Cerca de cumplir con el primer año de mandato, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se enfrenta a la evaluación de su primer año como mandatario en el país azteca. El Gobierno de México se somete este 1 de septiembre a la primera prueba de evaluación sobre sus políticas y el efecto de su mandato en el país. Un informe que aguarda una gran expectación en la sociedad, ya que sus políticas han generado gran controversia en el país.
Mientras que, tras las elecciones, su nivel de aceptación se situaba en el 78%, su actuación, así como la presión ejercida por una economía débil han ido debilitando este indicador, mostrando, hoy 66% de aceptación. Además, si observamos el dato de credibilidad, este nos refleja un 47%. Como podemos observar, mientras que al comienzo de la etapa presidencial transmitía una corriente optimista, con el paso de los meses, los distintos sucesos que han ocurrido en el país han puesto en duda si las políticas del presidente se ajustan a las necesidades del país. Sin embargo, las ganas de cambio y la a aclamación popular para tratar de dar salida al presidente Peña Nieto, jugaron un papel determinante en la victoria.
Antes de nada, y desmitificando diversos mantras que circulan en las redes sociales sobre el presidente y el achaque mediático por su implicación en la gran recesión que acecha a la economía global, es cierto que el presidente López Obrador no es el culpable de una fuerte recesión que acecha a las economías; ni si quiera sus políticas en el país pueden considerarse de impacto en la economía mundial. Sin embargo, si inciden en la economía mexicana, condicionando su robustez ante una recesión inminente.
Como digo, el presidente de México no es el culpable de todos los males de la sociedad, como algunos creen que se le acusa. Es un presidente de izquierda, un presidente social y con gran calado entre la masa popular. Sin embargo, sus políticas tan ambiciosas, en materia social especialmente, están teniendo un impacto en otra serie de políticas que, pese a no ser de carácter social como sus votantes esperan, podrían dar a México mayores garantías de supervivencia en una recesión que, como vuelvo a decir, amenaza a la economía global en su conjunto.
Y es que, este primer informe trata de poner sobre la mesa la gestión del presidente azteca durante su primer año de mandato. Una gestión que no se puede caracterizar por el mal funcionamiento de la economía, pero sí, quizá, por unas políticas muy ambiciosas que, por otro lado, han deslocalizado el foco de lo realmente importante. Y es que, los mexicanos deben ser conscientes de que México representa, actualmente, la primera economía hispana del mundo, posicionándose por delante de España. El peso que gana la economía mexicana en el PIB mundial es cada vez mayor y las implicaciones de sus políticas gozan de una mayor repercusión en la economía global.
Sin embargo, remarcando nuevamente lo que digo, no trato de atacar al presidente ni tacharlo de ser el origen de una crisis mundial, sino trato de concienciar a una economía que, si no aplica unas políticas correctas, al igual que ha ocurrido en Alemania o en China, podría verse muy castigada en un entorno recesivo. No se trata de quien es el culpable o quien no lo es, se trata de cómo vamos a afrontar lo que viene y qué medidas se van a llevar a cabo para hacer que el país, el cual bordea la recesión con crecimientos prácticamente estancados, no caiga en una fuerte recesión que acaba con todo el desarrollo que, históricamente, se ha ido cosechando.
Una economía debilitada
Como digo, la economía mexicana en estos momentos no es que se caracterice por gozar de un gran dinamismo al alza en sus crecimientos. Con una variación del PIB del 0,1%, el crecimiento de la economía mexicana, lejos de afirmar, como si hizo el presidente, que la economía avanza a buen ritmo, se muestra prácticamente estancada. Un crecimiento tan irrisorio podría leerse como un crecimiento nulo, pues estamos hablando de que, pese a haber bordeado la recesión, la economía se ha moderado bastante en contraste con otros años. No obstante, es cierto que la cifra es sustancialmente mejor que la cosechada durante el primer trimestre, donde el PIB retrocedía un -0,2%.
No obstante, en términos anuales, la economía mexicana ha ido moderando sus crecimientos desde 2010. Unos crecimientos que, pese a mostrarse muy dispares entre sí, fueron estabilizándose en 2011 –exceptuando 2013, cuando la economía creció al 1,4%-, creciendo a ritmos entre el 2% y el 3%. Sin embargo, en términos trimestrales, desestacionalizando los datos y en contraste con el año pasado, la economía mexicana si ha experimentado un impulso del 0,4%; siendo estos los datos a los que hace alusión López Obrador cuando decía que el “tenía otros datos”. Sin embargo, haciendo alusión a los datos, el promedio de los últimos 30 años sitúa al crecimiento mexicano en el 2%, un crecimiento del que, ahora, la economía mexicana se está distanciando.
Por otro lado, haciendo alusión a los organismos internacionales, el Fondo Monetario Internacional, así como otros organismos, si han rebajado sus previsiones respecto al crecimiento de México para los próximos años. De acuerdo con el organismo multilateral, los crecimientos proyectados para México en 2019 sufren un severo reajuste a la baja que lo sitúa en el 0,9%. Un crecimiento que dista mucho de ese primer pronóstico que situaba el crecimiento en el 1,6%. Como podemos comprobar, un pronóstico del que podemos hacer dos lecturas: la primera, donde el crecimiento se ve lastrado por una fuerte moderación de la economía a nivel global, sin aislar a ningún país; la segunda, unas elevadas expectativas que poco se ajustaba con una realidad completamente contradictoria a las previsiones del gobierno.
Como decimos, la realidad del gobierno es bien distinta. Una realidad poco fundamentada si observamos la economía con mayor altura de miras, viendo cómo las principales economías del mundo sufren un estancamiento y, por ello, la economía mexicana no va a ser la excepción. Para AMLO, la economía va a crecer a buen ritmo, citando en numerosas ocasiones que esta lo hará al 2%. Un dato que poco se comparte entre el consenso de analistas, pues pese a la aplicación de las políticas, la economía a nivel global, como decía, se desacelera y el objetivo ahora no está en hacer crecer una economía, sino en mantenerla –con políticas adaptadas al escenario actual- ante una ralentización que amenaza, como digo, a todas las economías sin excepción alguna.
Un presidente centrado en la política social
Recordemos que estamos hablando de López Obrador, el presidente del pueblo. Un presidente que, lejos de levantar la economía con fuertes impulsos en el PIB, sus políticas han ido orientadas a la mejora de la calidad de vida en el país, unas mejores políticas de carácter social y una incansable lucha con una corrupción que lastraba el desarrollo económico y social en el país. En eso si se está mejorando, pues se está combatiendo más aspectos como la corrupción en el país y la transparencia, aunque los flujos de inversión extranjera directa estén siendo menores por la caída en el ranking de transparencia del puesto 19 al 25.
Días antes de la presentación del informe, no podemos decir que la gestión del presidente ha sido un fracaso; aunque tampoco podemos decir que haya sido un éxito. La gestión, bajo mi criterio, ha sido una gestión superficial. Y digo superficial pues por la sencilla razón de que creo que ha sido un presidente que ha sabido vender la prosperidad de un país que, como bien dice AMLO, avanza muy favorablemente, pero que, sin embargo, no ha gozado de unas políticas de gran incidencia en su economía. Una falta de incidencia que, como digo, se da por un exceso de optimismo y una gran falta de objetividad en el análisis. Las políticas sociales son necesarias, pero antes debemos consolidar los crecimientos de la economía.
AMLO, al comienzo de su mandato, se mostraba como uno de los presidentes más optimistas de las últimas décadas. Su Presidencia se ha caracterizado por un deseo del presidente de cambiar el país; dar un giro de 360º a una economía y un país que estaba sufriendo los achaques de una extrema corrupción e inseguridad ante la impasible mirada de un gobierno centrado únicamente en el capital. Esa visión, ese optimismo, esas ganas de cambio llevaron al actual presidente a la victoria en las urnas. Sin embargo, esos ambiciosos achaques a los gobiernos predecesores, esos duros castigos verbales, esas ganas de cambio se han visto cuestionadas con su llegada al poder.
Desde su llegada al poder, todos esos discursos, todas esas ganas de cambio y esa capacidad de visualizar, como antaño hacía, una corrupción existente, una falta de garantías sociales, un gobierno preocupado por lo social y la desigualdad, se ha esfumado entre discursos y una ligera actuación muy superficial. Una situación provocada por unos deseos que, ante una realidad bien distinta, presentan un gran reto para el país azteca. Los objetivos del presidente AMLO se veían descompensados con una realidad con la que él no contaba, impidiendo la aplicación de determinadas políticas deseadas, que no han podido materializarse.
A esperas de lo que recoja el informe, México, como país, está desarrollándose en un marco de buenas prácticas que favorezcan al país de cara a la visión global. El país es un gran receptor de inversión extranjera y posee mucha dependencia de ello. Pese al escaso funcionamiento de la economía, podemos darle a López Obrador el beneplácito de que estamos ante una situación en la que la economía global, en su conjunto, atraviesa una situación similar. Sin embargo, el objetivo del presidente es, como decía al inicio, dotar de robustez a la economía ante una inminente recesión; algo en lo que, quizá, López Obrador si está errando.
Unas conclusiones esperanzadoras
En resumen, es de felicitar que el país se esfuerce en mejorar, como un país desarrollado, sus políticas sociales. Es de celebrar que el país castigue la corrupción y trate de frenar los desenfrenos de otros gobiernos en materia de evasiones y corruptelas económicas. Sin embargo, las políticas sociales no deben desenfocar a México del crecimiento económico, pues es de obligatoriedad para el presidente si lo que desea es un crecimiento en materia social sostenible en el largo plazo. Como siempre he dicho, el desarrollo social parte de un buen desarrollo económico, pues no podemos llevar a cabo proyectos sociales sin una economía que los sustente.
Es necesaria para el país una visión como la de Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, esa visión debe contrastarse con la capacidad de actuar. No podemos vender la piel del oso antes de cazarla. Por las necesidades que tiene el país, la visión esperanzadora y esa dura crítica a las injusticias sociales pone de manifiesto los grandes retos a los que debe enfrentarse el país, pero no por ello se debe actuar de forma totalmente arbitraria, sin tener en cuenta los recursos que posee el país, la situación que atraviesa el contexto económico y político, así como el resto de las necesidades que posee el país y la sociedad. Las ganas de cambio justifican las ganas de lograr un fin, pero no debemos asignar todos los medios a un único fin cuando los fines que lograr son diversos y muy variados.
Es el primer año de López Obrador al mando. Sus políticas –económicas-, quizá, no han ido todo lo acordes que podían haber ido con la realidad económica en el país. Sin embargo, la concienciación que está provocando el presidente en el país sobre las malas prácticas es un gran avance en materia social. Se podía decir que este ha sido el gran avance del presidente, pues el país necesita erradicar la corrupción y las inseguridades si desea seguir contando con financiación e inversión extranjera. Por ello, bajo mi criterio, el presidente debe enfocar su política en tres asuntos prioritarios: Erradicar la corrupción y la inseguridad jurídica, provocando una mejora en la visión global; ajustar las políticas a la realidad económica, fortaleciendo la economía ante un escenario muy pesimista para los próximos años; y, por último, establecer nuevos acuerdos comerciales, abriendo sus mercados al exterior; algo que ya se está haciendo y que ha llevado a México a situarse como el primer socio comercial de los Estados Unidos, tras la guerra comercial con China.