Con el objetivo de involucrar a poblaciones jóvenes en el mundo de la ciencia y tecnología, se creó el programa Misión al Espacio. En esta ocasión, Fundación everis promueve a través de la robótica y programación un acercamiento directo con lo que podría ser una vocación del futuro.
Durante el verano, diferentes grupos de niños por una semana se congregan en las instalaciones del Papalote Museo del Niño para, a través de talleres, enfrentarse a mundos desconocidos.
“El mito se rompe metiendo las manos en la masa, no teniéndole miedo a las cosas, explorando”, asegura Madián Morante, portavoz de Fundación everis en México. Con esta premisa lo que pretenden es tocar a los niños en una edad temprana de forma tal que puedan acercarles de una manera divertida la educación STEM (referente a la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Morante explica que los talleres cuentan con diversas virtudes: hoy tenemos una brecha sobre la cantidad de ingenieros que tenemos a los que necesitamos como país, es decir, tenemos escasez de talento, “el objetivo es que cuando los niños sean grandes, tengan la opción en su mente de acercarse a estas ciencias y que elijan una carrera relacionada con ello. Con esto también estamos haciendo una aportación valiosa al país”.
Este ejercicio además contribuye a la brecha de género, “hoy menos mujeres eligen este tipo de carreras, muchas de las niñas siguen considerando que éstas son para hombres, lo que nos parece totalmente incorrecto. Nosotros pensamos que el sexo no tiene nada que ver con tus habilidades y la capacidad que tengas para desarrollarte en distintas materias”, expresó la representante de la fundación.
También, ayudan a eliminar el mito de que las ciencias son muy complicadas. “Aquí se logra asimilar que la ciencia es divertida y cuando le entiendes puedes hacer cosas maravillosas, como tu propio robot”.
Pero el punto más importante de los talleres y parte del espíritu de la fundación, asegura Morante, es acercar estos espacios a los niños que menos oportunidades tienen, “porque esto es para todos, no importa el estatus o clase social, pero los niños que son parte de casas hogar o estancias infantiles tienen menos oportunidades de acceder a este tipo de cosas”.
En entrevista para El Economista, hizo hincapié en que es una semilla muy importante la que siembran en ellos, pues cuando llegan al taller y les preguntan a qué se quieren dedicar, normalmente responden sobre lo que ven o vieron cuando estaban en casa. Vendedor de papas, bolero, trabajadora doméstica, “eso habla de un abanico de opciones reducido y con pocas oportunidades. Cuando salen, quieren ser astronautas, programadores, ingenieros, no en todos los casos cambia la respuesta y eso también está bien, pero el impacto de abrirles la mente ya quedó”.
¿Cómo funciona el programa?
Con un grupo de voluntarios, llamados monitores, se crea la agenda, buscando el balance entre habilidades blandas (trabajo en equipo, comunicación, toma de decisiones, resolución de problemas, gestión de tiempo, habilidades interpersonales) y técnicas.
Además, se busca que sea divertido con actividades amenas y entendiendo cómo funciona la mente de un niño, así, los niños llegan y viven una dinámica de roles, durante cuatro mesas, trabajan temas distintos entre teoría y práctica, después se quedan disfrutando de alguna actividad en el Museo del Papalote y al final en la comida hay retroalimentación.
Ramsés David García Aldama es uno de los niños que participan en este taller. “Me he sentido muy feliz y he aprendido muchas cosas, por ejemplo, cómo vincular un robot con un dispositivo, con esto puedes moverlo y hacer que tenga voz, que haga lo que tú quieras, por ejemplo, nosotros queremos dar una vuelta y él también lo hace, pero a través de una secuencia para que no se confunda”.
“Luego hicimos un esquí”, platica entusiasmado, “conectando cables a un motor reductor, porque el motor da una velocidad, y con el reductor hacemos que no sea tan fuerte y pueda sortear obstáculos”.
Al cuestionarlo sobre si hoy se siente capaz de intentarlo y generar nuevos modelos, contesta convencido: “Pensé que esto era superdifícil y complicado, pero ahorita incluso ya se me están ocurriendo algunas ideas”, y agrega “aunque siendo sinceros, las mujeres lo hacen mejor que yo”.
Despertar el conocimiento
“Me gustaría dedicarme a esto, dice Ramsés David, pero tengo que investigar más sobre las carreras, primero les voy a preguntar a los monitores, que son muy buenos y muy amables, porque no sé qué estudiaron ellos (…) Yo les diría a los demás niños que no es tan complicado, de hecho, es fácil y divertido, así aprendes más fácil y es más libre”.
Por su parte, Jazmín Cárdenas, coordinadora del curso de robótica y programación de Fundación everis comparte: “Gracias a los estudiantes que participan como monitores podemos acercar la tecnología a estos pequeños, para que despierten este pensamiento y sentimiento de querer estudiar algo afín.
“Estos jóvenes tienen mucho entusiasmo para trabajar con niños y se les facilita explicar las cosas, porque puedes ser el más inteligente de la clase, saber todos los conceptos, pero explicarlos de una manera fácil es lo difícil”.
Los jóvenes que aquí participan son ingenieros y una de ellas es psicóloga, son extrovertidos y con un buen manejo de los alumnos para que todos entiendan lo que se explica.
Cárdenas cuenta que el inicio de los talleres es lo más difícil “porque no nos tienen confianza, pero poco a poco eso cambia, al final de la semana realizamos un concurso para aplicar todas las habilidades adquiridas. Se pone muy interesante porque a pesar de que es algo muy local, ellos le dan mucha importancia, se ponen nerviosos y se preparan; es bueno que se enfrenten a este tipo de situaciones, al final unos se van llorando, otros muy contentos, porque también perder es difícil, pero a mí me ha sorprendido mucho la respuesta y la conexión que se logra”.