EL HILO DE ARIADNA

Ciencia y política: una pareja disfuncional
Por Heriberto Ramírez

 

Nuestro país ha sido poco afortunado en materia de política científica y tecnológica. Nos ha faltado un proyecto transexenal que mantenga firmes y claros los objetivos de esta asignatura.
La ausencia de una visión bien orientada ha traído en consecuencia una sensible baja inversión del sector público y todavía más del privado: una comunidad científica debilitada, integrada a un Consejo (Conacyt) al que pocas veces, o quizá nunca, se les pide consejos en la toma de decisiones cruciales para el emprendimiento de los grandes proyectos tecnológicos.
Nuestro modelo político del desarrollo científico y tecnológico es verticalista y opaco. Las decisiones políticas que deciden su orientación son todavía peores y reprobables. Nuestra comunidad científica, a pesar de su debilitamiento y fragmentación, mantiene cierta presencia y solvencia política, algunas voces son escuchadas y otras acalladas; aunque hasta ahora se ha visto limitada a la hora de construir un consenso para redireccionar nuestro rumbo en este rubro.
Política y ciencia parecen vivir en México un matrimonio disfuncional desde hace un buen de tiempo. Quienes han mantenido viva la llama de la investigación, de manera legítima defienden sus intereses, a pesar de muchas veces las líneas de investigación corresponden a intereses personales sin ninguna vinculación con los intereses comunitarios, olvidando que sus trabajos son financiados con fondos públicos. Hay aquí una opacidad que incomoda de manera notable a una parte de su membresía.
Los políticos por su lado han emprendido grandes proyectos, sobre todo en cuestiones energéticas, dejando de lado la participación de la comunidad científica, impidiendo el aprovechamiento de sus conocimientos y limitando la posibilidad de la acumulación de experiencias. Además, han dejado de lado al empresariado nuestro favoreciendo a grandes empresas trasnacionales, sembrando suspicacias fundadas de corrupción.
El gran perdedor en este matrimonio conflictivo ha sido el pueblo mexicano. Se considera que poco o nada puede aportar en la toma de decisiones que puedan favorecerlo o afectarlo. En el transcurrir del tiempo hemos visto cómo los recursos financieros se han malgastado hasta llegar a su casi agotamiento sin que pueda decir que ya tenemos una infraestructura adecuada en materia energética, sanitaria o alimentaria, por decir lo menos.
Para resolver las desavenencias entre las partes en conflicto tendremos que pensar en una terapia intensiva, en un rediseño profundo en el que se dé el diálogo constructivo que pueda salvar lo que todavía puede ser una relación fecunda.
Si queremos que esto ocurra, todas las partes involucradas deben sentarse a dialogar de la manera más sensata posible sus propios intereses, anteponiendo siempre las necesidades nacionales, sin dejar de considerar su ubicación en el marco global. Hasta cristalizar un modelo nacional de desarrollo científico y tecnológico transparente y democrático.
En algún momento lo señaló el destacado filósofo mexicano León Olivé (1950-2017): “Cada día es más clara ante la sociedad, la necesidad de que el gobierno y el control de la actividad tecnocientífica deben hacerse no solo de manera responsable y transparente, sino incluir la participación ciudadana. También ha venido creciendo la opinión de que el desarrollo tecnocientífico debe contribuir a la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de diferentes sectores sociales. Para lograr todo lo anterior tendría que procurarse una educación tecnocientífica orientada a la formación de una ciudadanía que pueda comprender, actuar y participar en la esfera de las decisiones sobre políticas de ciencia y tecnología e innovación, así como en la evaluación de sistemas tecnocientíficos y de innovación”.
Decirlo resulta fácil, pero la verdad de los casos se requiere, para empezar, de muy altas dosis de voluntad política, lucidez y capacidad de negociación de todas las partes involucradas. Si bien, hasta ahora, la política científica se ha llevado de manera cupular ya va siendo hora que otras fuerzas se unan, más que para enfrentar y resistir de manera obcecada, para hacer propuestas maduras y asequibles. Que seguramente las habrá…

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