EL HILO DE ARIADNA

El poderío invisible del orden biológico

Por Heriberto Ramírez

Solemos recibir una conseja, a propósito de las relaciones políticas y sociales, “no existe enemigo pequeño: hasta un mosquito te puede acabar”. En nuestra situación actual esta expresión se ha quedado corta, pues ahora vemos cómo el universo microscópico -una vez más- parece haber puesto de rodillas a la civilización.

Una visión interesante y digna de retomarse para exponer los vínculos, a veces imperceptibles, entre el desarrollo económico y el mundo microscópico ha sido expuesta por el biogeógrafo bostoniano Jared Diamond, en un ensayo ilustrativo “Nueva síntesis científica de la historia de la humanidad” que forma parte del libro colectivo ‘El nuevo humanismo’, al intentar responder ¿por qué siguió la historia cursos de evolución tan distintos para pueblos de los distintos continentes? El marco de análisis establecido es la relación desigual entre el Viejo y el Nuevo Mundo, así como con África y Australia.

La respuesta dada por Diamond, más allá de la ponderación de la tecnología militar, tiene que ver con la presencia de los gérmenes, cuyas consecuencias fueron devastadoras para las culturas americanas, principalmente. En esta relación asimétrica queda claro que los indios americanos no desarrollaron ninguna enfermedad epidémica devastadora que transmitir a los europeos. Porque en principio, las habituales enfermedades epidémicas sólo pueden sustentarse a sí mismas donde existe una gran cantidad de población concentrada en pueblos y ciudades. Luego, de acuerdo a las investigaciones en biología molecular, la mayoría de las enfermedades que habían proliferado en lugares de gran concentración de animales domésticos del Viejo Mundo con los que se tenía contacto directo.

El sarampión, y la tuberculosis, se desarrollaron a partir del ganado vacuno: la gripe, de una enfermedad padecida por los cerdos, y la viruela posiblemente de una enfermedad de los camellos. En América eran escasas las especies animales nativas domesticadas que podían contagiar a los seres humanos de este tipo de enfermedades.

¿Por qué era mucho mayor el número de especies animales domesticadas en Eurasia que en las Américas? Es otra pregunta que Diamond se plantea. La respuesta sustentada desde su visión biogeográfica parte de las condiciones necesarias para la domesticación. Encontrar especies con las cuales puedan cumplirse ciertas condiciones: una dieta que pueda ser proporcionada por los humanos, un ritmo de crecimiento rentable, disposición a reproducirse en cautiverio, capacidad de sobrellevar el cautiverio, principalmente.

Son condiciones que geográficamente generosamente dadas en el eje euroasiático, orientado de este-oeste, mientras que en América el eje es norte-sur. El eje este-oeste euroasiático permitió que las especies domesticadas pudieran extenderse miles de kilómetros de una misma latitud y encontrar siempre el mismo clima y otras condiciones propicias para su adaptación. Condiciones que no pueden darse en el eje norte-sur en América, por lo cual las especies animales existentes tenían una vida restringida a un perímetro local. Esto respondería parcialmente, desde la biogeografía, la divergencia evolutiva en las distintas culturas.

En otro de sus libros, Colapso, expone cómo una buena cantidad de culturas fracasaron, es decir, colapsaron, desaparecieron. De ahí emerge otra cuestión ¿Por qué entonces, algunas sociedades triunfan y otras fracasan? Sus explicaciones son extensas y por ahora puede condensarse así: debido a la imposibilidad de percibir un problema que ya se ha producido; si bien tiene que ver el entorno más que las propias sociedades, nos deja un amplio aspecto de posibilidades de que una sociedad se salve a través de sus propias acciones. Quizá -sentencia Diamond- las sociedades y personas que triunfan son aquellas que tienen la valentía de tomar decisiones difíciles.

Ahora, tal vez no podamos decir que una cultura o un país en específico se encuentre amenazado por la actual contingencia, pues dada la intensidad del comercio y de la comunicación las fronteras políticas han terminado por hacer cada vez más difusas. Hoy, tenemos suficientes razones para pensar que la humanidad en su conjunto debe confrontar una amenaza inédita de carácter global.

Sin embargo, tampoco podemos desconocer las características regionales, aquellos entornos específicos demandando medidas propias. Creo, debemos replantearnos el estilo de vida urbano y nuestra relación con el mundo animal.

Mostrar más
Botón volver arriba