LO QUE NO SOMOS TODOS LOS DÍAS

 

En estos días de racismo, recordemos a Jesse Owens, el afroamericano que ganó cuatro medallas en Berlín, en 1936

Por Mario Alfredo González Rojas

 

El racismo dentro del medio deportivo con el tiempo ha disminuido un tanto, sobre todo por razones de orden económico. Una razón, es que en el caso de los afroamericanos, estos representan una amplia fuente de ingresos. A propósito de los crímenes últimos cometidos en Estados Unidos, en los que perdieran la vida George Floyd y Hardsam Brooks, recordé la legendaria figura histórica de Jesse Owens, quien ganara cuatro medallas de oro, correspondientes a 100 y 200 metros, salto de longitud y relevos de 4×100 metros.

¿Quién era Jesse Owens? Fue un atleta negro de Estados Unidos, de muy humilde origen y que formó parte del equipo de ese país, durante los Juegos Olímpicos de Berlín, Alemania, de 1936. Las competencias se celebraron en plena efervescencia de la política antirracista del gobierno de Adolfo Hitler, en días ya cercanos al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Cabe recordar, que México obtuvo el tercer lugar en esos juegos, en el deporte de básquetbol, siendo este su máximo logro en el deporte ráfaga. El capitán del equipo mexicano fue ni más ni menos, que el chihuahuense Jesús «Tuto» Olmos Moreno, y a quien el mismo Hitler entregó las doce medallas de bronce para que las entregara al conjunto azteca.

Hay una historia interesante alrededor de Jesse Owens, derivada de esos olímpicos. Sucede, que en la final del salto de longitud, se enfrentó al alemán Lutz Long, quien se quedó en la segunda posición.

Al dar Owens su gran salto, fue Long a darle un abrazo muy efusivo, que quedó para la historia. La fotografía del acontecimiento se hizo famosa, hoy diríamos, se hizo viral. El alemán era el gran favorito del fürer, y ante tal desenlace, a la hora de la premiación, se cuenta que este se salió del estadio para no darle la mano al estadounidense. Minutos antes, alguien le aconsejó al gobernante que aplaudiera a todos y no únicamente a los alemanes, o a nadie; y a nadie aplaudió.

Con el tiempo fortalecieron su amistad ambos deportistas, quienes se enviaban frecuentemente cartas. En 1943, Long fue llamado al campo de batalla; lo enviaron a Sicilia, donde se desarrollaba la operación Husky, siendo declarado desaparecido el 14 de julio de ese año.

En una ocasión, me platicó Jesús Olmos Royo, el hijo de «Tuto» Olmos, que su padre llegó a hacer también una gran amistad con el atleta negro, el que incluso vino aquí a la ciudad de Chihuahua, donde permaneció varios días. Conocí a Olmos Royo, en los días previos a la publicación de mi libro Olímpicos Chihuahuenses, recibiendo importante información complementaria, de su parte, para redondear el bosquejo biográfico de su señor padre. Comportándose como todo buen anfitrión, «Tuto» lo atendió, lo trajo por varios escenarios chihuahuenses y hasta lo acompañó a la Ciudad Deportiva, lo que fue aprovechado por el corredor para subirse a la base de la estatua del Discóbolo, que se encuentra en la parte superior de las oficinas, para tomarse una foto a su lado. Por cierto, Jesús «chico», me regaló una copia de dicha foto.

El basquetbolista, quien fue médico y presidente municipal de Chihuahua, en el trienio 1959-1962, al que se debe en su gestión haber arrasado con el cementerio donde hoy está el Parque Revolución, le regaló su medalla de bronce a uno de sus hijos, que vive en esta ciudad, la que me tocó conocer cuando vino Jesús Olmos Royo en una ocasión, procedente de Ciudad Juárez, población donde radicaba antes de fallecer.

Habría que hacer una lista muy larga de los primeros atletas negros, los que se destacaban del conjunto en los equipos, por su calidad, así como por ser una minoría. En los equipos de béisbol, de básquetbol, la mayoría eran blancos. Hoy sucede en muchos casos, todo lo contrario, predominan los negros. Sabido es que por ejemplo, en el béisbol de las Ligas Mayores, el primer afroamericano en jugar fue Jackie Robinson (hay quien dice que fue el segundo; bueno, en un dado caso fue de los primeros), el que debutara el 15 de abril de 1947 con los Dodgers de Brooklyn.

Y en el básquetbol de la NBA, el primer negro fue Earl Lloyd, quien vistió la camiseta de los Capitols de Washington. Comentaría Lloyd en su libro El viaje de baloncesto de Earl Lloyd: «La gente esperaba que apareciera el Ku Klux Klan, pero no fue así…eso sí, el público me decía de todo y nada bueno».

Manifestaciones contra los negros ha habido de todas, pero las que han ido al extremos son las atentatorias de sus vidas. Se pasaban en un momento dado, eso de no se admiten negros, en los bares, o en los tranvías, o hasta los gritos de vuelve a África, pero se ha llegado al límite con los asesinatos, registrados con cierta frecuencia.

Hay datos aterradores al respecto, como lo muestra la ONG Mapping Police Violence, al señalar que el 24 % de los muertos por la policía son negros, aunque el grupo sólo constituye el 13 % de la población. Y veamos este dato comparativo: en una encuesta hecha en 2019, el 44 % de los afroestadounidenses entrevistados, aseguró haber sido detenido injustamente por la policía, mientras sólo el 9 % de blancos entrevistados expresó los mismo.

Esa es la realidad que se vive en Estados Unidos, pero la otra realidad, ajena al poder político blanco, es que no hay inferioridad ninguna con respecto a los blancos, lo que ha prevalecido es la falta de oportunidades a los negros para participar. Ha quedado demostrado con los años, que la igualdad es ajena al color de la piel y a las creencias.

Si bien es cierto, que en las últimas décadas ha habido avances en favor de los negros, en diversos frentes, como en los deportes, el arte, los negocios, la política nacional y regional, etc., este mero hecho no significa que como grupo demográfico se haya logrado un paralelismo con los blancos. Esto es claro, si revisamos cuestiones de ingresos y oportunidades, pero sobre todo en lo relativo al trato que reciben de las autoridades de seguridad y justicia.

Es la gran deuda histórica.

Mostrar más
Botón volver arriba