EL ORÁCULO DE APOLO

 

La importancia de tener una cosmovisión

Por Enrique Pallares (II Parte)

 

Como ya lo habíamos señalado, todos los seres humanos llegamos a tener una visión del mundo y de la vida. A esta comprensión total y sintética le llamamos cosmovisión. También habíamos dicho que esta puede ser sencilla o compleja, verdadera o falsa, absurda o realista, pero cualquiera de nosotros la tiene.

Antes de decidir a dónde y por dónde queremos ir, necesitamos representarnos de alguna manera el lugar en que nos encontramos. Antes de elegir cómo vivir, precisamos tener cierta idea o imagen (aunque sea un bosquejo) acerca de cómo es el mundo en que vamos a vivir nuestra vida. Desde luego, los niños y los bebés no pueden llegar a tener una visión completa, o la tienen de manera incipiente.

La cosmovisión es el marco general de referencia teórico que necesitamos para nuestras consideraciones prácticas. Ese marco es el que nos guía y nos ilumina los senderos que hemos de elegir en todas nuestras actividades y decisiones. Es por eso que a una persona desorientada o que no le encuentra sentido a la vida, le sería muy sano ponerse a reflexionar un poco sobre su visón del mundo y ver si es verdadera o es falsa, al menos en parte. Una cosmovisión errónea puede desorientarnos severamente y llevarnos a vivir peor de lo que podríamos haber vivido. Los jueces de Mesopotamia cremaban a los muertos porque creían que de esa manera el difunto alcanzaba más pronto a su Dios. Los aztecas se punzaban en la lengua y orejas porque creían que la influencia de la sangre ayudaba a conservar el Sol. Monjes y monjas católicas se fajaban cinturones con puntas de hierro como mortificación para que, tras la muerte, comprar placer ultramundano. Aunque es claro que todas estas creencias son falsas, de todos modos los condicionaban o acotaban para actuar de forma contraproducente para su bienestar.

Si realmente queremos vivir bien, lo primero que necesitamos es tener un mapa lo más correcto posible de la realidad, una cosmovisión que contenga la mejor información posible de nuestro tiempo.

Cualquier cosmovisión requiere de una evaluación epistemológica, es decir, un examen sobre qué tanta justificación o evidencia tiene nuestro pretendido conocimiento de la realidad. Este examen va también para la ciencia tanto observacional como teórica. Muchos científicos han extraído y siguen sacando conclusiones especulativas y espectaculares de sus disciplinas y en lugar de ayudar a una visión sensata y coherente, desorientan. Recordemos que Kepler aparte de astrónomo era astrólogo, aunque criticó sus elementos más dogmáticos, diríamos que fue un astrólogo autocrítico.

Es claro que las cosmovisiones de Platón, Aristóteles o Kepler ya no nos sirven (aunque es importante conocerlos); ahora necesitamos construir la nuestra. Una cosmovisión dogmática no nos serviría para orientarnos en este mundo lleno de miles de facetas, fake news, (noticias falsas), prejuicios e información sin ningún sustento. Hoy tenemos un buen conocimiento del universo, su origen y desarrollo; de lo que es la vida y su evolución y aunque falta mucho por conocer, tenemos mejores maneras para justificarlos. Bertrand Russell pensaba que la contemplación del cosmos ayudaba a la gente a librarse de preocupaciones estrechas y ataduras tribales, (yugos ideológicos de pueblos ancestrales). Seguramente una cosmovisión correcta y actualizada, ampliará el alcance de nuestros pensamientos y de nuestras acciones y afectos.

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