EL HILO DE ARIADNA

¿Qué hacer ante la indolencia?
Por Heriberto Ramírez

Todos hemos pasado días difíciles, para unos ha sido más complicados que para otros. Hay casos de verdadero infortunio, para quienes ya no están con nosotros, para quienes han enfermado y para las familias de todos ellos. Hay quienes lamentamos las restricciones que nos provoca el confinamiento, y nos enoja ver a quienes no lo respetan.
Las muestras de solidaridad y altruismo han sido abundantes, profesionales de la medicina que han arriesgado su vida, e incluso la han perdido, tratando de salvar otras. Todavía más, se han negado a recibir cualquier muestra de reconocimiento aduciendo que simplemente cumplen con su deber: “no somos héroes”, nos dicen.
Es posible entender que dadas las condiciones de desigualdad socioeconómica hay quienes difícilmente pueden quedarse en casa, pues dependen de su actividad diaria para hacerse del sustento. Por otra parte, en distintas partes del mundo se han puesto de manifiesto conductas poco edificantes, multitudes de personas que acuden a los centros comerciales deseosas de comprar algún producto, o peor, filas enormes para proveerse de alcohol, además, lo hacen sin atender las medidas recomendadas.
¿Qué hacer ante estos hechos reprobables? Si bien hubo países que apostaron por medidas menos restrictivas, con resultados cuestionables; hubo otros que se excedieron en el uso de la fuerza pública, con resultados más graves todavía. En este punto de la pregunta el Estado aparece de nuevo o como un ente regulador, o bien, al modo de una máquina de poder dispuesta a hacer cumplir lo que se considera conveniente o aplastar a quien incumpla.
En realidad, pienso, nuestro gran enemigo y a quien debemos combatir es a la ignorancia. En un primer sentido tiene que ver con lo ralo del conocimiento disponible acerca de este este virus y sus consecuencias para la especie humana, un ente microscópico que nos ha tomado por sorpresa, poniendo en evidencia, justamente, lo limitado de nuestro conocimiento al respecto de un bicho invisible que seguramente siempre ha estado por ahí, pero por extraño que parezca hasta nos percatamos de su existencia. La comunidad científica en un abrir y cerrar de ojos se vio expuesta en sus limitaciones, límites entendibles, porque es imposible saberlo todo.
Por otro lado, en una segunda instancia, el que una parte de la población se niegue a ser altruista o solidaria, me parece, también puede ser atribuida a un factor de ignorancia. Ignorancia en un sentido doble, a ignorar la evidencia de los hechos, como si estos no existieran; pero también por falta de una educación o cultura que le permita ser sensible a este tipo de fenómenos biológicos y sociales. En este caso se muestra la precariedad de la educación proporcionada por el Estado o por quien resulte responsable.
Par ambos casos, lo grave no radicaría en su precariedad de conocimientos, sino como diría Karl R. Popper “la verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos, sino el hecho de rehusarse a adquirirlos”. Esto por partida doble tiene que ver con el refuerzo a los programas y proyectos de investigación, para que reciban los apoyos y los reconocimientos necesarios para llevar su labor a buen término; y también con los programas educativos que sensibilicen a la sociedad sobre la fiabilidad del conocimiento científico, con todos y sus limitaciones; acerca de la importancia crucial de la conducta individual para el logro de metas colectivas que impidan la propagación de la epidemia. Y así disminuir las consecuencias indeseables ante la gran cantidad de adversidades con las cuales nos enfrentamos cotidianamente y con las que puedan llegar a presentarse, como la actual, en cualquier momento.
Una mayor influencia de la comunidad científica en la toma de decisiones de la vida pública es una demanda que debe considerarse, pues ayudará a crear una ciudadanía una mayor cultura científica que sea más consciente y más solidaria a la hora de afrontar los problemas. Convertir el conocimiento científico en una verdadera fortaleza, ante la cual los embates de la ignorancia se vean siempre derrotados.

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