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La niña de Guatemala: y las palabras hechas música de José Martí

Por Mario Alfredo González Rojas

Murió hace días Óscar Chávez, quien unos recuerdan, otros no, porque su apogeo ya quedó algo distante. Conocido como cantante de trova y canciones de protesta en México, murió a los 85 años y de Coronavirus. Pasarán los años y se le recordará al hablar de la contingencia, por toda esta serie de condiciones que ahora nos esforzamos en digerir.

Recordaremos de la pandemia, pues, el aislamiento, el fastidio, la distancia, la soledad (fructífera en ratos), y hasta, el lavado de manos, éste sobre todo porque en ocasiones sustituimos el agua, que no la hay, por el gel. De Chávez, muchas señales quedaron; para mí, su canción «La niña de Guatemala», que comenzó siendo un poema y el mexicano la hizo canción, una canción bellísima, la que desafortunadamente no han mencionado los comentaristas, porque no la conocen, o no la aprecian, ahora con motivo de la muerte del también compositor y actor. El poema lo escribió el poeta cubano José Martí.

Con la prontitud del Youtube usted la puede bajar, si lo desea, para que se deleite con la magnífica interpretación de que hace gala Óscar Chávez. Contaba, entre otros, un embajador cubano en Guatemala, que José Martí conoció muy bien a la famosa «niña», allá por 1877, cuando anduvo en la tierra del quetzal y hasta fue su maestro en la Escuela Normal. Tenía entonces la muchacha 16 años y era respetada y admirada por su belleza y gracia, y hasta se habla de que inspiró sentimientos más que amigables, en el que sería después el inspirador de la lucha por la independencia de Cuba.

Lo que son las cosas, cómo a veces se atan cabos, se arman los rompecabezas con más o menos fidelidad, aunque estén años y tierras de por medio. Como ya estaba comprometido el joven Martí con una paisana para casarse en México, a sus 24 años (nació el 28 enero de 1853), regresó a nuestro país para celebrar sus nupcias; la novia era una muchacha oriunda de Camagüey, de nombre Carmen Zayas, y como tratos son tratos, sobre todo para la seriedad de quien es poeta, dejó de ver a María García Granados y Saborío, la «niña», por cierto hija de un ex presidente de Guatemala, don Miguel García Granados.

Agrega el embajador, que de México tomó el camino a Cuba, su tierra, el también reconocido periodista a continuar con su vida de siempre, la que se dice normal, acaso por ser rutinaria, y entonces se enteró que había muerto su extrañada musa, de un mal pulmonar. Tal vez sí le llegó muy hondo el deceso, o posiblemente viendo que era un buen tema, ya que el ansia literaria va de la mano con las circunstancias, aprovechó para trazar un hermoso cuento en versos muy musicales y repletos de imaginación, y creó «La niña de Guatemala».

Y pasó a la historia, eso de: “…dicen que murió de frío, yo sé que murió de amor…”. Es parte medular del poema. Soltó la pluma el vate, ¿qué le duraba? Y así, con el correr del tiempo, se dijo mucho; hasta se contó que el poeta fue a Guatemala antes de morir María, y que ella le escribió una carta extrañando su ausencia, aunque reconocía que él siempre le dijo la verdad de su casamiento en puerta. En 2013, la Embajada cubana ubicó la tumba de María en el Cementerio General, a la que pusieron una placa alusiva.

El recién fallecido cantante de trova, hizo una auténtica joya con sus arreglos musicales de este poema, y la canción fue incluida en la película “Los caifanes”, cantada por el mismo Chávez. En mayo de 1877, que comenzó a dar sus clases Martí a la joven García, no imaginó el hilo de esta historia. Metido en sus afanes periodísticos y literarios, comenzaba a ser uno de los precursores del modernismo, el género que es pletórico de música y mucha imaginación y que a fines del siglo XIX y principios del XX, atrajo a toda una generación de lectores.

El estilo martiano es sencillo pero bello; el joven trataba muchos temas diversos, tanto en prosa como en verso; y entró a lo ético y a profundas reflexiones, con un barniz profundo, el del humanismo. Famosos fueron sus “Versos sencillos”, de los que el poema IX es “La niña de Guatemala”. En “La Edad de oro”, que era una revista mensual, trajo cuentos para niños y no niños. Muchos se extrañaban de que siendo un político y revolucionario, “se metiera” a asuntos tan diferentes, a veces contemplativos, y que sin perder sus ansias libertarias, pensara en una Cuba libre, unida, llena de paz.

De él es el poema “Cultivo una rosa blanca”. En sus versos dice, que cultiva una rosa blanca, tanto para el amigo sincero como para el que es cruel con él. Este 19 de mayo se cumplen 125 años de su muerte, acaecida en la Batalla de Dos Ríos, en plena lucha de independencia de Cuba respecto a España, de la que fue su inspirador e impulsor. Murió en 1895, y en 1902, se proclama la independencia de Cuba, la que un día se forjaría anti imperialista, como la soñó José Martí.

Hacen falta más canciones basadas en poemas, para alcanzar grandes goces, el deleite pleno que brinda el arte, como el que nos ha dejado “La niña de Guatemala”. Como “El Poema Veinte”, de Pablo Neruda, del que hace un verdadero banquete para los oídos y el alma, la soprano chilena Ginette Acevedo; igual que “Cantares”, de Antonio Machado, y que popularizara Joan Manuel Serrat. Y así otros poemas más.

Aprovechemos lo que queda de la pandemia, para escuchar buena música, incluidos los poemas cantados. Porque después, muerto el virus, un choque inevitable e interminable de trenes, adormecerá nuestros oídos.

Tal vez para siempre.

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