¿Cuándo podemos decir que tenemos una práctica racional?
Por Enrique Pallares
En una de las aportaciones anteriores hablamos brevemente de cuándo las personas tienen creencias racionales, esto es, qué requisitos debe de tener una creencia para sostener que se trata de una creencia racional.
Ahora hablaremos de la racionalidad práctica. La racionalidad no sólo se predica de nuestras creencias, sino que también se predica de nuestras acciones, de nuestras decisiones y conductas.
Daremos algunos ejemplos para ir identificando las condiciones de la racionalidad práctica que ya han sido expuestas por varios filósofos dentro de los que se encuentra el español Jesús Mosterín.
Si una persona al entrar a una tienda o un restaurante y se pone la mascarilla de protección contra X virus para protegerse a él y a los demás, pero luego, ahí dentro, se la quita para poder estornudar, entonces diremos que no se comporta racionalmente, pues parece que no sabe o no es consciente de lo que quiere o lo que significa un contagio.
Entonces requerimos como primera condición de la racionalidad práctica el tener conciencia clara de los fines o metas, si no sé lo que quiero o busco, no sé a dónde ir y, en el ejemplo, no se es consciente no sólo de los fines de uno mismo, sino de las metas de los demás, que en este caso son las mismas, a saber, se quiere evitar el contagio.
Pero el saber lo que se quiere no basta. Si alguien quiere hacerse (él o ella) un traje para ir a la fiesta, sabe lo que quiere hacer, pero si no sabe cómo hacerlo, cómo cortar la tela o de qué manera unir las partes, ni se molesta en aprender a coser, entonces calificamos su conducta como irracional. O en el ejemplo del no contagio, si la persona no sabe que hay que lavarse frecuentemente las manos ni procura tener distancia social, su conducta es irracional. La irracionalidad consiste en el desconocimiento evitable de los medios necesarios para conseguir los fines perseguidos. Entonces se postula como segunda condición de la racionalidad práctica el conocimiento de los medios necesarios para alcanzar las metas propuestas.
Pero también hace falta el factor esencialmente práctico de la racionalidad. Si esa persona de marras tiene conocimientos sobre contagios y transmisión de enfermedades virales y quiere evitar quedar contagiada, pero a pesar de ello hace su vida social sin ningún tipo de prevención, diremos que se está comportando irracionalmente. Si alguien quiere tener la mejor salud posible, pero a pesar de ello fuma dos cajetillas diarias, pues diremos que su comportamiento es irracional. En estos dos casos, ninguno de ellos, a pesar de que saben cómo, pusieron en práctica los medios adecuados para alcanzar con éxito la meta perseguida. Entonces la tercera condición es poner en obra los medios necesarios para alcanzar los fines perseguidos.
En otras ocasiones perseguimos un fin que a su vez no es sino un medio para alcanzar otra meta posterior. La racionalidad práctica nos exige que debamos preferir los fines últimos a los intermedios. Algo así como lo importante no es ganar una batalla sino la guerra. De allí que cuando hay conflicto entre fines de la misma línea los fines posteriores han de ser preferidos a los anteriores.
Finalmente, se postula como quinta condición de la racionalidad práctica que los fines últimos deben ser compatibles entre sí, por ejemplo una pareja de medianos recurso económicos no tendría una práctica racional si quisiera tener muchos hijos y querer al mismo tiempo educarlos en la Universidad de Harvard, y sin beca.
Allí tienen ustedes, estimados amigos, las cinco condiciones de la racionalidad práctica.