EL HILO DE ARIADNA

Agua, agua, agua…
Por Heriberto Ramírez

Es por todos sabidos que una de las condiciones fundamentales para la aparición y sustento de la vida en el planeta ha sido el agua. Todo el proceso evolutivo supone su existencia para el desarrollo de todas las especies vivientes que han existido y existen a lo largo y ancho del globo terráqueo.
Siempre hemos hecho uso de este elemento vital como si fuera proveído con una generosidad ilimitada e inagotable. Ahora, que los tiempos han cambiado, un cambio climático, millones de habitantes más reclamando alimentos, condiciones higiénicas más favorables, un planeta más saludable, para todos estos reclamos, y otras más, el agua es indispensable. Los problemas se agudizan, pues resulta que en muchas ocasiones se ha hecho un uso inadecuado del líquido, o simplemente, a veces, ya no alcanza para todos.
Para un mayor, aunque quizá no mejor, aprovechamiento del agua, en el caso de Chihuahua, donde el agua es más escasa, se construyeron grandes presas almacenadoras, Las Vírgenes y El Granero, y algunas derivadoras también. La transformación del paisaje y del entorno fue significativo, grandes sistemas de riego con canales pavimentados, sustituyeron un sistema tradicional donde los campesinos, todavía no productores, utilizaban el agua creando rebalses a base de piedra y jaras para hacerla llegar a sus cultivos que garantizaban su subsistencia, con formas de autogestión, y el cual la figura del aguador era el personaje comunitario emblemático, las acequias a base de tierra y piedra se construían entre todos, así como su limpieza y mantenimiento. El agua no se cobraba.
La intervención del Estado para erigir estas enormes obras civiles presupuso un mayor beneficio para todos, y en efecto, se amplió la extensión de tierra para regadío. Los enormes llanos silvestres se convirtieron en tierras de cultivo, beneficiando a una gran cantidad de familias. Se crearon en su entorno nuevos asentamientos humanos. Siempre con la idea de hacer producir a la tierra lo más posible.
Es así que surge la idea del productor, en sustitución de la figura tradicional del campesino. El Estado impulsa el cultivo de productos destinados en su mayoría al comercio exportador, el algodón se convirtió en el cultivo mejor cotizado, así, el Valle de Juárez, la región de Ojinaga, Delicias y Camargo se convirtieron en zonas productoras de esta codiciada fibra. Hasta que las fibras sintéticas la fueron sustituyendo y este mercado se fue al traste.
El modelo de una economía exportadora con amplio arraigo en nuestro país, tanto en la agricultura, la ganadería, la industria forestal y maquiladora, entre otras, nos ha traído consecuencias indeseables. En principio, la autosuficiencia alimentaria se ve cada vez más lejana, el deterioro de agostaderos, la casi inexistencia de una industria nacional, el daño ecológico a las reservas naturales, y por supuesto la mayor escasez de agua. Las prioridades del mercado internacional pocas veces, o quizá nunca han coincidido con nuestras necesidades; sin embargo, nos hemos entregado dócilmente a sus vaivenes.
Sin lugar a dudas el asunto del agua es un problema complejo, para un abordaje más accesible sugiero que lo dividamos en cuatro aspectos básicos: ambiental, económico, político y cultual. Sin que este orden signifique necesariamente una jerarquía.
La transformación del entorno significó un impacto ambiental, transformar tierras vírgenes en áreas de cultivo, el uso de pesticidas, fertilizantes, la devastación de flora local, principalmente a los márgenes de los ríos ha traído un conjunto de consecuencias tristes, extinción y disminución de especies de la fauna fluvial. Si a esto le añadimos la inclusión de cultivos con una alta demanda de agua, con una huella hídrica, tan alta que parece un despropósito incluirla en una zona donde el agua es un recurso limitado, entonces podemos dimensionar, todavía más, los alcances de estas implicaciones.
En lo económico, nos dejamos llevar por un modelo exportador, abandonando nuestras prioridades alimentarias y de infraestructura industrial. En el terreno agrícola o frutícola, se dio preferencia a productos con una mayor tasa de rendimiento para los productores, sin evaluar a mediano y largo plazo sus consecuencias. Los pequeños propietarios y ejidatarios fueron sustituidos cada vez más por productores con una alta capacidad de inversión que se fueron haciendo con mayores extensiones de tierra. Alfalfa destinada a la industria lechera de la cuenca de la Laguna, cebolla y nuez para exportación dominan ahora, principalmente.
La política del agua está en manos de la federación, pues se le considera propiedad del Estado, es quien ha negociado y se ha responsabilizado del cumplimiento de los tratados internacionales, la construcción, administración (el agua ya tiene un costo para los usuarios) y mantenimiento de los sistemas de riego ha permanecido en sus manos. En paralelo se crearon organizaciones de productores para proteger y defender legítimamente sus intereses. Durante décadas la federación y productores mantuvieron una relación amigable o cordial.
La aparición del conflicto supone serias divergencias en el tema de la administración del agua. El gobierno sustenta su política en la obligación constitucional y jurídica asentada en los tratados internacionales; los productores en su propio interés económico. Sumando otro factor, el de carácter partidista y electoral, en el cual cada partido trata de obtener un beneficio para su causa.
¿Ahora, cuál es el papel de la cultura en este asunto? La extensión y divulgación del conocimiento generado en las universidades y centros de investigación ha sido fundamental para el desarrollo de los cultivos en la zona, la asesoría ha sido fundamental para este desarrollo. Sin embargo, en un entorno cambiante, un cambio climático acechante, una sequía persistente plantean nuevos desafíos. ¿Sigue siendo recomendable para un desarrollo sostenible continuar con las mismas siembras y cultivos? ¿Los sistemas de riego utilizados hasta este momento todavía son los adecuados? ¿Qué pueden decir los investigadores y científicos a este respecto? ¿La ética ambiental puede ofrecer también un punto de vista al respecto?
Tal y como puede apreciarse nos encontramos ante un problema complejo que amerita un análisis y discusión desde distintos puntos de vista. Las cuestiones en este momento son: ¿cuál de los puntos de vista expuestos prevalecerá? ¿cómo jerarquizaremos nuestras necesidades? ¿quiénes deben participar en estas deliberaciones? ¿hasta dónde alcanzará el agua por venir?…

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