aparecería dos años después), algunas de las cuales sonaron mejor en vivo (y otras no, por supuesto).

Corría el año de 1980 cuando comenzó a escucharse en el radio “Otro más que muerde el polvo”. Hubo polémica. El año anterior The Sugarhill Gang había tenido un éxito masivo con el primer rap que sonó en las ondas hertzianas, “Rapper’s Delight” (la anunciaron en México con el título “El cotorreo”), y el ritmo funk en la línea del bajo de la nueva canción de Queen era bastante similar. La leyenda cuenta que hubo una demanda por derechos de autor, pero el bajista John Deacon logró demostrar que él había compuesto ese ‘riff’ de bajo antes de que saliera al mercado “El cotorreo”, y hasta ahí llegó el asunto con los raperos, no así con el sencillo de Queen: “Another One Bites The Dust” se convirtió en una de sus canciones insignia con más de siete millones de copias vendidas, el máximo hit que se coló a los primeros lugares de las listas de popularidad en todo el mundo, incluso en listas de música disco y soul.

Lo curioso es que mientras “Another One Bites The Dust” sigue siendo aclamada por el público en la actualidad y ocupa un lugar privilegiado entre la producción de Queen, es raro que alguien mencione al “Rapper’s Delight”, a menos que sea para remarcar que su primer verso sirvió en el año 2002 como base para inventar el galimatías que cantan Las Ketchup en su (este sí inolvidable) éxito “Aserejé”.

A pesar de que “Otro más que muerde el polvo” no me gustaba y hasta el día de hoy no me gusta, me entusiasmó la idea de que Queen hubiera logrado un éxito tan grande, porque su popularidad aumentaría y sería más fácil tener acceso a información sobre la banda.

El álbum que incluyó ese batazo fue ‘The Game’, que produjo otros tres sencillos: “Play The Game”, la hermosa “Save Me” y “Crazy Little Thing Called Love” (“Amorcito loco”, en ese tiempo se daban perlas de traducción en los discos editados en México). En la fotografía de la portada de ‘The Game’ Freddie Mercury aún aparece con la cara limpia, pero en la funda interior ya luce ese bigote tipo ‘Mexican macho’ que tantas críticas generó en su momento.

“¿Por qué te gustan tanto? El cantante es gay”, llegó a preguntarme uno de mis hermanos. Hoy en día una pregunta así está fuera de lugar, suena como una provocación en contra de la comunidad que ha luchado durante años por evitar la discriminación, pero si tomamos en cuenta el contexto social de la época la pregunta era válida. De hecho la palabra usada no fue “gay”, ese es el término actual, en aquel tiempo se usaba otra de dos sílabas. Freddie Mercury nunca confirmó o negó su homosexualidad en público, dejaba que los demás pensaran lo que quisieran, aunque se sabe que era celoso de su intimidad. En todo caso, lo mismo podía afirmarse de David Bowie, o de los cuatro integrantes de Sweet, o de muchos otros músicos de pelo largo y huesos delgados. Pero a mí eso no me importaba, yo había conocido a Juan Gabriel muchos años antes y nunca había considerado que hubiera algo anómalo en él. Lo que yo veía en Freddie, y en Queen, no eran sus actitudes sino su creatividad.

La distribución del catálogo de Queen en México era propiedad de Discos EMI Capitol (coincidente con las versiones inglesas de EMI Records) y en Estados Unidos de Elektra Records. En una de esas vueltas a la sección de discos de la tienda de autoservicio percibí una anomalía de distribución: había disponibles varios álbumes importados, de Elektra, prensados en E.U., como el ‘Waiting For The Sun’ de los Doors y el ‘The Long Run’ de Eagles, y entre ellos el nuevecito ‘The Game’, ¡al mismo precio que los discos nacionales, 180 pesos! Debía actuar rápido.

Comencé febrilmente a reunir dinero. Nunca antes les había cobrado a mis hermanos, hermanas o padres por prestarles servicios domésticos (“¿me boleas mis zapatos?”, “ve por las tortillas”, etc.), pero la situación lo ameritaba. Empecé a venderles a mis camaradas dibujos a pluma (poseía cierta habilidad que no estoy seguro de conservar). Le entregaba a mi madre el dinero que iba juntando para que me lo guardara, para lo cual usaba una bolsita de tela con jareta (de esas que tienen un hilito en la parte superior).

Un par de meses después tenía 200 pesos (en ese tiempo el diez por ciento del IVA se cobraba en la caja de las tiendas). Le pedí a mi madre mi bolsita de ahorros y convoqué a mi hermano Carlos y a los camaradas del barrio para que me acompañaran y atestiguaran mi compra del nuevo álbum de Queen. Sufrí la mayor humillación de mi vida (de mi vida de cuando era un chamaco, luego hubo otras) al llegar acompañado por mis amigos con el disco ante la cajera, abrir mi bolsita con jareta y descubrir que solamente llevaba 100 pesos. Previendo que pudiera malgastar mi dinero, mi madre había sacado la mitad antes de entregarme la bolsita. Cuando mis amigos terminaron de carcajearse de mí prometí que nunca, nunca compraría el ‘The Game’. Hoy tengo el orgullo de decir que cumplí mi promesa.

La siguiente gran noticia de 1980 fue que Queen se involucró con el productor cinematográfico Dino de Laurentiis (famoso en ese tiempo por ‘King Kong’ y ‘Orca, la ballena asesina’) para componer la banda sonora de la película ‘Flash Gordon’. El sencillo “Flash” fue lanzado previamente al álbum, con el instrumental “Footbal Fight” en el lado B, y tuvo gran aceptación comercial, pero propiamente el álbum ‘Flash Gordon, Original Soundtrack Music by Queen’ fue una decepción para nosotros fans, pues con excepción de la ya conocida “Flash” y “The Hero”, el resto de la música son instrumentales que, por su cualidad de música incidental para un filme, carecían del ‘feeling’ al que Queen nos había acostumbrado (¿no era obvio?), incluyendo la marcha nupcial interpretada por Brian May en su guitarrita roja especial. A pesar de que la fanaticada de Queen se veía obligada a asistir a los cines, la película fracasó comercialmente; con el tiempo se convirtió en un ‘filme de culto’, pero ni siquiera la participación de Timothy Dalton, Max von Sydow, Ornella Muti y hasta Ringo Starr en un papel secundario logran salvar a una película tan mediocre (por no decir algo más feo). De hecho, Sam J. Jones fue nominado al premio Golden Raspberry al “Peor actor” por su papel como ‘Flash Gordon’.

[Fin del segundo acto]

* Comentarios, sugerencias, dudas o desavenencias acerca de “Esqueletos en el Closet” son atendidos al correo electrónico villalobos7@gmail.com.

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