EL HILO DE ARIADNA

La amenaza de las “tecnologías malvadas”
Por Heriberto Ramírez

En días recientes he visto publicado en algunos periódicos la noticia acerca de la destrucción de antenas por parte de algunos ciudadanos, al considerar que se trata de tecnología 5G por lo cual su instalación atenta contra su salud. También han aparecido notas sobre decenas de pájaros muertos, aparentemente a consecuencia de la radiación electromagnética producida por las antenas dotadas de esta tecnología.
Desde años anteriores se especula por los posibles efectos nocivos del wifi en la salud humana. Hasta donde sé no existe una prueba contundente sobre esto. Para algunos quizá les parezca infundado y exagerado expresar este tipo de temores, como si las personas que las manifiestan se tratara de analfabetos tecnológicos, para otros se trata de una desconfianza y escepticismo legítimos sobre las posibles consecuencias de cualquier tecnología, vieja o nueva.
La tecnología se ha convertido en uno de los fenómenos económicos, políticos y culturales más importantes en la historia de la humanidad, sus repercusiones en estos y otros ámbitos resultan difícil de evaluar, por lo que se ha convertido en objeto de estudio desde diferentes perspectivas. Sobre todo, a partir del hecho que es un componente imprescindible del mercado, se trata de una asociación indisoluble.
El mercado sería totalmente disfuncional sin el conjunto de tecnologías digitales, la contabilidad, las máquinas registradoras, las compras en línea, la publicidad, la operatividad de la banca, del transporte. Pero no son las únicas tecnologías de las cuales depende la funcionalidad de nuestro mundo actual, pensemos en la parálisis a la que puede llevarnos la falta de electricidad o de combustibles, entre otras tecnologías.
La tecnología es a su vez una forma de empoderamiento, los países con mayor capacidad tecnológica se representan como los más poderosos económica y políticamente. La carrera bélica tuvo en ciencia y la tecnología sus aliadas incondicionales, con los resultados conocidos. Todo el gran despliegue de conocimientos científicos llevados al desarrollo de tecnologías sociales, o de artefactos materiales encontraron su nicho ideal en el floreciente mercado del reciente capitalismo.
Las grandes empresas lanzan sus propuestas al mercado reduciendo los riesgos de pérdida en base a sus amplios y profundos conocimientos del comportamiento del consumidor y de los alcances de sus competidores. Aunque, muchas veces sin una adecuada valoración de las consecuencias negativas de sus productos. Es cierto que apreciar todas las consecuencias a mediano y largo plazo de una determinada tecnología es prácticamente imposible, tampoco es una práctica extendida o exigida por los reguladores de las prácticas tecnológicas.
¿Cómo saber si una tecnología es buena o mala? “Por desgracia, comenta Miguel Ángel Quintanilla en su libro Tecnología: un enfoque filosófico, la necesidad de la evaluación social de las tecnologías es mucho más evidente que la disponibilidad de criterios y métodos efectivos para llevarla a cabo, aunque en los últimos años se han dado pasos positivos. Los resultados más notables han sido, por una parte, la generalización de los análisis de impacto ambiental; por otra parte, la aplicación de técnicas econométricas al estudio de las repercusiones de las opciones tecnológicas sobre el sistema productivo, y por último la progresiva toma de conciencia de que, ante la imposibilidad de prever todas las consecuencias futuras de una innovación tecnológica, es preciso al menos establecer cauces de participación de los usuarios y posibles afectados en la política de desarrollo tecnológico”.

He leído de un tiempo atrás un artículo Silvia Riberio, investigadora del grupo ETC y publicado en La Jornada que el poder, al parecer irresistible, de las redes 5G, llamadas así por ser la quinta generación de redes de comunicación inalámbrica, prometen ser notablemente más rápidas y con más capacidad de trasmitir datos (mayor ancho de banda), por lo que podrían cubrir una cantidad mucho mayor de conexiones en el mismo espacio. La idea es aumentar la velocidad de descarga hasta 20 veces más rápido que con las actuales redes 4G. La tecnología 5G no es sólo un desarrollo de las anteriores. También cambia la frecuencia de onda con que se transmite.

Se nos dice que esta capacidad de conectar más dispositivos a las redes inalámbricas hará dar un salto cuantitativo al Internet de las cosas, que se refiere a las conexiones inalámbricas entre todo tipo de aparatos industriales y domésticos -teléfonos, computadoras, pantallas, cámaras que nos ven-, máquinas de café, estufas, refrigeradores, camas y otros muebles inteligentes; autos y dispositivos de salud. Todo ello conectado a nuestros expedientes médicos, laborales, crediticios, educativos, hábitos de consumo, actividades de tiempo libre, etcétera.

Todo lo anterior viene asociado a reclamos y denuncias sobre las repercusiones de esta tecnología en la salud de las personas, específicamente la aparición de cáncer, a consecuencia del uso de este tipo de radiofrecuencia. Pero, dicen, se esperan asimismo más casos de infertilidad, de cardiopatías, de enfermedades autoinmunes, psiquiátricas, neurológicas y cognitivas, y de tumores cerebrales, entre otros.

Del otro lado, de las poderosas empresas, Huawei, principalmente, se dice son tecnologías inofensivas y traerán un gran impulso al desarrollo, que la medicina se beneficiará de estos avances, lo mismo que el comercio y la educación. Esto complica el panorama a la hora cuando el ciudadano deba decidir si adopta o no esta u otra clase de tecnología. En medio del fuego cruzado de abrumadora información en un contexto donde escasean los espacios confiables para su deliberación se producen confusión e incertidumbre.

Pero, además, en un contexto como el nuestro, uno se hace la pregunta si es la clase de tecnología conveniente para nuestras necesidades de desarrollo. Si ese es la clase de desarrollo que habrá de llevarnos hacia escenarios donde la pobreza se reduzca, en el cual el sistema de salud sea eficiente y funcione bien para todos, y si podemos tener una buena educación, igualmente incluyente. Por ahora, esto plantea un escenario donde debe darse un mayor y profundo análisis y discusión a nivel gubernamental y a nivel ciudadano.

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