Los británicos llevarían hasta el límite la resolución del brexit

LONDRES — Aunque Theresa May, la primera ministra británica, ha admitido que no le agrada el lado social de la política, esta semana invitó a los parlamentarios a Downing Street con la esperanza de salvar sus tan criticados planes para la salida del Reino Unido de la Unión Europea, o brexit.

Pero a pesar del vino, los canapés y la velada —que uno de los invitados describió como “una reunión social muy agradable”—, el 9 de enero May presentó su acuerdo ante el parlamento consciente de que es muy probable que sufra una derrota en la votación de la siguiente semana. Este fracaso daría lugar a semanas de un peligroso ajuste de políticas riesgosas para el Reino Unido.

Aunque el mes pasado May pospuso la votación porque tenía la certeza de que perdería, la demora no le ha servido de mucho. Después de más de dos años y medio de que los británicos decidieron abandonar la Unión Europea, el país está dividido, aún batalla con las consecuencias de esa decisión tomada en un referendo y, como parece suceder con el brexit, la resolución se verá en algún otro momento.

“Nada concluirá hasta que se elimine una de las opciones del brexit. Y quizá no sea hasta marzo”, afirmó Charles Grant, director del instituto de investigación Centro para la Reforma Europea.

De ser así, se encontrarán en una situación apremiante: se tiene previsto que el Reino Unido salga del bloque el 29 de marzo. Si para entonces no se ha llegado a ningún acuerdo, la ruptura generaría tanto desorden y caos que podría causar obstrucciones en puertos y carreteras, anaqueles vacíos en las tiendas y fábricas sin acceso a componentes vitales.

El 9 de enero, los legisladores aprobaron una enmienda cuyo objetivo es limitar el margen de maniobra de May para hacer tiempo, pues la obliga a presentarse ante el parlamento en un plazo breve si pierde la votación la semana entrante. En ese caso, tendría que explicar sus planes y los diputados podrían presentar sus propias alternativas.

Esa enmienda fue la segunda derrota que May sufrió en dos días. El 8 de enero, los miembros del parlamento aprobaron una medida diseñada para dificultar al gobierno la salida sin un acuerdo.

La primera ministra británica, Theresa May, pospuso la votación el mes pasado porque tenía la certeza de que perdería, pero la demora no le ha servido de mucho. 

Sin embargo, ahora que el tiempo se les viene encima y el parlamento está dividido, la pregunta es si los legisladores británicos podrán llegar a algún acuerdo para evitar esa situación. De no ser así, quizá May tenga otra oportunidad con su poco aceptado acuerdo, incluso si los diputados lo rechazan la próxima semana, como se espera.

“En este momento parece muy poco probable que May consiga que autoricen su acuerdo”, comentó Grant. “Pero si llegan al borde del precipicio, no se convocan elecciones generales, un segundo referendo parece imposible y el parlamento no está dispuesto a que no haya ningún acuerdo, entonces el acuerdo de May tendría una posibilidad”.

Esta situación podría darse porque, a pesar de que el Partido Laborista (de oposición) ha promovido elecciones generales, May puede confiar en que diez diputados de Irlanda del Norte lo eviten, aunque también rechacen su acuerdo para el brexit la semana próxima.

Un segundo referendo para el brexit es cada vez más probable, pues ahora cuenta con mayor apoyo de los miembros del Partido Laborista. Sin embargo, existen problemas prácticos de modo que, hasta ahora, Jeremy Corbyn, dirigente de ese partido y crítico de la Unión Europea desde hace tiempo, se ha resistido a la idea.

Otro plan para que el Reino Unido conserve lazos estrechos en materia económica con el bloque, como el caso de Noruega, no ha obtenido apoyo.

Si bien cada vez se habla más de la opción de que el Reino Unido solicite una prórroga a su fecha de salida, con eso no se resolvería mucho, a menos que el país también diseñe una estrategia nueva.

Así que May espera que, si el parlamento se mantiene dividido, el temor de un brexit desorganizado sea suficiente presión para que su acuerdo se apruebe por una diferencia mínima, quizá después de conseguir algunas concesiones de último minuto de parte de Bruselas.

El 7 de enero se hizo evidente el enrarecimiento del ambiente cuando un grupo de manifestantes a favor del brexit interrumpieron fuera del parlamento una entrevista para televisión con la diputada conservadora proeuropea Anna Soubry con gritos de “nazi”.

La frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte se extiende a lo largo de la cima de la montaña Cuilcagh, izquierda. Legisladores probrexit están molestos por la disposición de la salvaguarda («backstop») irlandesa del acuerdo.

En el interior del parlamento, los diputados partidarios del brexit están furiosos por la disposición del acuerdo relativa a la salvaguarda (backstop) en Irlanda, que mantendría al Reino Unido dentro de la unión aduanera europea en tanto se prepara un convenio comercial con el bloque que elimine la necesidad de controles en la frontera.

Los defensores del brexit creen que esta disposición podría dejar al Reino Unido atrapado de manera indefinida en la órbita económica de Europa, obligado a aceptar las normas europeas sin poder intervenir en su elaboración, y así el país se convertiría en un “Estado vasallo”. Quieren establecer un plazo límite para ese mecanismo de protección, pero en ese caso no tendría sentido establecerlo.

Sin ningún avance en este punto, May espera conseguir alguna garantía de que el convenio comercial con el bloque, que eliminaría la barrera, se concretará para una fecha específica.

El periódico The Evening Standard en Londres, editado por un excolega en el gabinete de May, critica el brexit.CreditAndrew Testa para The New York Times

El problema es que esta idea solo ha resaltado uno de los defectos del plan de May, que rehúye el tema de cuán estrechos deben ser los vínculos económicos del Reino Unido con la Unión Europea tras su salida.

“Si los británicos supieran lo que quieren y tuvieran una postura unificada, tal vez sería posible concluir las negociaciones en dos años”, subrayó Grant. “¿Pero quieren una unión aduanera? ¿Quieren el arreglo de Noruega? Por esta razón, entre otras, sería imposible para la Unión Europea establecer un plazo límite para llegar a un tratado comercial”.

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