EL ORÁCULO DE APOLO

La importancia de la cosmovisión
Por Enrique Pallares (I/II Partes)

Todo ser humano tiene una cosmovisión, es decir, un cuadro o síntesis del mundo y de la vida. Un mapa general no sólo de los que hay ahí afuera sino también una idea de nuestro particular lugar en el mundo. Esta visión de conjunto es necesaria para poder orientarnos en nuestro entorno, pues es la manera de ver e interpretar el mundo. Si no tuviéramos ese “mapa” conceptual no podríamos interpretar nuestro medio en el cual vivimos y tal vez, si lo interpretamos mal, lo más seguro es que no sobreviviríamos. Una cosmovisión puede ser personal, plasmada en cultura de una sociedad o de una época.
La cosmovisión debe brindar un marco en el que todo hecho y toda idea deben tener su lugar, esto es, en la que cada parte tenga sentido y sea consistente con el resto. Este mapa no únicamente brinda una visión de conjunto, también tiene una visión práctica, pues es una guía para la vida y para la acción. La mayor parte de nuestras acciones están guiadas por nuestro sistema de creencias independientemente de que estas sean verdaderas o falsas de hecho. Siempre actuamos bajo el presupuesto de que son verdaderas. Yo creo que esta silla me va a sostener y me dejo caer en ella, pues si no fuera así, no me sentaría ahí.
Este marco general nos ayuda también a trazar nuestras metas de corto y largo plazo y nos permite elegir los medios para alcanzarlas. A diseñar planes y a poder evaluar todas estas cosas.
Ahora bien, una cosmovisión puede ser burda o refinada, confusa o clara, puede ser esencialmente religiosa o completamente secular. También puede ser mágica o fundamentalmente naturalista. Puede estar orientada por el conocimiento científico o alejada de él. O incluso, puede ser estéril o fértil pues nuestras ideas pueden estar acartonadas o tener conceptos de gran potencia explicativa.
Existen cosmovisiones que ven el mundo como un organismo en su totalidad y le atribuyen a las cosas alguna funcionalidad; es decir, que están hechas para algo. Como es el caso de las personas que preguntan ¿para qué sirven los elefantes? ¿O qué función tienen las montañas? Otras cosmovisiones sostienen que toda cosa concreta compleja o incluso el universo en su totalidad son máquinas. Esta visión mecanicista no puede explicar el mundo orgánico y mucho menos el social. Todo lo enfoca con palancas y engranes y no da cuenta de objetos y propiedades nuevas o emergentes. También existen las cosmovisiones religiosas en donde el cosmos en su conjunto está hecho por divinidades a las cuales no podemos tener acceso y todo está en función de los designios o deseos de esas divinidades. Todo acto humano es o debe ser un acto decidido por esas entidades.
Cercanas a las anteriores, está la visión del todo como espíritu. El hinduismo y el budismo serían ejemplos de esta concepción. Lo fundamental en ellas es la experiencia básica de la meditación trascendental. Consideran que el sustrato más profundo de la realidad es un fondo espiritual. Así, Toda la realidad es presencia, emanación o degradación o división del todo espiritual. Es la visión del espíritu absoluto defendido por Hegel.
En otras cosmovisiones el mundo es un texto. No existen los hechos, sólo las interpretaciones (Nietzsche). Incluso, los hechos no existen, nada más son construcciones del ser humano. Pero también las hay que sostienen que toda cosa o idea son sistemas o componentes de un sistema. Esta postura sistémica da cuenta de las cosas afirmando que un objeto físico, una sustancia, un organismo vivo, una sociedad o institución, son sistemas en donde los componentes o elementos de ese sistema, tienen relaciones y conforman una estructura perfectamente definible y comprensible.
¿Podremos tener una cosmovisión racional, verdadera y coherente del mundo y de la vida? ¿Es posible una guía objetiva y confiable del mundo que nos permita tener una vida plena?¿Será posible tener una cosmovisión que sea satisfactoria y les dé significado y sentido a todas las cosas con las que vamos teniendo experiencia?

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