Alterar el pasado para robar nuestro futuro
Por Rubén Iñiguez
Para el mal gobierno de la 4T el alterar el pasado es una constante, para buscar cambiar nuestro futuro. Se trata básicamente de modificar nuestra democracia por un sistema autoritario bajo el dogma ideológico que manipula el presidente López Obrador. Parece que la democracia comenzó el día que tomó el poder.
Ciertamente, la vida democrática de México se fue perfeccionado a través de reformas políticas, fortalecimiento de partidos, desde 1977, sobre demandas de los años sesenta, como una respuesta a corregir el presidencialismo imperial de entonces, bajo la presión de los movimientos populares que incidieron en implantar bajo signos plurales, una vida democrática más plena.
López Obrador ha vendido la consigna de que gobierno es el portal auténtico de la democracia, pero avanza a tratar de tener un monopolio partidista único, como lo fue el PRI en el pasado antes de las reformas. Para ello traza alianzas, suma poderes, pero el hombre de 18 años de campaña interminable, ya no piensa en la gente que no sea incondicional.
Todo eso lo vivimos con la alternancia desde el 2000 al 2018, y fue precisamente la acción del organismo independiente y neutro como fue el IFE hoy INE, así como la participación de la gente, en la organización y pureza de los comicios, que le permitieron al presidente Andrés Manuel, ser un gobernante legítimo, constitucional, respaldado por las instituciones que hoy pretende demoler porque no las comprende o porque le estorban a su ejercicio de poder personal.
La pretendida encuesta de enjuiciamiento de los expresidentes, constituye solamente un distractor, un señuelo. Las acusaciones que pueda imputarles, en forma individual, o en grupo, prescribieron en su mayoría. Nuevamente pretende usurpar el papel de las instituciones por una especie de linchamiento mediático, simbólico, como antes se usaba en Sábado de Gloria, tronar a los ex gobernantes con su efigie, eran los “judas tronados”.
A decir verdad, México sigue siendo un país inmaduro para la democracia, que vota por incentivos clientelares, que da credibilidad a fantásticas mentiras pronunciadas repetidamente a lo largo de los siete informes que ha empleado el presidente López, en que Joaquín López-Dóriga, detectó en lo que sería el segundo informe presidencial 110 afirmaciones….Falsas.
Los mismos ciudadanos han cuestionado sus cifras, sus pronunciamientos, sus autoelogios, en que el delirio de grandeza del presidente se crece y termina creyendo sus propios spots publicitarios.
Por ello aún somos un tanto inocentes en democracia, porque el pueblo no bien informado, comunidades trabajadas por los Servidores de la Nación, con promesas y promesas, sigue manteniendo su fe en el nuevo mesías.
Su palabra para mucha gente así tiene el valor de promesas evangélicas. Prácticamente se fomenta un nuevo culto laicista, pero con carácter de una religión práctica, política. De esta forma se ataca a la corrupción, de las administraciones pasadas, pero invariablemente omitida cuando se trata de las nuevas figuras de este gobierno. Ni Pío, dice, ni Bartlett que valga.
Un culto nuevo que propone una pobreza colectiva, propone un mesías presidencial cuya palabra resuelve todo, aunque no sea la realidad, vendiendo el señuelo de que la pobreza es ideal, y que con par de zapatos, te alcanza para ser feliz -no para todos en la 4T ya que sus dirigentes están destinados a la gran vida- una pobreza purificadora de malos hábitos como progresas, tener movilidad social, mejorar con el esfuerzo los resultados del trabajo, ahorro, que son incentivos de una gran parte de los mexicanos los que componen la clase media, clase excluida del proyecto de AMLO, que solamente quiere una clase social, la pobre.
Curiosamente no trata de que todos seamos ricos. De hecho sus políticas contra la empresa privada, encubiertas de anhelos de “justicia social” que muchos interpretan como parte de la democracia, generan mayor desempleo, desconfianza, y cero inversiones. Solamente nos levantaremos cuando el sector privado sienta que el peligro real ha pasado, y que se puede pensar en nuevamente invertir en México.
Por ello se fracasa en sus planes económicos, porque son destructivos, intervencionistas, como antes en la democracia de los sesentas, en que el monopolio del estado era considerado un tema tabú, un mito sagrado para alcanzar el desarrollo y la soberanía.
Por esta razón se manipula el pasado, en forma simplista. Los gobiernos pasados llamados neoliberales eran malos. El bueno es el de ahora, aunque sea miope y sus fallos no los perciba, aún en medidas colosales dañando la estructura económica, y el empleo en México y busque disminuir la democracia, la libertad de expresión.
Las propuestas moralizadoras, tales como su cartilla, sus obras de “economía moral” y todo su discurso religioso-social, todo ello conduce a manipular el pasado, de tal forma que la 4T pueda robarnos el futuro.
El futuro es un colectivismo gris, sin libertad de expresión, uno de los temas que más duelen todavía al presidente. Por ello siguen desapareciendo periodistas, fueron 13 en el año pasado de su gobierno de amor, de fraternidad como lo denunció el Foro Nacional de Periodistas.
Ciertamente muchos desaparecieron a manos del crimen organizado, de los carteles, o de actividades delincuenciales, pero a la par el Estado limita la libertad de expresión, expulsando a notables disidentes, hostilizando a los medios independientes como Nexos, buscando segar sus fuentes de subsistencia.
Antes no se daba abasto de papel, controlado por Gobernación a través de la empresa PIPSA. Hoy la nada impoluta secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, se torna en instancia para decir qué revista sí, y qué revista no, puede circular en México, bajo su criterio de “combate a la corrupción” como pretexto.
De tal suerte que nuestra democracia es débil todavía. Pero los ciudadanos comienzan a hacer sentir su poder, y el Zócalo, ya no es exclusivo de AMLO, FRENA tuvo la capacidad de convocatoria nacional para llevar a la clase media a manifestarse ante los atropellos de este gobierno como los comete contra los luchadores por causas ecológicas, que ahora desestimó oficialmente en el segundo informe.
Lo cierto es que la democracia se encuentra en una encrucijada. La que le presenta un gobierno intolerante, deseoso del monolito de piedra político, con una sola sigla y la diversidad será entre sus aliados recientes o del pasado, cuando se vivía la democracia con otras propuestas diferentes.
En el pasado se echaron las bases de una democracia creíble, sin posibilidades de convertir mediante los trucos de siempre, urnas embarazadas, conteos alterados, sistemas caídos, carruseles de votantes dirigidos, acarreados, como antaño, ahora tenemos un proceso electoral que, de no distorsionarse con la injerencia del Estado en su realización, mostrará nuevamente el poder ciudadano.
Poder precisamente temido por el presidente López, que reclama seguidores al dogma, seguidores fieles incapaces de cuestionar, de analizar, y simplemente como nuevos borregos, conduzcan al regreso del autoritarismo que acabará de permitirlo con la pluralidad y la frágil democracia que existió desde antes y permitió la llegada de López Obrador con sus ideas del pasado de un partido oficial y único, salvaguarda de las invisibles conquistas de esta administración.